El mundo vive tiempos políticos extremos. O estás conmigo o estás contra mí parece ser la consigna. La reciente crisis de refugiados en Europa y los atentados islamistas en París han fortalecido estas posiciones. La extrema derecha, que venía en ascenso en los últimos años, se siente legitimada como nunca antes, y sus victorias electorales están reconfigurando el mapa del Viejo Continente.Seguir a @Mundo_ECpe !function(d,s,id){var js,fjs=d.getElementsByTagName(s)[0],p=/^http:/.test(d.location)?'http':'https';if(!d.getElementById(id)){js=d.createElement(s);js.id=id;js.src=p+'://platform.twitter.com/widgets.js';fjs.parentNode.insertBefore(js,fjs);}}(document, 'script', 'twitter-wjs');
Ya no se trata de un grupo de neonazis con un par de diputados. Se trata de formaciones que están imponiendo su agenda gracias a los votos conseguidos en sus respectivas elecciones. La misma democracia les está dando cada vez más poder.
Estos partidos sustentan sus planteamientos en el rechazo a los partidos tradicionales y a la clásica dicotomía conservadores-socialistas. Están más a la derecha de los conservadores en sus posturas xenófobas y de “preservación de valores nacionales”, pero toman parte del discurso de la izquierda en su crítica a la austeridad económica dictada por la Unión Europea.
Una mezcla sazonada con el rechazo a los inmigrantes (sobre todo musulmanes), a quienes culpan de la falta de empleo, de la transformación de sus ciudades y de la inseguridad ante la posibilidad de más ataques terroristas.
Las patadas que la camarógrafa húngara les propinó a varios refugiados que intentaban cruzar la frontera en Serbia es la descripción gráfica de esta ideología: este lugar es nuestro, no los queremos.
“Estos partidos de ultraderecha no son de tipo neonazi, salvo excepciones como Amanecer Dorado en Grecia o Jobbik en Hungría. Son partidos nacionalistas que se pronuncian contra la inmigración masiva y que recogen la preocupación de tipo socioeconómico que existe en varios partidos europeos por la crisis, y se montan sobre ese discurso”, explica a este Diario el analista Francisco Belaunde Matossian. “Son antisistema, xenófobos y antiinmigrantes. Y por ser nacionalistas, son antieuropeos”.
La crisis de la zona euro de los últimos años alimentó el descontento de la población hacia el ‘establishment’ y permitió que su discurso incendiario ganara adeptos, y dejara de ser una sorpresa para ser ya una preocupación.
La sostenibilidad europea
Como señala Belaunde, el fortalecimiento de la ultraderecha en Europa ha reconfigurado el mapa político en el Viejo Continente. “La preocupación es hasta qué punto van a poder mantenerse los valores de la Unión Europea, como la solidaridad o la libre circulación entre los estados miembros. La propia construcción de la UE está en cuestionamiento”.
De hecho, la zona Schengen ha quedado muy lesionada con la crisis de los refugiados.“En este escenario, los partidos de ultraderecha seguirán sumando apoyos, más aun si se cometen nuevos atentados, lo cual es muy posible. Eso sería una hecatombe”, agrega Belaunde.
En Francia, por ejemplo, Marine Le Pen supo lavarle la cara al Frente Nacional y ha sabido aprovechar el descontento hacia la clase política tradicional y el temor al terrorismo yihadista. Aunque ayer no pudo consolidar una victoria en la segunda vuelta de los comicios regionales, consiguió un 30% de votación a escala nacional, lo cual no es poca cosa.
“El Frente Nacional se ha beneficiado con la crisis económica europea. Si a eso le agregamos el tema migratorio, agravado con la ola de refugiados, y sobre eso, como lloviendo sobre mojado, se dan los atentados de París, entonces ahí tienes un coctel que definitivamente abona a favor de Le Pen”, agrega Belaunde.
El resto de Europa también se está pintando de extremismo a medida que avanzan las elecciones regionales y parlamentarias, y van alcanzando mayor poder de decisión.Por ejemplo, los Demócratas de Suecia ya son la tercera fuerza parlamentaria en ese país escandinavo. Con dirigentes muy jóvenes y de muy buena posición económica, el partido promueve la marginación de los inmigrantes y está aprovechando el descontento de la gente ante la ola de refugiados.
Si Alemania es el país con más refugiados, Suecia recibe más solicitantes de asilo per cápita (en relación al número de su población). Según el último pronóstico de Migraciones, se espera que para finales del 2015 lleguen al país nórdico entre 140.000 y 190.000 refugiados, más del doble de la previsión hecha hace cuatro meses. En lo que va del año, unos veinte centros destinados a alojar a refugiados han sido vandalizados por incendios o pintas, y la tensión no parece estar lejos de ceder.
Lo mismo ocurre en Alemania, que si bien quiso dar el ejemplo acogiendo a los exiliados que no eran aceptados en Hungría, Polonia, Croacia o Eslovenia, la presencia de inmigrantes ha dividido a la población y ha fortalecido al Pegida, un movimiento antiislam que realiza movilizaciones públicas quejándose de la presencia de musulmanes en el país.
Europa, que resurgió luego de dos guerras mundiales, está en una de sus encrucijadas más complicadas. La propia noción de cohesión que propugnaba la Unión Europea parece derrumbarse de a pocos, y los partidos más radicales están aprovechando inteligentemente la ocasión.