Entre La Habana y Santiago de Cuba, los dos mayores centros urbanos de la isla, yace la Cuba profunda, rural y ganadera, donde la muerte de Fidel Castro se está viviendo con una intensidad particular.Seguir a @Mundo_ECpe !function(d,s,id){var js,fjs=d.getElementsByTagName(s)[0],p=/^http:/.test(d.location)?'http':'https';if(!d.getElementById(id)){js=d.createElement(s);js.id=id;js.src=p+'://platform.twitter.com/widgets.js';fjs.parentNode.insertBefore(js,fjs);}}(document, 'script', 'twitter-wjs');
Más allá de los centros turísticos y las playas que atraen cada año a Cuba a centenares de miles de turistas europeos y norteamericanos, la otra Cuba sigue siendo una gran desconocida para muchos en el mundo del exterior.
El recorrido de la comitiva fúnebre que transporta las cenizas de Fidel Castro de La Habana a Santiago, de punta a punta de la isla, por la Carretera Central, ofrece la oportunidad de observar a cubanos que normalmente no aparecen en los medios extranjeros.
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La Sierpe es uno de esos lugares. Situada al sureste de Sancti Spiritus, en el lado oriental del embalse Zaza, La Sierpe es la penúltima población de un camino que se acaba en Jíbaro.
El jueves, cuando la comitiva que transporta las cenizas de Fidel Castro a Santiago de Cuba recorría el tramo entre Santa Clara y Camagüey, cerca de la mitad de los 13.000 habitantes de La Sierpe esperaban en los arcenes de la Carretera Central en los alrededores de Jatibonico.
En La Habana dicen que es en zonas como La Sierpe donde más se venera la figura de Fidel Castro y la revolución.
Yail Caperna explica, a su manera, la diferencia entre cómo se ha vivido la muerte del ex presidente cubano en La Habana y cómo ha sido en La Sierpe, su municipio.
“No se ha descansado. No se ha dormido. Mucha gente no ha dormido desde que nos enteramos de la noticia del fallecimiento de nuestro comandante en jefe”, dijo Caperna a Efe.
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En Majagua, de camino hacia Ciego de Ávila, Yolanda Calero espera desde primeras horas del día frente a un gran cartel de Fidel Castro con el lema “Hasta siempre Comandante” instalado al margen de la carretera.
Vestida de negro, “de luto”, Calero, de 46 años, viene de un municipio que ni aparece en los mapas, Bernal 5. Se levantó a las 2 de la madrugada del jueves para estar en la carretera a tiempo para ver pasar durante unos instantes el armón que transporta las cenizas de Fidel.
Calero es una de esas personas que, como decía Caperna, prácticamente no ha dormido desde que se supo la muerte de Castro, en la noche del viernes 25 de noviembre. El cansancio acumulado es patente en su cara y voz.
“Es nuestro padre”, se limita a decir.
Es en las zonas rurales donde más se oye explicar el vínculo de Fidel con los cubanos como una relación “paternal”.
“Es que es el hombre que terminó con la miseria”, exclama Rigoberto Aragón, de 71 años de edad, en Camagüey, una provincia conocida por su ganadería.
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“Yo viví el Gobierno de Batista. Mucha represión, mucha hambre, mucha miseria, mucho parásito. Con hombres durmiendo bajo los puentes, pidiendo limosna, niños con parásitos, hambrientos, sin escuelas y sin nada. Y llegó el comandante”, añade con la voz quebrada.
En La Habana, los que acudieron durante dos días a rendir homenaje a Castro en la Plaza de la Revolución, donde se habilitaron tres salas con retratos del ex gobernante por las que desfilaron decenas de miles de personas, expresaban la tristeza que sentían por la desaparición de Fidel Castro.
Pero al mismo tiempo, se apreciaba entre los habaneros un aire más sosegado que en las provincias: tras pasar por las salas del Memorial de José Martí, el público proseguía su camino a reanudar su vida cotidiana.
Entre los de La Sierpe, Bernal 5 o Camagüey, el fugaz paso de las cenizas de Fidel Castro es seguido por un cierto desconcierto. La mayoría del público permanece durante minutos en el mismo lugar en los arcenes y aceras minutos tras la desaparición de la comitiva, sin saber exactamente qué hacer.
Y cuando finalmente reaccionan, muchos, lo primero que hacen es abrazarse los unos a los otros.
“Todos somos una familia. Todos nos queremos y todos ayudamos y compartimos. Usted sabe que eso en las ciudades no existe”, concluye Caperna con el rostro desencajado.
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Fuente: EFE