El reputado economista y profesor chileno Klaus Schmidt-Hebbel vaticina una derrota en el plebiscito. ‘Financiar la nueva Constitución con impuestos es imposible. Un banco central más débil y más controlado por el Ejecutivo tendrá que imprimir dinero para financiar los déficits fiscales de los gobiernos futuros. Eso es fiscalmente muy irresponsable y puede llevar a la hiperinflación’, asegura.
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- Profesor, Chile es uno de los países más avanzados de América Latina, en ingreso per cápita, en infraestructura, en energías renovables no tradicionales, en lo social; la pobreza la han bajado al 8 por ciento, una de las tasas más bajas de la región; según el coeficiente Gini, en desigualdad, es el país que más ha caído en América Latina; el PIB se ha triplicado desde 1990. ¿Por qué el chileno medio cree que el país es un fracaso?
No es el chileno promedio. Es una fracción importante del país, yo diría un 30 por ciento, del cual la mitad son jóvenes entre los 18 y los 30 años, de clase media alta, incluso alta, que participaron en el estallido social y cuyo diagnóstico efectivamente es que Chile es un fracaso. Esa presunción cambia radicalmente para los mayores de 30, de todas las clases sociales. Y el otro 15 por ciento son personas que efectivamente han sido dejadas a un lado por el desarrollo promedio detenido en Chile, donde el 15 por ciento de la población es pobre, oficialmente el 8 por ciento que usted acaba de mencionar, más otro 7 por ciento que está cerca de la línea de pobreza, a la que han dejado atrás en su acceso a la educación de calidad, a la salud pública de calidad, a las oportunidades de ascenso social, económico, etcétera. Esos, legítimamente, se sienten frustrados.
- ¿Qué explicación tiene lo de los jóvenes de clase alta y media alta?
Creen que existe el paraíso en la tierra, una utopía, integrada por Marx o por Lenin, o Maduro o Petro, reflejada en su votación por el presidente actual de Chile, el señor Boric.
- También creen que cambiando la Constitución de Pinochet, que ya ha tenido más de 60 cambios, a la que le echan la culpa de todo, van a solucionar todos los dolores de Chile…
Una ilusión. La actual propuesta de reforma constitucional no solamente es antidemocrática, con muchos articulados totalitarios, sino con un alto gasto fiscal involucrado. Según un estudio de seis reputados economistas de dos semanas atrás, cuatro de ellos de centro-izquierda, cercanos o exmiembros del gabinete de la expresidenta socialista doña Michelle Bachelet, se estima que el costo fiscal de la Constitución será del 11 por ciento del PIB, año por año. Es lo que cuestan todos los derechos sociales, las nuevas agencias, los recursos que se transferirán a aquel grupo muy minoritario que privilegia la Constitución en forma grosera, que son los que se definen como pertenecientes a ‘pueblos originarios’, que son un 12 por ciento de la población.
- A nosotros nos va a salir un poquito más caro. Estamos en una reforma constitucional que busca 25 billones anuales adicionales...
Así se lo escuché en Cartagena a su ministro de Hacienda, a quien conozco muy bien, desde hace más de 25 años.
- Las revueltas de los años 2019 y 2020 en Chile dejaron 30 muertos, y el Gobierno de centro-derecha del momento aceptó cambiar la Constitución. Se diseño una Constituyente de 155 personas, la mayoría proveniente de movimientos sociales, más que de partidos políticos. ¿Resultado? Un proyecto larguísimo, de 388 artículos. ¿Comparte la opinión de The Economist de que es una reforma constitucional irresponsable y disparatada que no deberían votar los chilenos?
Cien por ciento. Es antidemocrática, absurdamente larga, llena de principios que incluso no se pueden materializar. Tiene enormes costos económicos. Una masa crítica pensante, sabia, experimentada, va a votar en contra de la propuesta constitucional de Boric y socios. Lamentablemente (ríe), muchos de ellos son mayores de 50 años, pero vienen de la centro-izquierda chilena democrática, desde el socialismo hasta el Partido por la Democracia, pasando por la mitad de la democracia cristiana.
- ¿Y qué cree que va a pasar en Chile con el plebiscito del 4 de septiembre?
Ya está bastante claro que va a ganar la propuesta de rechazo, probablemente con cifras en torno al 55 por ciento, contra un 45 por ciento, que en una buena fracción es producto de una propaganda grosera, financiada con recursos de todos los chilenos y usada ilegalmente por el Gobierno para pasar su propuesta de reforma.
- Incluso mediante un truquito: que el voto será obligatorio salvo para los mayores de 60 años, que, como usted dice atrás, tienen a varios de sus exponentes en la gran masa pensante...
Exactamente, para dejar a los viejitos en la casa.
- Según he leído de su puño y letra, “este borrador de Constitución destruye, por acción o por omisión, las bases democráticas de convivencia pacífica y de desarrollo en Chile”…
Así es. Esta Constitución hace muchas cosas que son antidemocráticas. Reemplaza el Estado unitario que tenemos, y lo reemplaza por uno plurinacional, donde cada uno de los once representantes o participantes de los ‘pueblos originarios’ de Chile puede darse sus propias leyes, en materia de casi todo. ¿Y quién financia eso? El Estado de Chile. El 88 por ciento de los chilenos que no pertenecemos a ese grupo. Más aún, tienen escaños reservados en las cámaras regionales que esta Constitución también, absurdamente, propone y establece, y en la cámara nacional de diputadas y diputados, que también esta Constitución establece. Eso es totalitario porque identifica que un grupo del 12 por ciento de chilenos tendrá muchos más derechos y privilegios que el 88 por ciento de los chilenos.
- ¿Y qué piensa de la eliminación del Senado?
La izquierda dura, que está en el gobierno hoy día, nunca va a tener mayoría en el Senado, pero en la Cámara de Diputados quizás. Entonces se elimina el Senado (ríe). Además, la unicameralidad es muy popular en los regímenes populistas de extrema izquierda, como en Ecuador, en Bolivia y en Venezuela. Pero eso no necesariamente es totalitario. Lo que sí lo hace totalitario es colocar en el poder del presidente la capacidad de gobernar por decretos presidenciales, reemplazando las leyes en muchísimos ámbitos, económico, social y político, y sin pasar por la futura Cámara única de diputadas y diputados. Eso es dictatorial en cualquier país del mundo. Otro elemento antidemocrático central, porque hay unos veinte más, pero no la voy a aburrir con todos, es que se elimina el Poder Judicial. Y se reemplaza por al menos dos sistemas judiciales, altamente politizados. Uno normal para el 88 por ciento de chilenos, que es intervenido y es mandado por el presidente de la República, y otro paralelo, que es el del 12 por ciento perteneciente a los ‘pueblos originarios’.
"Ya está bastante claro que va a ganar la propuesta de rechazo, probablemente con cifras en torno al 55 %, contra un 45 %, que en una buena fracción es producto de una propaganda grosera".
- Dicen que esta nueva Constitución en Chile es tan demagógica que tendrá un récord mundial en materia de derechos colectivos, derechos de la naturaleza y de los animales...
Récord mundial. Ni siquiera Ecuador, Bolivia o Venezuela tiene tal número de derechos sociales, muchos de ellos inventados de forma muy creativa por estos extremistas de izquierda que escribieron esto. Por ejemplo, existe el derecho fundamental al ocio (ríe). O, el derecho de los animales, sin especificarlo mucho, para lo que habrá que habilitar una nueva agencia del Estado que cree condiciones adecuadas, por ejemplo, para los cuatro millones de perros callejeros que pululan por las ciudades de Chile.
- Se garantiza la promoción de la herencia culinaria y gastronómica de Chile, y la espiritualidad como un elemento esencial del ser humano. ¿Esas son cosas que deben ir en una Constitución?
No, es de locos. Tremendo.
- Y es muy poco amigable con el crecimiento y con la actividad económica. Trae grandes limitaciones a empresas e iniciativas privadas. El Estado es controlador, regulador e inhibidor del desarrollo. Casi elimina la posibilidad de prestación privada de servicios en educación, salud y prevención social...
Todo eso que usted dice es correcto. Las autonomías pueden armar empresas de ‘pueblos originarios’, que son estatales o son comunitarias de las comunidades indígenas. Y, por tanto, es tremendamente estatista por ese lado. Por otro, debilita enormemente el derecho a la propiedad respecto de constituciones occidentales normales, que son referencia nuestra. Y también debilita la autonomía del Banco Central de Chile, permitiendo una injerencia mayor del Poder Ejecutivo, del ministro de Hacienda sobre el Banco Central.
- Pensaba que había quedado a salvo la independencia del Banco Central…
No, no se salvó. Ya dije, el costo fiscal de la Constitución es del 11 por ciento del PIB, año por año, con lo cual el gasto fiscal subiría del 26 por ciento del PIB al 37 por ciento al cuarto año, aproximadamente. Y financiar eso es imposible con impuestos, por tanto hay que hacerlo con deuda. Si la deuda crece exponencialmente, en forma ilimitada, como porcentaje del PIB, va a haber un default, y ahí simplemente el gobierno de turno va a echar mano al último recurso que tiene, que es expansión monetaria, inflación e hiperinflación. Algo que vivimos en todos nuestros países en el pasado, pero que habíamos pensado que habíamos desterrado. Un Banco Central más débil y más controlado por el Ejecutivo va a tener que imprimir dinero para financiar con eso directamente los déficits fiscales de los gobiernos futuros. Eso es fiscalmente muy irresponsable y viola la sostenibilidad fiscal.
- Además, se expropian muchos derechos actuales de propiedad. Por ejemplo, en los predios rurales, los derechos de propiedad sobre el agua...
Exactamente. En Chile hay 300.000 propietarios de derechos de agua. Esos van a ser expropiados a través de una ley. El justo precio lo determinará un juez que puede decir: el justo precio es cero, porque el dueño hizo tanta utilidad en el pasado que no merece tener ninguna compensación, por ejemplo. Es decir, si todo bien se puede expropiar a un justo precio, determinado por un juez, que puede ser igual a cero, el derecho a la propiedad, en la práctica, no vale nada.
- Los sindicatos serán los únicos que podrán representar a los trabajadores, garantizarles participación en la toma de decisiones corporativas, y quedan autorizados para ir a huelga por cualquier razón, no solo relacionada con el trabajo...
Cien por ciento es correcto. Hay una cuarta cosa muy grave, y es que los sindicatos que hoy día no negocian por ramas o sectores productivos, van a poder hacerlo. Entonces, el sindicato de la empresa A, muy grande, más el sindicato de la empresa B, mediana, más el sindicato de diez empresas pequeñas o pymes, se reúnen en una federación de sindicatos, por ejemplo, de productores y exportadores de cerezas, y ellos negocian colectivamente. Y lo que negocien vale para todas las empresas. Eso destruye a las empresas pequeñas.
- Consagra el derecho al trabajo y que todas las formas de inseguridad laboral están prohibidas. ¿Eso qué querrá decir? ¿Hasta dificultaría despedir a alguien así sea por justa causa?
Ya hoy en día es muy difícil despedir a alguien. Esa asimetría entre empleador y empleado se va a multiplicar por tres, a través de ese precepto constitucional de ‘proteger contra toda inseguridad a los trabajadores’.
- El borrador menciona la palabra ‘género’ en treinta y nueve oportunidades. Dice que las cortes, la policía y el sistema nacional de salud quedan obligados a operar con una perspectiva de género, lo cual no define qué es. ¿Significa algo más distinto de paridad?
Paridad, sí. Pero también se ha interpretado como que abre la puerta a que, por ejemplo, si hay un conflicto entre una mujer y un hombre, el juez esté obligado a sesgar su decisión a favor de la mujer. O si hay una cola con dos viejitos, un hombre y una mujer, hay que atender a la mujer primero. Eso es típico de las políticas de identidad, que están tan de moda, que implican que cierto grupo se privilegie por encima de las personas que no pertenecen a él. Pueden ser minoría étnica, mujeres versus hombres, o grupos LGBT con quienes no somos LGBT, etcétera. Eso es parte del siglo XXI, y es muy lamentable.
- ¿Qué cree que pasará en Chile si ese plebiscito lo gana el no y pierde el sí?
Muy buena pregunta. Yo creo que al día siguiente se va a concluir, desde el Congreso, que el poder constituyente vuelve al Congreso actual de Chile, con Senado y Cámara de Diputados. Dentro de la centro-izquierda, una fracción mayoritaria, y del centro y la derecha, también una fracción muy mayoritaria, se van a poner de acuerdo para definir unas reglas para formar otra comisión constituyente, encargada con reglas democráticas, no las reglas que rigieron para elegir a los 155 constituyentes que redactaron esta pésima Constitución.
- ¿No tiene el peligro este camino de que resulte poco inspirador para los que se tomaron las calles en las protestas?
Es muy posible. La gente que literalmente se tomó las calles en las protestas, que activamente quemó medio país, asesinó carabineros de la Policía, hirió a 5.000 policías, es un grupo muy pequeñito; difícil estimarlo numéricamente, pero el de los violentistas es máximo del 2 por ciento de la población. Hubo otro 20 por ciento que simpatizaba con ellos. La Constitución buena y nueva que se va a escribir para Chile va a reflejar al 75 por ciento, dejando afuera un 10 por ciento de la derecha y a un 15 por ciento de la izquierda más extrema, pero va a reflejar lo que el centro del país, la centro-izquierda democrática, la centro-derecha democrática, quieren, que es una Constitución moderna, con derechos sociales, pero no la locura de este proyecto, que distingue entre dos clases de chilenos, el 12 por ciento de los ‘pueblos originarios’ y el 88 por ciento restante. Y que, obviamente, restablecerá, sin duda, el Estado unitario, borrando el Estado plurinacional que está en el artículo uno del proyecto de Constitución actual.
- Finalmente, profesor, ¿a qué atribuye la baja en la popularidad del presidente Boric?
A dos factores. A su defensa y promoción del proyecto constitucional, como primer factor. Y segundo, es su pésima gestión. Es un hombre con ninguna experiencia política, más allá de haber sido dirigente estudiantil, no recuerdo si estuvo en el Congreso un periodo. No tiene título profesional. Es básicamente un dirigente de extrema izquierda, eligió un gabinete integrado no totalmente, pero mayoritariamente, por personas muy inexpertas y muy extremistas, que cada semana tienen intervenciones verbales y acciones políticas que son rechazadas por el 80 por ciento de los chilenos; algunas son ridículas, meten las patas a cada rato, y por tanto cae muy mal en la población. Entonces, la combinación de su gabinete con su propia ineptitud personal como gobernante del país ha hecho que desde el primer mes de asumir el cargo hasta hoy, seis meses después, su aprobación haya ido cayendo. El 38 por ciento, o algo así, de apoyo que tiene es el más bajo de un presidente democrático electo, desde 1990 hasta la fecha.
"La combinación del gabinete de Boric con su propia ineptitud personal como gobernante del país ha hecho que desde el primer mes de asumir el cargo hasta hoy, su aprobación haya ido cayendo".
- ¿Usted se atrevería a augurar que un camino semejante puede tomar la política colombiana con el presidente Gustavo Petro?
Le voy a responder de forma muy cuidadosa. Abrigo la esperanza de que tenga mayor madurez, mayor experiencia de vida; que no cometa tantos errores y no tenga una posición tan extremista como la del presidente Gabriel Boric. Pero no me atrevo a hacer un pronóstico, es solo una esperanza. Por ejemplo, me decepcionó muchísimo que el presidente Petro hubiera firmado con otro presidente populista de extrema izquierda latinoamericana un pequeño documento en apoyo a la mayor ladrona de la historia mundial en materia de la cantidad de recursos públicos que ha robado, doña Cristina Fernández de Kirchner. Es un muy mal mensaje. Gabriel Boric tomó distancia y no firmó. Lo que habla (ríe), por lo menos en este caso, mejor de Boric que de Petro. Fue una muy mala señal.
Por: María Isabel Rueda / “El Tiempo”, de Colombia / GDA
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