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Cuando en 1748 Benjamin Franklin -científico, escritor, empresario y figura en la independencia de los Estados Unidos- publicó 'Consejos a un joven comerciante', cuya primera recomendación era “recuerda que el tiempo es dinero”, es probable que no estuviera pensando literalmente en vender tiempo.
Más de dos siglos después, su consejo cobró vida en un espacio donde todo es gratis, excepto el tiempo: a principios de este año, Ziferblat abrió sus puertas en el 388 Old Street, calle del barrio de Shoreditch, ubicado en Londres.
Se trata de un café con un concepto novedoso: quien allí entra elige uno de los tantos relojes despertadores dispuestos en la entrada y toma nota del horario. Luego se queda en el local el tiempo que quiera, consumiendo todo el café que desee -o frutas, muffins, sándwiches, té u otras bebidas-, todo sin costo.
Al salir pagará una tarifa según el tiempo transcurrido en el local. Cobran unos 3 peniques por minuto, es decir 1,80 libras esterlinas por hora (unos 2,2 euros), sin que esté estipulado un tiempo mínimo de permanencia. Este precio es menor al de un solo café en las grandes cadenas.
Esta sucursal londinense de Ziferblat (esfera del reloj, en ruso) marcó el debut en la Europa occidental de una cadena rusa que tiene diez locales en Moscú y otras ciudades del otrora imperio soviético, además de Eslovenia.
NACIDO DE LA CASUALIDAD
Dice su creador, el ruso Ivan Mitin, de 29 años: “Probé suerte en varias artes -música, literatura, teatro- y descubrí que no tenía suficiente talento para ninguna. Entonces ideé un proyecto llamado Poesía De Bolsillo. Imprimí pequeñas tarjetas con poesía y las repartí por toda Moscú, para que la gente encontrara poesía por doquier y recordara que forma parte del mundo.
La idea gustó tanto que muchos quisieron participar y ayudarme a preparar las tarjetas; organicé un lugar para poder tomarnos un té, comer algo dulce y trabajar. Descubrí que tenía talento para reunir gente y crear una atmósfera agradable, abierta. Y así empecé con Ziferblat“.
CENTRO SOCIAL
Nacido un poco de casualidad, este modelo de negocios se ubica en las antípodas de otras cadenas comerciales, donde los clientes compran una sola taza de café, se sientan con su celular, su tablet o su laptop para disfrutar del Wi-Fi gratuito y se quedan allí durante horas.
El hábito de transformar el bar en una suerte de oficina paralela ya es tan popular que existe un término especial para definirlo: coffice. Aquí, el objetivo es crear un centro social, un espacio donde la gente pueda trabajar si lo desea, pero también conversar e interactuar. Hasta es posible traerse la comida de casa y calentarla en un microondas a disposición de la clientela.
AMBIENTE ACOGEDOR
El local es espacioso, bien iluminado, con pisos de madera y un mobiliario de mesas y sillas muy confortable, en un mix moderno-vintage. También hay un piano que se puede tocar (si los demás clientes no se oponen), un nostálgico tocadiscos para vinilos y una pequeña biblioteca. Se puede hablar, bailar, cantar, discutir, pintar y tocar instrumentos: todo menos beber alcohol, que está prohibido.
El local empezó con el pie derecho; baste decir que a pocos días de abierto, la revista Time Out definió al Ziferblat de Londres como uno de los locales “que pelean por el título de la mejor inauguración del año”.
Este espacio se va convirtiendo para los clientes en una suerte de prolongación de sus propios hogares. Como lo explica Mitin, “los londinenses comprendieron de inmediato nuestra propuesta. Por ejemplo, lavar las tazas y los platos no es obligatorio, pero hemos notado que la gente no sólo lo hace, sino que también lava los platos de los demás: se comportan como inquilinos temporarios en una casa compartida”.
Hay modelos similares como AntiCafe, con dos locales en París y ahora uno más en Roma, y Slow Time Café, en Alemania. Cada local es un pequeño círculo, un punto de encuentro: la hora delcoffice está sonando.
Fuente: La Nación, Argentina/ GDA