Luego de dos semanas a la deriva en el Mediterráneo, con 356 personas rescatadas a bordo y tras la negativa de diferentes gobiernos europeos por permitir su desembarco, la travesía del Ocean Viking llegó a su fin con la apertura del puerto de Malta.
El buque de bandera noruega es operado por las organizaciones SOS Méditerranée y Médicos Sin Fronteras (MSF).
Germán Casas, presidente de MSF para Latinoamérica, estuvo en nuestro país el fin de semana para participar en la junta directiva de la organización.
—Por fin buenas noticias...Es importante aclarar que no son tan buenas. MSF celebra que un grupo de gobiernos europeos ven la posibilidad de recibir un desembarco humanitario, pero debemos manifestar el descontento y preocupación por la espera innecesaria de personas en riesgo de muerte.
—¿Cuál es el tiempo ideal de desembarque para un rescate de este tipo?No debe tardar más de 24 horas. Es inhumano haber mantenido a 356 personas con riesgo de muerte esperando la aprobación de un puerto, especialmente cuando estas personas están protegidas –en teoría– por el derecho internacional humanitario y los gobiernos europeos son signatarios.
—¿Cuál es la frecuencia de rescate de un barco humanitario en el Mediterráneo?Es variable, pero siempre hemos trabajado con sobrepoblación. Es decir, las 356 personas estuvieron en un barco capacitado para 100 personas como máximo. Tener el barco en esas condiciones implica no poder dirigirlo a otro sitio donde sabemos que hay gente muriendo.
—¿Cómo lograron mantener tanta gente todo ese tiempo?Tenemos un dispositivo en el cual hay ayuda médica, nutricional, apoyo psicológico, hay primeros auxilios. Pero es una atención de emergencia y la mayoría de las personas rescatadas en el Mediterráneo están en condiciones vitales muy graves. Luego tienen que ser acogidas en un dispositivo que nuestro barco, en términos de que se puedan mantener, tener comida, atención prioritaria, atención nutricional. El barco solo lo tenemos equipado para situaciones de emergencia. Es una solución transitoria, no se pueden quedar a vivir en el barco.
—¿Tienen un estimado de a cuántos podrían haber salvado en esos 14 días? No tenemos ese estimado con certeza. MSF en todos sus programas de atención a migrantes ha salvado más de 80 mil vidas. Un año y medio sin poder zarpar al Mediterráneo implicó muchas vidas perdidas.
—Ha pasado un año y dos meses desde que Italia cerró sus puertos, ¿ve una solución pronta al problema?La solución definitiva es que los gobiernos europeos cumplan su mandato de proteger los derechos humanos. Lo que encontramos en nuestro barco es la manifestación más desgarradora de lo inhumano que puede llegar a ser el ser humano. Para que una persona tenga que decidir arrojarse al mar, donde lo más seguro es que encuentre la muerte, quiere decir que está huyendo de algo demasiado grave. Y podemos decir que ha habido una negativa sistemática de no permitir que actuemos salvando vidas en el Mediterráneo. Además, ha habido una criminalización de la gente que ayuda.
—¿Qué tipo de acciones ha habido en su contra?Nos acusan de ser ilegales, que estamos traficando con vidas, que estamos realizando actos que no están contemplados en la ley migratoria o desafiando a los gobiernos. Hay acciones legales que se han imputado a funcionarios de MSF y de otras organizaciones en varias partes. Nuestra posición es un acto voluntario. En ese sentido, sabemos que estamos enfrentados a un riesgo como en cualquier misión. Lo que no podemos aceptar es que el riesgo sea uno de imputación legal por un acto humanitario. No puede haber una ley que castigue salvar una vida.
—¿En qué países tienen procesos abiertos? En Italia, por ejemplo.
—El puerto de Trípoli ofreció que desembarquen en él poco. ¿Cómo tomaron ese ofrecimiento, tomando en cuenta que la mayoría de los rescatados huía de Libia? Es importante aclarar que no necesariamente los rescatados pertenecen a una única nacionalidad. Muchos han huido de las prisiones, porque los centros de detención en Libia son realmente prisiones, donde la gente ha estado sometida a situaciones vitales muy graves. Es preferible para ellos afrontar el riesgo de la muerte que quedarse en Libia. Es importante que eso se sepa. Nosotros no podemos someter a las personas que están huyendo a más riesgo del que escapan.
—Usted tiene una experiencia muy amplia en misiones en diferentes lugares del mundo. ¿Lo que sucede en el Mediterráneo se podría replicar en otras regiones?Por supuesto. Lo que pasa en el Mediterráneo es una tragedia en cuanto a que la gente muere ahogada, de inanición, deshidratada o por desnutrición. Pero en general, vemos que el migrante tiene muchos riesgos y lo vemos con los venezolanos que atraviesan la frontera entre Colombia y Venezuela o la de Ecuador y Perú. Lo vemos con los migrantes que pasan la frontera entre México y Honduras. El migrante siempre tiene una condición de riesgo enorme. Ahora, claro, no queremos comparar una tragedia con otra porque cada vida humana es digna. Lo que pasa en el Mediterráneo a diferencia de otras partes es que la frontera es marítima.
—Se me vienen a la mente los venezolanos que intentan llegar al Caribe en precarias embarcaciones... MSF respecto a la migración venezolana tiene más proyectos en la ruta migratoria en las fronteras, no necesariamente en condiciones que van al mar. No lo sabemos. La migración en América Latina es más terrestre, pero también corren riesgos enormes.