Bolivia votó el domingo, solo que, diferencia de Ecuador y el Perú, lo que estuvo en juego fue la elección de los gobernadores en cuatro departamentos que se fueron a la segunda vuelta.
Y los resultados no han favorecido al partido Movimiento Al Socialismo (MAS) de Evo Morales, que perdió en La Paz, Tarija, Pando y Chuquisaca.
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Con eso en mente, ¿qué se puede decir sobre la dirección del electorado boliviano? ¿Será que el tiempo de Morales se viene terminando?
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Para contestar esas y otras interrogantes, El Comercio conversó con el abogado y columnista Gonzalo Mendieta y el periodista y analista Raúl Peñaranda, ambos bolivianos.
UN CONTEXTO POCO FECUNDO
Una de las razones que explican este resultado es que el jefe del partido, Evo Morales, eligió a los candidatos de manera autoritaria. Así lo anota Peñaranda, quien afirma que Morales no aceptó a nadie que fuera crítico y que no respondió al deseo de las bases.
“De hecho, rechazó a candidatos importantes del propio partido que terminaron ganando la elección [luego de cambiarse de partido]. Por ejemplo, en Pando [ganó Regis Richter]. También podríamos hablar de Chuquisaca, donde ganó el exmilitante del MAS Damián Condori, pero no sabría si ponerlo en la misma bolsa porque se desligó del movimiento hace tiempo”, anota Peñaranda.
El cambio en la estrategia de campaña también repercutió en los resultados. Así lo propone Mendieta, quien recuerda que, durante la primera vuelta, el MAS mostraba un afán conciliador con los opositores, aludiendo a que se dedicarían a la recuperación del país.
“Incluso, en la campaña se hizo un esfuerzo por no darle mucha voz a Evo Morales por la resistencia que causa en el electorado no ‘masista’. Y creo que funcionó. No obstante, ya en el gobierno, el MAS se ha venido mostrando con las mismas actitudes del 2019”, anota el especialista.
Peñaranda coincide: la detención de la expresidenta Jeanine Áñez, exministros, exjefes militares y policiales, han sumado a la polarización.
Tampoco se pueden dejar de lado las desafortunadas declaraciones del presidente Luis Arce, por ejemplo, quien declaró que las vacunas contra el coronavirus serían para el pueblo y no para la oligarquía.
Peñaranda anota: “Esa y otras declaraciones habrían favorecido a la oposición, en tanto que parte importante de la opinión pública parece estar ansiosa de una retórica distinta. Ya no quieren tantos decibeles ni tanta agresión”.
En ese sentido, Mendieta sostiene que se podría hablar de una suerte de “reprensión del electorado”, mientras que Peñaranda coincide en parte al llamar a los resultados como un “referéndum del oficialismo”.
UNA GRAN REPRIMENDA
Mendieta destaca que, seis de las nueve gobernaciones bolivianas, no son controladas por el MAS. Basta con poner la lupa sobre ellas para darse cuenta de otro detalle.
“Los opositores se llevaron las tres alcaldías principales: un exministro de Áñez está en La Paz; quien fuera un candidato en contra de Evo Morales en el 2009, se llevó Cochabamba; y Luis Fernando Camacho, quien influyó en la caída de Morales en el 2019, es gobernador de Santa Cruz”, dice.
Aun así, el especialista no se anima a decir que existe un rechazo popular a Morales o al presidente Arce. Se trata, en todo caso, de “un campanazo” por las promesas de conciliación rotas.
Por su parte, Peñaranda recuerda que el MAS suele tener buenos resultados a nivel nacional, mientras que sus cifras son más bajas a nivel subnacional. Él recuerda cuando Morales logró el 60% de una elección y que, en la subnacional inmediatamente posterior, el MAS alcanzó el 40%.
“En general, eso se ha debido a que el voto se dispersa con la aparición de pequeñas fuerzas políticas. Pero, en este caso, la reducción es la más acentuada de su historia, es el peor resultado en las subnacionales prácticamente desde el 2005, cuando el MAS ganó sus primeras elecciones”.
¿Estos resultados afectarán la estabilidad del país?
Mendieta anota que todos los opositores se han mostrado prudentes. Aparentemente, cuenta, se han dado cuenta que salen menos fortalecidos cuando buscan el enfrentamiento.
Pero lo que se ha hecho evidente es que existe un gran electorado desatendido, distinto a la clase media urbana intelectual ni los sindicalistas. Ya no basta con ellos para ganar una elección, sino que se tiene que apelar al voto popular, que agrupa a los “pobres, indígenas y clases medias periféricas urbanas”.
En todo caso, lo que ahora está en entredicho es la viabilidad de discursos nacionalistas que hace diez años parecían ser la respuesta a los reclamos de América Latina, y que tanto poder le dieron al MAS.
Mendieta sostiene: “Me da la impresión que ese tiempo se está agotando. Aunque parezca contraintuitivo para lo nacional popular, quizás un llamado a la concordia, a crear espacios comunes para reconstruir el país después de la pandemia, tendría mejores resultados”.
Y concluye: “Pero a veces es difícil dejar de lado aquello que te hizo ganar por tanto tiempo, y ese es el caso del MAS”.
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