Un día como hoy, Mijail Gorbachov consolidó su poder en la Unión Soviética. Luego de ejercer como secretario general del Partido Comunista de la URRS, el 1 de octubre de 1988, fue elegido presidente del Presidium del Soviet Supremo; es decir jefe del Estado soviético.
Su ascenso al poder fue clave para la continuidad de la Perestroika.
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Su elección se sucedió en una sesión exprés (45 minutos) del Parlamento (compuesto por dos cámaras y 1.500 diputados). Allí y por unanimidad, se le designó por el buen trabajo que venía haciendo y por el “aumento de efectividad del sistema político soviético”.
“Tenemos una estrategia profundamente elaborada, bien pensada y, se puede decir, un programa de reestructuración [perestroika] forjado en el sufrimiento”, sostuvo Gorbachov.
El líder fallecido recientemente -el 30 de agosto-, ofreció entonces eliminar las “deformaciones y tergiversaciones de los principios del socialismo, la ampliación de las posibilidades del sistema, la modernización del país” y la consecuente “mejora sustantiva de las condiciones materiales y sociales de vida”.
De esta manera, la Perestroika entraba en una nueva fase.
Idas y vueltas
Mijail Gorbachov estaba determinado a “introducir los principios de autogestión y autofinanciación en el terreno económico”. También buscaba mantener “la política de transparencias informativa o de las glasnot y la política de desarme nuclear”.
Los cambios, claro está, comenzaron años antes. Sin embargo y como era esperable, hubo cierto rechazo. “Lo viejo está empezando a ceder a lo nuevo, pero con lucha”, declaró Gorbachov.
En 1985, el líder llegó al poder de la URSS -como secretario general del Partido Comunista-, sucediendo a Constantin Chernenko. Y lo que encontró fue un sistema que se desmoronaba. Su propuesta fue radical, pero paulatina: acercarse al capitalismo, en especial a Estados Unidos.
Ello significó terminar, por fin, con la Guerra Fría.
Para ello, conversó el presidente estadounidense Ronald Reagan (con quien, incluso, desarrolló una buena amistad) y, más tarde, con George H. Bush. El resultado: “la eliminación de los misiles balísticos de alcance intermedio, la destrucción y no producción de armas químicas y limitar el número de ojivas nucleares que poseería cada país”.
En paralelo, Gorbachov retiró a las tropas soviéticas de Afganistán, luego de una guerra de ocho años que no dio buenos resultados.
Vale mencionar que la perestroika y su “descentralización del Estado” trajo como resultado, indica la National Geographic, que los nacionalismos de la zona báltica se empoderaran.
Finalmente, para 1991, Gorbachov perdió el control. “Convertir a la URSS en una federación descentralizada de repúblicas independientes con un presidente y una política militar y exterior comunes” restaba poder a los burócratas, así que se orquestó un golpe de Estado que no prosperó.
“Fracasó estrepitosamente, pero Gorbachov ya no se recuperó [...] tuvo que dimitir de su cargo de secretario general del PCUS y disolver el Comité Central”, explica el medio. Pero nadie pudo borrar su legado.
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