Ciudad del Vaticano. El papa Francisco instó el domingo a los obispos a romper el statu quo y proponer formas de cuidar mejor a la Amazonía y a sus pueblos indígenas, en medio de amenazas por los incendios forestales, el desarrollo y lo que describió como las “cenizas del miedo” ideológicas.
Francisco inauguró una cumbre de tres semanas sobre la conservación de la Amazonía y la labor pastoral a sus pueblos indígenas, enfrentado a críticas de conservadores que se oponen a su visión ecologista.
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El papa Francisco celebró una misa en la Basílica de San Pedro, en un momento en el que la atención del mundo está en los incendios forestales que devoran la selva, considerada por los científicos como un baluarte crucial contra el calentamiento global.
A la ceremonia asistieron representantes indígenas, algunos con el rostro pintado y tocados de plumas, así como más de 180 cardenales, obispos y sacerdotes sudamericanos vestidos de verde, al igual que el Papa.
Los asistentes viajaron al Vaticano para las tres semanas de debates, un sínodo que se ha convertido en uno de los más controvertidos del papado de Francisco.
Entre las propuestas más polémicas estaba la ordenación de ancianos casados como sacerdotes para combatir la escasez crónica de sacerdotes en la región. Ahora los católicos indígenas en zonas remotas de la Amazonía pueden pasar meses sin ver un sacerdote o asistir a una misa.
Otra propuesta controvertida pide a la Iglesia católica que identifique nuevos “ministerios oficiales” para las mujeres, aunque los organizadores dejaron claro que la ordenación sacerdotal quedaba descartada.
Los críticos conservadores de Francisco, incluido un puñado de cardenales, describieron las propuestas como “heréticas” y una invitación a una religión “pagana” que idolatra la naturaleza en lugar de a Dios. Han planteado una campaña de oposición, emitiendo peticiones y celebrando conferencias para expresar sus opiniones.
Sin embargo, Francisco instó en su homilía a los obispos amazónicos a seguir adelante con valentía, instándoles a ser “prudentes” pero no “tímidos” al buscar nuevas formas de proteger el medio ambiente y atender a los fieles. Distinguió entre el “fuego” del celo misionero y los fuegos que intentan desmontar la selva para dedicar el terreno a la ganadería y agricultura.
“El fuego prendido por los intereses que destruyen, como el fuego que devastó hace poco la Amazonía, no es el fuego del Evangelio”, dijo. “El fuego de Dios es calidez que atrae y reúne en la unidad. Se alimenta del intercambio, no de los beneficios”.
Francisco pidió que la “audaz prudencia” de Dios inspirase a los obispos para tomar medidas valientes que protegieran la región.
“SI todo continúa como era, si pasamos nuestros días satisfechos con el ‘así es como se han hecho siempre las cosas’, entonces el don se desvanece, sofocado por las cenizas del miedo y la preocupación por defender el statu quo”, dijo.
En muchos aspectos, Francisco inauguró el sínodo el año pasado con su visita a la Amazonía peruana, donde exigió que las corporaciones detuvieran su incesante extracción de madera, gas y oro.
Reunido con familias locales en Puerto Maldonado, Francisco declaró que la Amazonía y sus pueblos indígenas eran “el corazón de la Iglesia” y reclamó que los gobiernos reconocieran sus derechos para determinar el futuro de la región.
Sin embargo, el sínodo sobre la Amazonía tiene sus raíces mucho más atrás, e incluso antes de la histórica encíclica de 2015 “Alabado sea”, en la que Francisco condenó los intereses comerciales que anteponían los beneficios a todo lo demás para destruir la selva.
Cuando el papa era el cardenal argentino Jorge Mario Bergoglio, participó en el borrador del documento final del encuentro de obispos suramericanos en Aparecida, Brasil en 2007, que identificó a la Amazonía y su pueblos indígenas como amenazados por intereses económicos globales y merecedores de la máxima atención de la Iglesia. Los asesores cercanos al papa han señalado que en muchos aspectos, el documento de Aparecida es un esbozo de su pontificado.
Los científicos afirman que la frondosa vegetación selvática atrapa el dióxido de carbono que atrapa el calor en la atmósfera y eleva las temperaturas. Además, la humedad que producen los árboles afecta a los patrones de lluvia y clima en toda América del Sur y más allá.
Aunque el número de incendios en la Amazonía cayó de forma drástica el mes pasado, parte de la selva ardió en julio y agosto a un ritmo inaudito desde 2010. Eso avivó el temor al cambio climático en todo el planeta, puso los fuegos en la agenda de la cumbre del Grupo de los Siete acogida por el presidente de Francia, Emmanuel Macron, y dirigió la indignación medioambiental contra la estrategia prodesarrollo del presidente de Brasil, Jair Bolsonaro.
Bolsonaro ha reiterado que quiere impulsar el desarrollo económico en la Amazonía y regularizar la minería ilegal a pequeña escala. También ha criticado con dureza a países extranjeros por interferir con lo que considera un asunto interno brasileño.
Fuente: AP