Sobre las camas del Barco Hospital USNS Comfort, que pertenece a la marina de Estados Unidos, han reposado soldados estadounidenses, civiles iraquíes, haitianos sacudidos por el terremoto y ciudadanos neoyorkinos heridos en los atentados del 11 de septiembre, entre otros muchísimos pacientes.
El Comfort, que es uno de los hospitales flotantes más grandes del mundo con una docena de quirófanos y capacidad para 1.000 camas, ha prestado asistencia sanitaria en algunas de las guerras o catástrofes naturales más cruentas y encarnizadas de la historia reciente.
Construido en 1987, su primera gran misión fue la primera guerra del Golfo (1990-1991), cuando atendió a cerca de 8.000 heridos. A este conflicto le siguió la crisis de los balseros haitianos de 1994, en la que cientos y cientos de personas se echaron al mar rumbo a Jamaica, huyendo de la pobreza de Haití.
También prestó ayuda cuando Al Qaeda atacó las Torres Gemelas o cuando Estados Unidos invadió Irak, en 2003, en una controvertida operación militar. Después, vinieron el devastador huracán Katrina, que asoló la ciudad de Nueva Orleans en 2005, y el mortífero terremoto de Haití de 2010, que se cobró la vida de más de 3.000 haitianos y dejó sin hogar a 1,5 millones de personas.
Cuando la política exterior de Estados Unidos o los caprichos de la naturaleza le dan un respiro, este buque hospitalario se embarca rumbo a Latinoamérica en una misión humanitaria conocida como “Promesa Continua”.
Cada dos años y durante seis meses seguidos, un millar de médicos y enfermeros de la Marina estadounidense recorren las costas de Latinoamérica y el Caribe en una especie de gira médica, ofreciendo consultas y tratamientos gratuitos.
Este año el Comfort ya ha visitado Nicaragua, Jamaica y Guatemala. Hasta el 7 de junio se encuentra anclado en la ciudad panameña de Colón, en la costa caribeña, y en los próximos meses viajará a El Salvador, Colombia, Barbados, Dominica, República Dominicana, Honduras y Haití.
La misión “Promesa Continua”, que se llevó a cabo por primera vez en 2007, “nos permite prepararnos y conocer cómo trabajan los Ejércitos locales, en el caso de que en el futuro tengamos que intervenir por una catástrofe natural u otro acontecimiento”, explicó en Panamá el capitán del buque y responsable de la misión, Sam Hancock, durante una visita de Efe al navío.
Es un mastodonte de acero de 273 metros de eslora, que tiene 10 pisos y el banco de sangre más grande del mundo, con capacidad para 5.000 unidades.
“En el Comfort se puede hacer cualquier tipo de operación, excepto neurocirugías y trasplantes, lo único que hay que hacer es anclar al suelo los equipos y las camillas en alta mar para que no rueden por el quirófano con el vaivén de las olas”, apuntó la responsable médica de la misión, la cirujana y comandante Chistine Sears.
Es la cuarta vez que el programa “Promesa Continua” llega a Panamá. Esta vez se ha elegido Colón, a 80 kilómetros al norte de la capital panameña, y se han habilitado tres hospitales de campaña en tierra firme para atender a toda la población. Las cirugías, sin embargo, se practican a bordo.
Colón “es una ciudad olvidada por las autoridades”, dijo indignada a Efe Ismirna Debarbou, una panameña que forma parte de esa mayoría negra que puebla esta pobre urbe de aproximadamente 250.000 habitantes y en la que se encuentra también la Zona Libre de Colón, la segunda más grande del mundo después de Hong Kong, China.
“Las aguas negras de la ciudad, la falta de saneamiento en las mismas casas y el hacinamiento en el que viven muchas familias hacen que proliferen los ácaros y que se den muchas infecciones en la piel”, explicó la pediatra panameña Margarita Villareal.
La misión “Promesa Continua” también incluye la instalación de una clínica veterinaria y la reconstrucción de varias escuelas y clínicas sanitarias.
Según el capitán Hancock, en Panamá la misión va a atender a un promedio de 1.200 pacientes al día.
La mayor parte de la gente agradece la misión sanitaria, a la que consideran desinteresada, y lamenta que sus propios gobiernos no sean capaces de garantizar una sanidad digna y que tenga que ser otro país el que lo haga, aunque también hay algunos que miran a Estados Unidos con recelo y cuestionan su “humanitarismo”.
Fuente: EFE