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Miniaturas de certificados de salud, tapabocas, pruebas negativas de COVID-19 e incluso alcancías en forma del nuevo coronavirus son parte de la oferta de los creativos artesanos bolivianos para la Alasita, la tradicional feria de la abundancia que no dejó de celebrarse en la ciudad de El Alto (Bolivia) pese a la pandemia.
A diferencia de sus vecinos en La Paz, que decidieron aplazar la feria hasta que bajen los contagios, los feriantes de El Alto desafiaron a la pandemia e instalaron este domingo sus quioscos callejeros en la zona de Villa Dolores.
Ni siquiera la lluvia que cayó cerca del mediodía alejó a los vendedores y a la gente que acudió de forma masiva a comprar miniaturas de billetes, maletas, casas, víveres, títulos de bachiller o universitarios, pastelillos y vehículos, con la esperanza de que esos deseos se hagan realidad en el transcurso del año.
La Alasita, que significa “cómprame” en aimara, es una de las tradiciones más antiguas de la cultura andina, cuando los paceños bendicen al mediodía del 24 de enero las miniaturas que representan sus aspiraciones y deseos para el año.
La figura principal de esta fiesta, declarada Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad por la Unesco en 2017, es el Ekeko, la deidad andina milenaria de la abundancia y la fortuna.
Como ha ocurrido en otras festividades durante 2020, los pedidos de buena salud también fueron frecuentes en esta versión alteña de la Alasita, donde las tradicionales cestas con víveres en miniatura que se compran para que no falte el alimento llevaban también diminutos barbijos o tapabocas y alcohol en gel.
Noemí, una vendedora ambulante que recorría la feria ofreciendo estas cestas junto a su hija, explicó a Efe que estas miniaturas se compran con el deseo de que “no nos falte en todo el año”.
“Este año viene la novedad del kit anticovid para que no nos falte la medicina, también los barbijitos para que no nos falte mientras dure la pandemia. Dios mediante y gracias al Ekeko, vamos a salir adelante”, sostuvo.
El precio de estas cestas varía según el tamaño y la cantidad de productos que tengan, algunas desde el equivalente a dos dólares y otras un poco más grandes, como las que vende Noemí, a cerca de tres dólares.
Otra novedad son las pequeñas carpetas con certificados de salud, seguros de vida, los resultados negativos de una prueba para detectar la COVID-19, una imagen impresa de la vacuna e incluso un alta médica, todo a un coste equivalente a poco más de un dólar.
Algo tradicional en la Alasita son las alcancías de yeso que normalmente se adaptan a lo que esté de moda en la televisión o el cine.
En esta ocasión, no faltaron las representaciones del temido virus de color verde, rojo y morado, con una mirada malévola, pero con letreros que alientan a lavarse las manos, mantener la distancia y usar barbijo.
A medida que se acercaba el mediodía, los alrededores del templo Sagrado Corazón de Jesús en Villa Dolores se llenaron de gente que luego formó largas filas en esa parroquia para hacer bendecir sus compras bajo la tradición católica.
La misma gente también acudió luego a los “amautas” o sabios aimaras instalados en las cercanías del templo para ofrecer rituales de “ch’alla” o bendición de estos bienes dentro de la creencia andina.
Es el caso del chamán y tallador Johnny Márquez, que hace sahumerios, pero también tiene en exposición un enorme Ekeko de madera que hizo.
“Es nuestra tradición desde hace años, desde nuestros tatarabuelos, en La Paz somos bien creyentes, halagamos a la ‘Pachamama’ (Madre Tierra)”, explicó Márquez a Efe, mientras algunos clientes se le acercaban para hacer sahumar sus miniaturas.
En otra calle está la artesana Rosario Paniagua, cuyo negocio se llama “El Colmo de la Colmena”, pues vende abejas de porcelana fría hechas a mano que representan distintas profesiones, como enfermeros, dentistas, mineros y músicos, además de novios para aquellas parejas que buscan casarse.
La gente “se lleva con mucha fe” la figura que representa aquello en lo que quiere tener éxito, señaló Paniagua, que lleva doce años haciendo estas artesanías.
La mujer agradeció que la Alcaldía de El Alto les permitiera instalar la feria en esa urbe, pues es la única oportunidad en el año que tiene algunos para exhibir sus productos.
La principal feria se realiza habitualmente en La Paz, pero fue suspendida por decisión de los mismos artesanos y la Alcaldía ante el avance de la segunda ola de la pandemia.
Pese a aquel acuerdo, algunos grupos de vendedores intentaron instalar por la fuerza sus puestos de venta en las calles aledañas al campo ferial paceño.
En la víspera hubo momentos de tensión entre los vendedores y la Guardia Municipal, pero en esta jornada los funcionarios ediles lograron evitar en su mayoría la instalación de puestos callejeros y no hubo incidentes.
El secretario municipal de Culturas, Andrés Zaratti, recordó que la feria sí se realizará en La Paz, pero en otra fecha por recomendación del Comité de Operaciones de Emergencia Municipal para evitar la propagación de la COVID-19.
Una segunda ola de la pandemia azota desde fines de diciembre a Bolivia, que se acerca a las 10.000 muertes y 200.000 contagios acumulados desde marzo de 2020, cuando se detectaron los primeros casos.
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