Europa aún parece estar digiriendo la idea de que la guerra ha llegado nuevamente al corazón del Viejo Continente tras décadas de paz.
La invasión de la península ucraniana de Crimea por parte de Rusia en 2014 desató todas las alarmas.
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Ese fue el primer aviso. El segundo llegaría el 24 de febrero de 2022, cuando el gobierno de Vladimir Putin inició por sorpresa la sangrienta invasión militar a gran escala de Ucrania.
Las cifras muestran que Europa está preocupada por su seguridad y se enfrenta a un triple desafío: seguir equipando al ejército de Volodymyr Zelenski, modernizar sus arsenales y reclutar efectivos y darles formación, incluso volviendo al antiguo modelo de servicio militar obligatorio.
Ante este nuevo escenario, la mayoría de los miembros europeos de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) aumentaron su gasto militar el año pasado. Su participación combinada representó el 28% del presupuesto total de la Alianza Atlántica, la cifra más alta en una década, según un estudio del Instituto Internacional de Investigación para la Paz de Estocolmo (SIPRI).
“Desde 2014, la OTAN ha experimentado la transformación más importante en la defensa colectiva en una generación. Hemos puesto en marcha los planes de defensa más completos desde la Guerra Fría, con más de 500.000 tropas en alta disponibilidad en la actualidad. También hemos duplicado el número de grupos de combate a lo largo de su flanco oriental”, le dijo a BBC Mundo la oficina de comunicación del organismo con sede en Bruselas.
Los países que forman este flanco oriental, también conocidos como los “Nueve de Bucarest'” son los más cercanos geográficamente a Rusia: Bulgaria, República Checa, Estonia, Hungría, Letonia, Lituania, Polonia, Rumania y Eslovaquia, además de los recién llegados a la organización: Suecia y Finlandia.
“Para los Estados europeos de la OTAN, los dos últimos años de guerra en Ucrania han cambiado fundamentalmente las perspectivas de seguridad”, afirma Lorenzo Scarazzato, investigador del Programa de Gasto Militar y Producción de Armas del SIPRI.
“Este cambio en la percepción de las amenazas se refleja en el aumento de la proporción del PIB que se destina al gasto militar, y el objetivo del 2% de la OTAN se considera cada vez más como un punto de referencia más que como un umbral a alcanzar”, añade.
Pero muchos analistas advierten que más gasto en armamento, pero sin personal, no es viable.
De ahí que la idea de volver al servicio militar obligatorio o a alguna forma de reclutamiento haya ido ganando atención en los últimos años en varios países de Europa.
“La forma en que se recluta y retiene al personal militar es una decisión que corresponde a nuestros aliados. Alrededor de un tercio de los miembros de la OTAN tienen alguna forma de servicio militar obligatorio y otros están sopesando el reclutamiento. Lo importante es que los aliados sigan teniendo fuerzas armadas capaces de proteger a nuestros países”, le dijo a BBC Mundo un portavoz del organismo.
Con distintos formatos y niveles de compromiso, hasta 10 países europeos mantienen algún esquema de servicio militar forzoso o de reclutamiento voluntario: Suecia, Noruega, Dinamarca, Finlandia, Austria, Estonia, Letonia, Lituania, Francia y Grecia.
La diferencia entre servicio obligatorio y reclutamiento es que en el primero todos los hombres (y a veces también todas las mujeres) de cierta edad deben servir en su país durante un período mínimo de tiempo, mientras que en el segundo todos son elegibles para hacerlo, pero existe la posibilidad de que no sean llamados al servicio activo.
Los principales cambios se han producido en los países bálticos y escandinavos en consonancia con la mayor percepción de riesgo ante una posible agresión rusa o una escalada del conflicto.
“Todo el antiguo espacio soviético y los países del Pacto de Varsovia en Europa del Este continuaron manteniendo el servicio militar obligatorio. Una de las razones más evidentes es el miedo a la vuelta de Rusia a la zona y el resurgir de una actitud beligerante de su vecino”, le explica a BBC Mundo Luis Velasco, profesor de Historia de las Relaciones Internacionales de la Universidad de Vigo y profesor visitante del King's College de Londres.
“Pero para los países de Europa occidental, tras la caída del muro de Berlín, dejó de tener sentido. No había motivos para mantener esas enormes cantidades de soldados y de reservistas operativos“, añade.
“Además, hubo una fuerte presión social para finalizar con el servicio militar obligatorio por parte del movimiento pacifista, el movimiento ecologista e incluso el feminista”.
Letonia es el país que más recientemente ha implementado el servicio militar forzoso. Reintrodujo la obligatoriedad el 1 de enero de este año, después de haber sido eliminado en 2006. Pero sus vecinos en el Mar Báltico se han movido rápido también.
Lituania había abandonado su llamado a filas en 2008, pero lo reinstauró en 2016 tras la primera invasión rusa de Ucrania en 2014 y Estonia siempre ha mantenido una forma de servicio militar obligatorio desde su independencia en 1991, aunque ha ampliado la red de aquellos obligados a ser llamados a filas.
Por su parte, Finlandia, que recientemente se unió a la OTAN, ha mantenido el servicio militar obligatorio desde la Segunda Guerra Mundial y se estima que atrae a 27.000 ciudadanos varones cada año.
Y sus dos vecinos escandinavos no solo han vuelto a un modelo similar, sino que además han introducido la paridad: las mujeres también deben hacer el servicio militar en Suecia y en Noruega.
Suecia, que se unió a la OTAN en marzo, había abandonado el servicio militar obligatorio en 2010, pero lo reintrodujo en 2018 cuando el país se preparaba para unirse a la OTAN.
En marzo, Dinamarca anunció planes para ampliar el servicio militar obligatorio a las mujeres por primera vez y aumentar el tiempo del servicio estándar de cuatro a 11 meses.
“Hay determinados países con un nivel de conciencia sobre la defensa nacional sobresaliente, como por ejemplo Finlandia, donde el servicio militar tiene un grado de aceptación altísimo entre la sociedad, próximo al 90%”, le recuerda a BBC Mundo Francisco Gan Pampols, teniente general retirado del ejército español.
Los nórdicos entienden muy bien la amenaza que se cierne sobre ellos y de dónde viene, añade.
“Y hay otros países en los que sería prácticamente imposible reintroducir ese concepto porque el sentido de defensa nacional es muy bajo. La defensa se deja en manos de un ejército profesional y ellos son los responsables”, explica Gan Pampols.
Pero lo cierto es que no hay en la actualidad en Europa ningún ejército que pudiera sostener el esfuerzo bélico que supone un conflicto como el de Ucrania si no se movilizan recursos adicionales.
Los expertos explican que no solo hay que reclutar más efectivos, sino que además hay que formarlos, enviarlos al frente y darles tiempo de descanso al volver. Y en ese ciclo se necesita un reemplazo ya listo.
El otro desafío al que se enfrentan los países es el grado de tecnificación de los ejércitos, que ha aumentado exponencialmente.
“A medida que la especialización crece, el tiempo necesario para adquirirla también lo hace. Hoy en día las vacantes del ejército son puestos que necesitan mucho adiestramiento y luego práctica. Primero hay que formar y luego hay que practicar. Y eso lleva tiempo”, dice Gan Pampols.
Y como ejemplo pone el puesto de operador de drones. Hacer el curso para pilotarlos es corto, pero luego hay que entrenar para hacerlo de noche, con sistemas de visión infrarroja o gafas de realidad virtual.
Son procesos en los que la cantidad de tiempo necesario para garantizar el éxito se dispara.
“No nos rearmamos porque queramos la guerra. Nos rearmamos porque queremos evitarla”, afirmó la primera ministra Mette Frederiksen al anunciar los planes militares de Dinamarca.
La inteligencia militar coincide en esto: el objetivo de los planes de Europa para aumentar presupuesto no es entrar en guerra; es disuadir al enemigo, tener una estrategia creíble.
Y para ello hay que mejorar el arsenal, pero también las capacidades humanas y de adiestramiento.
Alemania ha entendido esto muy bien. Sus analistas manejan un escenario de cara a 2030 en el que Europa se ve envuelta en lo que la jerga militar denomina “un conflicto regional de alta intensidad”.
Ante esta posibilidad, el gobierno de Olaf Scholz determinó que el número de efectivos militares con los que cuenta y el nivel de peligro que le acecha no es proporcional y por eso se plantea reinstaurar el servicio militar obligatorio.
Alemania descartó este tipo de reclutamiento en 2011, pero la guerra de Rusia en Ucrania la ha obligado a repensarlo.
Con una medida de este tipo, el país mostraría que es creíble y a la vez protegería su activo más valioso: sus exportaciones. Alemania incrementó su presupuesto de Defensa porque su capacidad económica se sustenta en que no haya nada que ponga en riesgo su producción.
Alemania calcula que un conflicto regional pondría en riesgo sus comunicaciones, sus suministros y sus exportaciones, y sus principales socios en Europa entrarían en economía de guerra y dejarían de comprarle.
Ya en 2022, Berlín prometió invertir masivamente en sus fuerzas militares que considera reducidas y anticuadas, en un esfuerzo por tener un rol mucho más asertivo en la defensa de Europa.
Pero al día de hoy, como en cualquier otro país de Europa occidental, el servicio militar obligatorio siempre ha sido algo que los gobiernos se han mostrado reacios a introducir.
“No sólo es impopular entre aquellos a quienes se les pide servir –y sus familias– sino que también elimina capital humano de la fuerza laboral de cualquier estado y tiene implicaciones económicas”, escribe Rod Thornton, profesor de Estudios Internacionales, Defensa y Seguridad del King's College de Londres en la web de The Conversation.
El mapa geopolítico y militar de casi todos los países de Europa ha cambiado mucho en la última década, pero reconstruir los sistemas de defensa lleva mucho más tiempo. Y eso Rusia lo sabe muy bien, advierten los analistas.
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