Colombia se despertó hoy sumergida en una nueva era política, marcada por la “ausencia” de la primera línea política del expresidente Álvaro Uribe, tras dos décadas como su dirigente más influyente. Primer día de una campaña trepidante de tres semanas que certificará el giro inédito hacia la izquierda o hacia un populismo de corte desconocido.
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El principal mensaje lanzado por la sociedad colombiana es que quiere cambio, lo que no tiene nada claro es quién lo va a encabezar, si el izquierdista Gustavo Petro o el outsider anticorrupción Rodolfo Hernández. Pese a que la primera vuelta cayó del lado del candidato del Pacto Histórico, con el 40,3% de los apoyos, incluso un millón más de papeletas que las obtenidas por Iván Duque en 2018, superar su propio techo electoral supone su principal reto para los próximos días.
“Hemos ganado dos veces, el 13 (de marzo, primarias y parlamentarias) y el 29 y vamos por la tercer victoria el 19. Paso de vencedores, amigos y amigas. Un pequeño esfuerzo más y cambiamos la historia”, retó Petro a sus dirigentes y seguidores, los mismos que horas antes, en la noche electoral, no podían ocultar su desconcierto durante la “celebración” en el capitalino Salón Rojo del Hotel Tequendama.
Esas son las paradojas de la política: tanto tiempo esperando celebrar la caída del uribismo y no poder hacerlo a pleno pulmón por culpa del sabor amargo de una victoria insuficiente. Sin tiempo para recuperarse, el comando de la campaña izquierdista se reunió ayer para encontrar la vía del triunfo. Cuentan con los ocho millones y medio de votos de sus fieles, pero la gran cuestión es de dónde van a sacar los otros que necesita para ratificar la victoria, entre dos y tres millones.
De momento, el Centro Esperanza de Sergio Fajardo ha otorgado a sus 800.000 seguidores una libertad para votar de la que evidentemente ya disponían. Petro cuenta con ellos, sobre todo de los más progresistas, aunque sabe que su estilo autoritario y soberbio le ha granjeado multitud de enemigos en aquellos filas.
La contundente derrota del poderoso establishment colombiano le otorga un papel muy distinto para la segunda vuelta electoral: apoyar a Rodolfo Hernández para que su archienemigo Petro siga sin celebrar. El uribismo, el gobierno, los partidos tradicionales, varios expresidentes y dirigentes de otras épocas no tienen otra opción, pese a que el candidato de la Liga de Gobernantes Anticorrupción ha prometido acabar con la clase política que ellos representan.
De momento, el Centro Esperanza de Sergio Fajardo ha otorgado a sus 800.000 seguidores una libertad para votar de la que evidentemente ya disponían. Petro cuenta con ellos, sobre todo de los más progresistas, aunque sabe que su estilo autoritario y soberbio le ha granjeado multitud de enemigos en aquellos filas.
La contundente derrota del poderoso establishment colombiano le otorga un papel muy distinto para la segunda vuelta electoral: apoyar a Rodolfo Hernández para que su archienemigo Petro siga sin celebrar. El uribismo, el gobierno, los partidos tradicionales, varios expresidentes y dirigentes de otras épocas no tienen otra opción, pese a que el candidato de la Liga de Gobernantes Anticorrupción ha prometido acabar con la clase política que ellos representan.
Si en primera vuelta los dos ganadores apuntalaron su perfil antigubernamental y antipolítico, el reto ahora es convencer a sus no votantes o a los abstencionistas (46% del censo) de que están cualificados para gobernar un país como Colombia, golpeado por la violencia, el narcotráfico, las guerrillas y la desigualdad. Petro, que no tuvo buen desempeño administrativo en Bogotá pese a que sus vecinos volvieron a apostar el domingo por él, debe sustituir al exguerrillero por el estadista, que volvió a desaparecer en una madrugada iracunda en la que tuiteó sin freno contra Hernández.
Mientras sus aliados repetían que la elección se debe dirimir entre un estadista y un populista, la gente de Hernández disparaba a la línea de flotación de Petro: “Ingeniero mejor que guerrillero”.
En la Liga de los Gobernantes Anticorrupción buscarán que los colombianos se convenzan de que su líder puede dirigir al país más allá de sus ocurrencias. Los diálogos que ya mantiene con Fajardo, uno de los forjadores del milagro urbano de Medellín, mejor gobernante que candidato, van precisamente en ese sentido. “Me dijo que tengo las puertas abiertas. Yo quiero aportar”, avisó Fajardo.
Para más adelante quedarían los acuerdos del grupo del outsider en el poder legislativo, en el que no tiene bancada propia, ni siquiera un solo parlamentario. Las alianzas de las que tanto rehúye ahora volverán a ser necesarias en el futuro. En cambio, el Pacto Histórico de Petro dispone del grupo parlamentario más numeroso.
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