El mando militar ruso ha sido objeto de fuertes críticas por el estancamiento de la ofensiva en Ucrania.
Algo que se ve agravado por la orden de retirada de las tropas rusas de la ciudad de Kherson dada por el ministro de Defensa ruso, Sergei Shoigu, esta semana.
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Dos voces han sido especialmente elocuentes: la del líder checheno Ramzan Kadyrov y la de Yevgeny Prigozhin, el fundador del grupo mercenario Wagner. Ambos son importantes.
Los dos hombres no dirigen formalmente ninguno de los organismos militares o de seguridad de Rusia.
Sin embargo, de alguna manera se les ha permitido criticar al unísono a los mandos del ejército y alabar también las opiniones del otro.
La guerra de Rusia en Ucrania ha arruinado la imagen de su ejército como un cuerpo eficiente y bien dirigido, desde su fracaso en cumplir la promesa de la televisión estatal de capturar Kyiv en tres días hasta su retirada de grandes franjas de territorio ucraniano.
El recién nombrado jefe de las fuerzas rusas en Ucrania, el general Serguéi Surovikin, hasta ahora solo puede presentar como un éxito el haber volado parte de las centrales eléctricas ucranianas.
Pero el mero hecho de que estos dos hombres no hayan sido silenciados por lo que, de otro modo, se consideraría una muestra inaudita de deslealtad, sugiere que Vladimir Putin está teniendo en cuenta sus opiniones.
El destino del coronel general Alexander Lapin es un ejemplo de ello. Uno de los principales comandantes rusos en Ucrania fue despedido a finales de octubre, según informes generalizados.
Kadyrov le calificó solo dos días antes de “sin talento”, culpándole de las recientes derrotas, incluida la reconquista por las fuerzas ucranianas de la ciudad oriental de Lyman a principios de octubre.
El líder checheno dijo en las redes sociales que el general Lapin debería ser despojado de su rango y “enviado al frente como soldado raso”.
“Hay que hacer que lave su vergüenza con sangre”, despotricó.
Prigozhin se sumó a las críticas. Este ha viajado por el sistema penitenciario ruso, reclutando a convictos para luchar en Ucrania. Esa clase de influencia no sería posible sin el permiso del más alto nivel.
Incluso ha llegado a elogiar al ucraniano Volodymyr Zelensky como un “tipo sólido, seguro, pragmático y simpático”, sin que nada le pase.
El empresario saltó a la fama con el apodo de “chef de Putin”, porque suministraba comida y bebida para los actos oficiales del Kremlin.
Prigozhin tiene negocios en la segunda ciudad de Rusia, San Petersburgo, y se dice que conoció a Putin en los años 90, cuando el futuro presidente trabajaba en la Alcaldía y frecuentaba su restaurante, popular entre los funcionarios locales.
En la década de 2010, varias investigaciones periodísticas lo relacionaron con una denominada “fábrica de trolls” en San Petersburgo, una unidad de desinformación cuya función era generar contenidos para desacreditar a la oposición política rusa en internet y mostrar al Kremlin de forma positiva.
En 2016, según una investigación llevada a cabo posteriormente por el abogado especial estadounidense Robert Mueller, la fábrica de trolls formó parte del intento de Rusia de interferir en las elecciones presidenciales de Estados Unidos.
Prigozhin negó vínculos con los centros de desinformación, pero el lunes confesó: “Hemos interferido (en las elecciones estadounidenses), estamos interfiriendo y seguiremos interfiriendo. Con cuidado, con precisión, quirúrgicamente y a nuestra manera, como sabemos hacerlo”.
Durante muchos años también negó vínculos con una empresa de mercenarios llamada Grupo Wagner. Esta firma surgió por primera vez en el este de Ucrania en 2014 y sus combatientes aparecieron después en Siria y en muchos países africanos.
Sin embargo, recientemente admitió estar detrás de Wagner, que ha demostrado ser una de las unidades rusas más eficaces en la guerra de Ucrania.
Prigozhin también lleva años enzarzado en una disputa pública con el gobernador de San Petersburgo, Alexander Beglov, a quien ha llegado a acusar de “ayudar al ejército ucraniano”.
Pocos aliados de Putin son tan leales como el presidente checheno Ramzan Kadyrov, a quien el gobernante ruso eligió para dirigir la república del Cáucaso en 2007.
En la década de 1990, Chechenia luchó sin éxito por la independencia. Bajo el mandato de Kadyrov cesaron todos los intentos por lograr la secesión de la región, mientras que los derechos humanos se deterioraron y su milicia privada “Kadyrovtsy” fue acusada de abusos generalizados.
Desde el principio apoyó la invasión rusa de Ucrania, enviando a sus “Kadyrovtsy”, a las que calificó las tropas mejor entrenadas, más valientes y despiadadas de la fuerza de ocupación rusa.
Pese a que algunos consideran a esas unidades como despiadadas, otros las definen como “tropas TikTok”, más interesadas en publicar videos de sus hazañas en las redes sociales que en combatir.
Los activistas de derechos humanos afirman que una parte importante de los soldados chechenos fueron reclutados contra su voluntad, después de que sus familias fueran amenazadas con extorsión o violencia física.
En una indicación de que su lealtad es apreciada por el Kremlin, el líder checheno ha sido ascendido de general de brigada a coronel general.
Aunque nunca se consideraron aliados, Kadyrov y Prigozhin parecen estar cada vez más en sintonía.
El líder checheno ha tachado al empresario de San Petersburgo de “guerrero de nacimiento” y a sus mercenarios de Wagner de “intrépidos patriotas de Rusia”.
Por su parte, Prigozhin ha devuelto el cumplido. “¡Ramzan, estás que ardes!”, dijo en uno de sus mensajes en las redes sociales.
Ambos han criticado al estamento militar, representado por el ministro de Defensa, Sergei Shoigu, y su adjunto, el jefe del Estado Mayor Valery Gerasimov.
En medio de un ambiente que parece una cacería de brujas para hallar a los responsables de los fracasos en Ucrania, esta podría ser su oportunidad para que Kadyrov y Prigozhin ganen más influencia.
Los comentaristas creen que, por separado, ni el líder checheno ni el jefe de Wagner tienen suficiente peso.
Ambos son muy impopulares entre las élites políticas oficiales y son vistos como intrusos. Pero si unieran sus fuerzas, podrían desafiar a las figuras del círculo íntimo del presidente Putin, a medida que afloran las grietas.
El analista político ruso Abbas Galiamov afirmó que el comportamiento de Kadyrov y Prigozhin es muy poco habitual en un país en guerra: “Parece que el sistema vertical de autoridad federal que instituyó el presidente Putin no está funcionando en un lugar donde es más necesario: en el ejército”.
Asimismo, describió una atmósfera de “anarquía”, en la que los comandantes de las distintas unidades militares discuten entre sí en lugar de luchar como un equipo.
Los expertos del Instituto Americano para el Estudio de la Guerra creen que hay dos grandes facciones en el entorno cercano a Putin. Los que están a favor de detener la guerra para salvar los activos congelados por las sanciones occidentales, y los que están a favor de continuarla.
Kadyrov y Prigozhin son de los que quieren que la guerra continúe. Ese puede ser el mensaje que más le interese escuchar al líder ruso y por eso ha optado por mantenerlos cerca.
Información adicional de Andrei Zakharov e Ilya Barabanov.
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