El viernes 23 de abril unos comentarios del general ruso Rustam Minnekayev causaron alerta en Moldavia.
El comandante interino del Distrito Militar Central de Rusia sugirió que tomar el control del sur de Ucrania le serviría a Moscú como un corredor para ganar acceso a Transnistria, una región separatista prorrusa de Moldavia.
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“El control sobre el sur de Ucrania es otra forma de llegar a Transnistria, donde también hay hechos de opresión contra la población de habla rusa”, afirmó Minnekaev, según la agencia de noticias rusa Interfax.
Su discurso hizo que Moldavia expresara su “profunda preocupación” convocando al embajador ruso en el país y desde entonces la región separatista ha sufrido varios incidentes.
El lunes, un edificio en el centro de Tiráspol, la capital regional, resultó afectado tras un ataque con lanzagranadas, y el martes se registraron explosiones en el centro de radiotelevisión del pueblo de Maiak, cerca de la frontera con Ucrania.
Tras los últimos eventos, la presidenta de Moldavia, Maia Sandu, convocó una reunión del Consejo Supremo de Seguridad del país (CSS).
La Oficina para la Reintegración de Moldavia asegura que las explosiones buscaban “crear pretextos para poner a prueba la situación de seguridad en la región de Transnistria, que no está controlada por las autoridades constitucionales”.
Por su parte, el presidente de Ucrania, Volodymyr Zelensky, advirtió la noche del martes que “la guerra de Rusia contra Ucrania es solo el comienzo”.
“El objetivo final de Rusia no es solo apoderarse del territorio de Ucrania, sino desmembrar todo el centro y el este de Europa y darle un golpe a la democracia global”, añadió.
Las autoridades locales aseguraron este miércoles que durante la noche del martes se registraron disparos en un pueblo que alberga un gran depósito de municiones.
Precisaron que los ataques con drones habían sido lanzados desde Ucrania.
Pero Kiev afirma que se trata de una operación de “bandera falsa” destinada a desestabilizar la región y arrastrarla a la guerra.
Zelensky ha acusado anteriormente a los servicios especiales rusos de estar detrás de los ataques que sacuden a Transnistria.
Pero, ¿cómo es esta región y por qué interesa al Kremlin?
Transnistria es una pequeña región limítrofe con Ucrania que se encuentra al oeste de Moldavia, un país que formó parte de la Unión Soviética (URSS) desde 1940 hasta su disolución a principios de 1990.
Poco antes del colapso total de la antigua potencia comunista, estalló allí un conflicto entre la recién independizada República de Moldavia y grupos separatistas en Transnistria, que deseaban mantener lazos con Moscú.
La guerra civil no duró mucho, pero desde el cese el fuego en julio de 1992 se encuentran estacionadas cerca de 1.500 tropas rusas para “mantener la paz” en el territorio.
Con el fin del conflicto, Transnistria declaró su independencia.
Pero, aparte de otras regiones en disputa como Abjasia, Nagorno Karabaj y Osetia del Sur, ningún estado miembro de las Naciones Unidas la reconoce.
Cuenta con su propia Constitución, gobierno, ejército, moneda y hasta pasaportes, que son prácticamente inútiles.
Es tan autónomo que incluso las autoridades moldavas admiten que no tienen control sobre el territorio.
La mayoría de su población de alrededor de 500.000 habitantes tiene doble o triple nacionalidad, sea rusa, moldava o ucraniana.
A menos de 70 km al sureste de Chisináu, la capital de Moldavia, yace Tiráspol con sus 130.000 habitantes, una pequeña ciudad que a menudo se describe como “atrapada en la URSS”.
En esta capital regional no faltan calles con nombres de ídolos comunistas o fechas importantes de la era soviética ni tampoco una gran estatua de Lenin que se impone frente al edificio del Parlamento local de estilo brutalista.
Desde que Transnistria declaró su independencia hace 30 años, la población de Tiráspol ha disminuido en al menos un tercio.
La mayoría de sus habitantes se ha ido a buscar trabajo afuera, muchos a Rusia, debido a que las perspectivas económicas se desplomaron tras la caída de la URSS.
Los salarios aquí son incluso más bajos que en el resto de Moldavia, que es uno de los países más pobres de Europa.
Aunque los tres grupos étnicos predominantes de Transnistria (los rusos, los ucranianos y los moldavos) tienen un tamaño similar, el ruso es la lengua dominante.
Asimismo, las banderas rusas ondean junto a las de Transnistria -la única en el mundo que aún incluye una hoz y un martillo- en muchos edificios de la ciudad.
Transnistria también es conocido por albergar el mayor arsenal de la Guerra Fría: un depósito con unas 20.000 toneladas de armas y municiones.
Aunque según sus críticos una explosión en este lugar podría generar una detonación equivalente a la de la bomba de Hiroshima, otros expertos señalan que eso es poco posible, y que se trata de armas viejas y en desuso.
El depósito de armas de Kolbasna, cerca de la frontera con Ucrania, fue erigido en la década de 1940, cuando Moldavia aún formaba parte de la Unión Soviética.
Con el fin de la Guerra Fría se convirtió en el lugar donde fue guardado el armamento que traían consigo las fuerzas soviéticas al retirarse de Alemania oriental, Checoslovaquia y otros países del antiguo bloque comunista.
En una cumbre de la Organización para la Seguridad y la Cooperación en Europa (OSCE), realizada en 1999 en Estambul, Moscú aceptó retirar una parte de las municiones y armas que guardaba en Transnistria.
Entre los años 2000 y 2004, se llevó trenes enteros cargados de armas y municiones procedentes del depósito de Kolbasna, donde para entonces se estimaba que había unas 40.000 toneladas de este material.
Ese proceso, sin embargo, quedó paralizado por decisión de las autoridades de Transnistria y no ha podido ser reactivado.
En septiembre de 2021, en su discurso anual ante la Asamblea General de la ONU, la presidenta de Moldavia, Maia Sandu, reiteró su petición para el retiro de las tropas rusas de Transnistria y la eliminación de las armas y municiones guardadas en Kolbasna.
Pero Moscú se ha negado a permitir que otras fuerzas asuman el resguardo del material o las tareas de mantenimiento de paz en la zona.
Corresponsal del Servicio Ruso de la BBC
Tras dos días de explosiones en Transnistria, la situación en esta autoproclamada república comenzó a parecerse mucho a lo que pasaba en el Donbás antes de la invasión.
El 22 de abril, el general de división Rustam Minnekanov, subcomandante del Distrito Militar Central, dijo que el ejército ruso pretende, como resultado de la “segunda fase de la operación especial”, crear un corredor terrestre hacia Transnistria, donde supuestamente se han visto “casos de opresión” contra la población de habla rusa.
Pero quién los oprime es una gran incógnita.
Durante casi 30 años, el territorio de Transnistria ha gozado de bastante autonomía dentro de Moldavia.
Las últimas hostilidades tuvieron lugar allí en agosto de 1992, pero desde entonces sus habitantes siempre se la han llevado muy bien con todos sus vecinos.
A diferencia de Ucrania, Moldavia no ha reorganizado ni rearmado seriamente sus fuerzas armadas, y desde hace mucho tiempo los políticos moldavos bromean sobre la ineficacia de su ejército.
Las primeras semanas de la guerra en Ucrania se percibieron con mucho nerviosismo en Moldavia, muchos en este país temían que una victoria rápida de Putin podría incitar al ejército ruso a ocupar Moldavia.
Pero el ejército ruso no logró avanzar rápidamente, sus tropas se atascaron en batallas posicionales en el este de Ucrania.
Interrogado por la BBC, el Ministerio de Defensa ruso aseguró que estaba investigando las declaraciones del general Minnekaev, pero no desmintió que dentro de los planes del gobierno de Vladimir Putin estuviera crear un corredor por el sur de Ucrania hasta Transnistria.
Por su parte, el viceministro de Relaciones Exteriores de Rusia, Andrey Rudenko, afirmó que Moscú esperaba evitar una situación en la que tenga que intervenir en la región, una declaración que fue recibida con temor y escepticismo en Moldavia.
Como en Ucrania, por ahora, los verdaderos planes del Kremlin para Moldavia y su región separatista prorrusa de Transnistria, se desconocen.
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