La imagen del video, de seis minutos de duración, tiembla, pero el contenido es fascinante.
En la ciudad de Podporozhye, a 800 km. de Moscú, los funcionarios de la oficina de reclutamiento militar se reúnen para decidir si el residente local Mijaíl Ashichev debe ser movilizado y enviado a Ucrania.
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Mijaíl argumenta su caso: “No soy un pacifista”, explica.
“Si un país intentara ocupar mi patria o agredir a Rusia, iría directamente a la oficina de reclutamiento militar y me alistaría, sin esperar a que me llamen a filas. Pero en este caso concreto creo que no hay ninguna amenaza militar para mi patria”.
“Pero nuestra Madre Patria está en peligro”, insiste uno de los oficiales.
“Mi patria no estaba en peligro antes del 24 de febrero”, responde Mijaíl, refiriéndose a la fecha en que Rusia invadió Ucrania.
Mijail, de 34 años, es mecánico. A pesar de que Rusia se está convirtiendo en un Estado cada vez más autoritario, en el que se han recortado los derechos civiles y humanos, Mijaíl sostiene que la Constitución rusa le da derecho a ser objetor de conciencia. Se niega a luchar en Ucrania.
“Mientras estaba allí diciendo esas cosas estaba muy nervioso”, me dice Mijaíl.
“Pero cuando volví a ver el vídeo, al contrario, vi miedo en los ojos de la gente que me estaba escuchando. Creo que eso se debe a que están acostumbrados a tratar a las personas como objetos que pueden trasladar de un lugar a otro, o simplemente ordenar. De repente, ahí estaba yo diciendo las cosas que decía.
Luego vinieron las amenazas. 'Vamos a avisar a la policía de esto y van a investigar', dijeron. Tengo la sensación de que a esta gente le aterra perder el control. Están acostumbrados a controlarlo todo“.
Según Vladimir Putin, más de 220.000 reservistas han sido llamados a filas desde que el presidente ruso declaró la “movilización parcial” el mes pasado.
Aunque el líder del Kremlin ha indicado que la campaña de movilización terminará pronto, el Kremlin ha declinado especificar una fecha concreta.
En los últimos días, la televisión estatal rusa mostró imágenes de hombres movilizados que se entrenan en Rusia, con frases patrióticas de algunos de los reclutas.
Esta semana, el presidente Putin se reunió supuestamente con los soldados movilizados en un campo de entrenamiento en la región de Ryazan, en un intento de conseguir el apoyo de la opinión pública a la movilización.
Pero hay pocas dudas de que esta medida ha provocado una profunda alarma en la sociedad rusa. En marzo, Vladimir Putin había declarado que no habría movilización. Sólo los “soldados profesionales”, prometió, participarían en su “operación militar especial”.
Todo cambió tras su decisión de anunciar una “movilización parcial”. Con la llamada a filas de cientos de miles de reservistas, la guerra en Ucrania se hizo mucho más real para el público ruso.
De repente, maridos, padres e hijos fueron reclutados por el ejército y enviados al frente: en algunos casos, sin el equipo ni la formación necesarios. Desde hace semanas, los rusos movilizados publican en las redes sociales videos en los que se quejan de las malas condiciones y la falta de recursos.
“La gente que me rodea está aterrorizada por la movilización”, me dice Mijaíl, “porque ahora esto afecta a todos”.
Tras su negativa a luchar, él ha recibido algunos insultos en las redes sociales rusas.
“Es un cobarde y una rata que huye del barco”, dice un comentario.
“Un hombre que hace esto no puede llamarse a sí mismo hombre”, se lee en otro.
Pero lo que me parece interesante es que Mijaíl también ha recibido mucho apoyo por la postura moral que adoptó. Estos son algunos de los comentarios positivos:
“Bien hecho, Mijaíl, eres valiente y honesto”.
“Negarse a matar es humano y valiente”.
“Buen hombre. No te escondes ni huyes. Estás haciendo la pregunta correcta: ¿quién planeaba realmente atacarnos antes del 24 de febrero?”.
Mijaíl está decidido a utilizar todos los medios legales para defender su posición.
¿Pero si pierde el caso?
“Cuando sólo se hablaba de la movilización como una posibilidad, yo ya había decidido y acordado con mi familia que, si se daba esa situación, me negaría a hacerlo, aunque me enviaran a la cárcel. Si tuviera que hacerlo, elegiría la cárcel. No hay nada que temer. Sabemos que (en Ucrania) la gente está muriendo bajo los escombros y los padres están enterrando a sus hijos.
El Estado me considerará un criminal si no voy a luchar en esta guerra. Pero no seré un criminal desde el punto de vista de la humanidad, ni de mí mismo”, afirma.
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