El presidente saliente de Argentina, Mauricio Macri, no pareciera tener muchos motivos para festejar.
Este 10 de diciembre le entregará la banda presidencial a su sucesor, el peronista Alberto Fernández, quien, en sociedad con la exmandataria Cristina Fernández de Kirchner, lo superó en los comicios del 27 de octubre pasado.
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La victoria -del 48% contra el 40% del macrismo- marcó el final abrupto del gobierno de Cambiemos, la coalición de centroderecha que había llegado al poder en las elecciones pasadas, en 2015.
Macri tuvo el dudoso honor de convertirse en el primer presidente argentino que no logró ser reelegido desde que se habilitó esa opción, hace 70 años.
La derrota electoral frenó un nuevo proyecto político que había llegado con la promesa de transformar a Argentina.
Después de todo, Macri era el primer presidente no peronista ni radical en gobernar Argentina desde la Segunda Guerra Mundial.
Y el contundente triunfo que había logrado Cambiemos en las elecciones legislativas de medio término, en 2017, hacía suponer que esta nueva propuesta tendría futuro.
Pero todo cambió a partir de 2018, cuando una serie de corridas cambiarias provocaron grandes devaluaciones que dispararon la inflación y la pobreza.
La popularidad de Macri cayó en picada, perdió las elecciones y hoy muchos en su país lo responsabilizan por la peor crisis económica desde 2001.
Pero incluso en medio de este panorama negativo, el traspaso de mando también marca un hito positivo para Macri. Incluso un récord.
Porque a pesar de los problemas, el presidente saliente logrará concluir su mandato.
Y así se convertirá en el primer jefe de Estado no peronista que pudo terminar su gobierno desde que Juan Domingo Perón llegó al poder, hace más de siete décadas.
Transición histórica
Nunca antes en la historia de Argentina ocurrió lo que pasará este 10 de diciembre.
Fernández será el primer presidente peronista que recibirá la banda presidencial de un rival en tiempo y forma.
Desde 1928, ni un solo gobernante de otro partido que no fuera el peronista -ni siquiera uno de la histórica Unión Cívica Radical (UCR)- logró entregar el mando cuando correspondía.
Para entender por qué, hay que repasar el dominio que ha tenido el peronismo en Argentina desde su surgimiento.
Hasta la década de 1980, las únicas veces que no gobernó el peronismo fue cuando este fue pronoscripto (1955-1973) o cuando gobernaron los militares.
A partir del regreso de la democracia, en 1983, hubo solo tres presidentes no peronistas.
Los primeros dos, Raúl Alfonsín (1983-89) y Fernando de la Rúa (1999-2001), eran radicales, y ambos enfrentaron graves crisis económicas.
Los dos debieron entregar el poder de forma anticipada... a peronistas.
Macri es el tercer mandatario no peronista que gobierna desde el regreso de la democracia, y es el único que ha podido llegar al final de su mandato, algo que resaltó en un discurso que dio el pasado jueves, resumiendo los logros de su gestión.
"Es la primera vez en 100 años que un gobierno no peronista y con minoría en ambas Cámaras logra terminar. Y esto no es el logro de un gobierno, es de todos los argentinos. Es una avance en nuestra democracia", destacó.
Macri no solo llegó: también protagonizó el traspaso de mando más ordenado que se recuerde en la historia moderna del país.
La foto
Aunque en otros lados quizás sea normal que un presidente saliente llame a felicitar al rival que acaba de derrotarlo en elecciones, en Argentina esto es inusual.
Aún más inusual es que lo invite a desayunar al palacio presidencial, la Casa Rosada, la mañana después de su victoria, como hizo Macri.
Ese encuentro, el 28 de octubre, quedó captado en un par de fotos que para muchos argentinos representaron un importante hito institucional.
También el discurso de Macri la noche anterior, en el que felicitó públicamente a su rival, fue ampliamente elogiado.
Los gestos del presidente saliente supusieron un cambio de 180 grados con respecto a lo que había ocurrido cuatro años antes, cuando él había sido el ganador de los comicios.
Lejos de felicitarlo o convocarlo a un encuentro, la entonces mandataria Cristina Fernández de Kirchner se rehusó incluso a colocarle la banda presidencial, y no asistió a su toma de posesión.
Lo cierto es que los gestos de Macri no son casuales. Más allá de las críticas que ha recibido por su manejo de la economía, incluso sus rivales, como Fernández, han reconocido algunos de los aportes que hizo en términos de calidad institucional.
“Valores republicanos”
"Defender los valores republicanos" siempre fue la principal bandera del macrismo.
"Fuimos un gobierno que no robó, que no abusó de su poder", remarcó el jefe de Estado saliente poco antes de dejar el cargo.
Para Carlos Gervasoni, profesor de Ciencia Política en la Universidad Torcuato Di Tella (UTDT), la lucha contra la corrupción, la tolerancia a la crítica y el respeto hacia la oposición fueron algunas de las características del gobierno que más contrastaron con lo ocurrido durante el kirchnerismo.
Muchos analistas coinciden en que fue la importancia dada a estos valores democráticos los que llevaron a que el oficialismo lograra el 40% de los votos en octubre pasado, a pesar de la mala situación económica.
Gervasoni le dijo a BBC Mundo que fueron dos los principales avances institucionales del macrismo.
Primero, la "normalización" del Instituto Nacional de Estadísticas y Censos (Indec), que mide la inflación y la pobreza, entre otros, y que había sido intervenido políticamente durante el kirchnerismo, para fraguar las cifras.
Y en segundo lugar, la despolitización del sistema de medios públicos argentino, que durante la presidencia anterior fue “convertido en un apéndice del gobierno”.
Alternancia política
Para el académico, la propia derrota electoral de Macri es evidencia de que la democracia argentina está más sólida que en el pasado.
"El test mas riguroso para mostrar que un país es democrático es que los oficialismos pierdan elecciones", señala.
Que Cambiemos haya podido concluir su gobierno -agrega- es "simbólicamente importante" para Argentina.
"(El presidente radical) Marcelo Torcuato de Alvear fue el último no peronista que pudo terminar su mandato, en 1928".
"El hecho de que otro presidente no peronista esté terminando su mandato en relativa tranquilidad -más allá de la crisis económica- marca el fin del mito que decía que ningún gobierno no peronista tendría el poder suficiente para gobernar", afirma.
“Le aporta normalidad a la política argentina, la normalidad que tienen otras democracias”.