“Lo único que hizo que valió la pena, lo hizo después de su muerte”.
La opinión del agente de inteligencia británico Ewen Montagu sobre el galés Glyndwr Michael puede parecer demasiado dura.
Después de todo, tras su muerte a los 34 años, Michael ayudó a terminar la Segunda Guerra Mundial meses antes de lo que habría durado de otra forma, salvando así cientos de miles de vidas.
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En abril de 1943 su cadáver fue utilizado por agentes de inteligencia británicos en la llamada “Operación Mincemeat”, considerada el engaño más audaz del conflicto.
El plan logró embaucar a los alemanes para que redistribuyeran regimientos enteros desde Sicilia a Grecia y los Balcanes.
El libro del historiador Ben Macintyre sobre el engaño, titulado “Operation Mincemeat”, se ha convertido ahora en una película de Warner Brothers que se acaba de estrenar en Reino Unido. En español el film se titula “El arma del engaño”.
“Glyndwr Michael es posiblemente el héroe más improbable de toda la Segunda Guerra Mundial”, afirmó Macintyre.
“Él huyó de Gales a Londres para escapar de la enorme pobreza durante la Gran Depresión de la década de 1930. Su propio padre se suicidó tras el colapso del trabajo en las minas”.
El historiador explicó que el cuerpo de Michael fue encontrado en un galpón en la zona de King’s Cross en Londres y de acuerdo al informe forense se había quitado la vida tomando veneno.
Pero el historiador cree que no se trató de un suicidio.
“Yo creo que Michael pudo haber estado tan hambriento que incluso comió por error pan envenenado con raticida”, afirmó.
Directamente de una novela de James Bond
Cualquiera haya sido la causa de la muerte de Glyndwr Michael, sus restos fueron entregados al forense Bentley Purchase.
El forense había sido alertado de la necesidad de hallar un cuerpo cuyas lesiones no fueran incompatibles con haber caído desde un avión con un paracaídas fallido.
Una vez que los restos estuvieron a cargo de los agentes Charles Cholmondeley y Ewen Montagu, comenzó la transformación de Glyndwr Michael en el comandante William Martin.
La idea de usar un cadáver flotante para hacer llegar planes falsos a territorio enemigo fue concebida por primera vez en la década del 30 por Ian Fleming, el autor de las novelas de espías protagonizadas por James Bond. (Fleming trabajó durante la Segunda Guerra Mundial como asistente de John Godfrey, director de la División de Inteligencia Naval de la Marina británica).
A fines de 1942, el éxito de los Aliados en su campaña en el norte de África les permitió centrar su atención en otras áreas en el sur de Europa controladas por los alemanes.
Sicilia era el sitio obvio para lanzar un operativo, ya que el dominio de la isla significaba el control de la navegación en el Mediterráneo.
El problema era que la opción de Sicilia era demasiado obvia.
El hombre que nunca fue
“Todo el mundo menos un tonto sabría que el operativo será en Sicilia”, dijo el entonces primer ministro británico Winston Churchill.
Sin embargo, eso no impidió que los Aliados quisieran tomar Sicilia como un trampolín hacia Italia. Y para ello llevaron a cabo un espectacular acto de distracción.
Cholmondeley y Montagu se pusieron a trabajar en los detalles que harían el engaño más creíble para los alemanes.
Le dieron a su oficial falso una identidad y una historia exhaustiva, comenzando con el nombre William Martin, un apellido común en los Royal Marines.
Y dieron al supuesto militar el rango de Capitán, que consideraron lo suficientemente alto como para llevar documentos secretos, aunque no tan importante como para ser conocido por el enemigo.
Luego escogieron artículos cotidianos que cualquiera tendría encima. En el caso de Martin, esto significó llaves, sellos, cigarrillos, fósforos, un medallón de San Cristóbal, talones de boletos para el teatro, un recibo de una camisa nueva, una carta de su padre e incluso una notificación de un sobregiro del banco Lloyd’s.
Todos los documentos estaban escritos con una tinta especial que no se corría en el agua.
Ewan Montagu pasó meses creando la identidad del oficial falso. Pero Ben Macintyre afirma que la parte más convincente del rompecabezas fue la prometida de Martin, una joven llamada Pam -en realidad, una funcionaria de los servicios de inteligencia británicos llamada Jean Lesley.
“El nivel de detalle al que llegaron fue increíble: incluso vistieron el supuesto uniforme y la ropa interior de Martin para que pareciera ropa usada en la medida correcta”.
“Tuve la suerte de conocer a ‘Pam’ (Jean Lesley) cuando tenía unos 80 años, y ella me llevó al Támesis hasta el punto donde ella y ‘William’ supuestamente se habían comprometido. Tan creíble fue la historia que incluso la esposa de Montagu se convenció de que estaba teniendo una aventura”.
El engaño
Cholmondeley y Montagu prepararon el cuerpo y lo cargaron en un contenedor lleno de hielo seco para el viaje a Escocia; el vehículo fue conducido por un campeón de automovilismo de antes de la guerra.
En Escocia esperaba el submarino HMS Seraph. Se necesitaron 10 días para llegar al punto de entrega.
Mientras tanto, la tripulación del submarino desconocía el propósito de la misión. Una vez que los oficiales bajaron el cuerpo de Martin al agua, los motores se aceleraron para que la corriente lo empujara hacia la costa española.
A primeras horas del 30 de abril de 1943, un pescador de sardinas español halló el oficial británico supuestamente ahogado cerca de Huelva.
La inteligencia militar alemana, la Abwehr, cayó en la trampa, y una copia de las cartas de Martin con los planes de un operativo aliado en Grecia acabaron en el escritorio de Adolf Hitler.
Al mismo tiempo, en un sótano oscuro del edificio de la Marina en Londres, hombres y mujeres de la inteligencia británica celebraron golpeando las mesas y saltando arriba y abajo cuando el mensaje a Hitler fue interceptado por los descifradores de códigos Enigma en la instalación militar de Bletchley Park.
Una última conexión galesa
Macintyre dijo que hubo otra conexión con Gales que eventualmente convenció a Hitler de que el cuerpo era genuino.
“Una de las cartas del padre de Martin supuestamente fue escrita desde un hotel en Mold (un pueblo en Gales)”, dijo.
“Cuando investigaba mi libro, volví al registro original del hotel, y estaba el nombre de un señor Martin escrito en la fecha correcta de la carta. Los detalles de la historia son increíbles”.
Los británicos siguieron su engaño con un telegrama fácilmente interceptado a los españoles, pidiendo la devolución del maletín de Martin lo antes posible.
“Documentos secretos probablemente en un maletín negro. Se requiere información lo antes posible. Debe recuperarse de inmediato. Se debe tener cuidado de que no caiga en manos indeseables”, rezaba el telegrama.
A los 38 días de la invasión aliada de Sicilia, el 10 de julio de 1943, la isla había sido capturada. Poco después cayó Italia, lo que provocó la caída del régimen de Benito Mussolini.
Glyndwr Michael fue enterrado en Huelva con todos los honores militares.
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