La reunión en el complejo presidencial de Turquía era de tres personas, pero solo hubo dos sillas. Dos caballeros con ternos relucientes las ocuparon ante la mirada de la tercera, quien expresó su incomodad con un “ehm”.
Ellos la observaron, entendieron qué sucedía, y, sin titubear, se acomodaron. A ella solo le quedó sentarse en un sofá ubicado a un par de metros, durante tres horas.
Ya se habla del ‘Sofagate’.
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Los protagonistas de la escena más bochornosa del año fueron el presidente de Turquía Recep Tayyip Erdogan y el presidente del Consejo Europeo Charles Michel, quienes ocuparon los puestos más importantes de la reunión, olvidándose que la presidente de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, también estaba presente.
Nada los inmutó, y la reunión continuó en esas extrañas circunstancias.
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Más tarde, la Comisión Europea alzó su voz de protesta. “La presidenta espera que la institución que ella representa sea tratada con el protocolo apropiado, y por eso ha solicitado a su equipo que se encargue de que este incidente no vuelva a ocurrir”, dijo un representante.
¿Por qué el gesto ha causado tanta polémica?
Además de una falta de respeto, el gesto resuena porque Turquía es una bomba de tiempo en lo que se refiere a violencia en contra de las mujeres. Según Human Rights Watch, su “defectuoso sistema de protección contra la violencia familiar deja a mujeres y niñas sin protección contra los abusos domésticos”.
Hay leyes que protegen a las mujeres víctimas de “malos tratos”, pero “lagunas en la legislación y las deficiencias de la policía, fiscales, jueces y otros funcionarios, hacen que el sistema de protección sea impredecible en el mejor de los casos y, a veces, claramente peligroso”.
HRW entrevistó a niñas y mujeres de 14 a 65 años de todos los niveles de educación e ingresos y los resultados fueron alarmantes.
“[Ellas] describieron cómo fueron violadas; apuñaladas; pateadas en el abdomen durante el embarazo; golpeadas con martillos, palos, ramas y mangueras hasta el punto de sufrir huesos rotos y cráneos fracturados; encerradas junto con perros u otros animales; privadas de comida; atacadas con armas para aturdir; inyectadas veneno; empujadas desde azoteas; y sometidas a violencia psicológica grave”, se lee en la página de la organización.
Y como negando la calamitosa situación, a mediados de marzo se anunció que Turquía se saldría de la Convención de Estambul, cuyo objetivo es “prevenir y combatir” este tipo de violencia.
El ministro del Interior, Süleyman Soylu, se excusó anotando que “la existencia o ausencia de convenios internacionales no reduce ni aumenta nuestras responsabilidades para prevenir” estos delitos.
Según el portal France 24, hay conservadores que apoyan la decisión porque “daña la unidad familiar, fomenta los divorcios” y evita que la comunidad LGBT sea más aceptada en la sociedad.
El Consejo de Europa, a través de su secretaria general Marija Pejčinović Burić, señaló que esta era una noticia triste y “condenable porque amenaza la protección de las mujeres”.
Es en ese contexto que la reunión entre Erdogan, Michel y Von der Leyen se organizó.
¿CALMAR LAS AGUAS?
El remedio terminó ser peor que la enfermedad. La reunión que se llevó a cabo en Ankara y que debió poner paños fríos a la relación entre Europa y Turquía, se salió de las manos.
Uno de los temas candentes de la junta sería la salida del Convenio de Estambul, y Von der Leyen se refirió a ello al concluir la junta.
“Es un tema en el que nunca nos cansaremos de insistir, porque obstaculiza el progreso, y deseamos una actitud diferente. No hemos podido convencer, pero instamos a Turquía a reconsiderar su postura”, sentenció.
Y para empeorar la situación, los turcos encargados de la reunión, se excusaron, afirmando que habían seguido todos los protocolos.
“La presidenta de la Comisión Europea no fue tratada de forma distinta. La delegación de la Unión Europea no pidió un arreglo distinto, tampoco. En este tipo de situaciones, esperaríamos a que los dos invitados hicieran un arreglo entre ellos”, afirmaron.
Según recoge “El País”, el vocero de la Comisión Europea Eric Mamer ha preferido no tildar el desplante como una “actitud misógina de Erdogan”, aun teniendo en cuenta que en otras reuniones sí se dispusieron más asientos.
“La presidenta estaba claramente sorprendida, como se puede apreciar en los vídeos, pero decidió dar prioridad a la sustancia por encima del protocolo”, anotó Mamer.
Mientras tanto, Michel hizo un descargo en Facebook, en donde anotó que “a pesar de una clara voluntad de hacer lo correcto, la interpretación estricta de las normas de protocolo por parte de los servicios turcos produjo una situación penosa: el trato diferenciado, incluso disminuido”.
Y que, si bien quiso reaccionar, él y Von der Leyen optaron por no hacer más difícil una situación que por sí sola es gravísima, por lo que dieron más importancia a la discusión política.
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