El triunfo del izquierdista Gabriel Boric en las elecciones presidenciales de Chile este domingo y su agenda vuelven a poner el foco en la izquierda de América Latina, que llegó al poder en gran parte del continente a principios de siglo pero que decayó en la última década.
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Pero, ¿cuán cohesionada es esta izquierda, que ahora abarca desde Boric hasta líderes que muchos consideran autoritarios, como Nicolás Maduro de Venezuela y Daniel Ortega de Nicaragua, y en qué se parece a la de hace dos décadas?
¿Hay una nueva “marea rosa” en el continente?
“Es un asunto de alta relevancia, porque hay un efecto de contagio (...) Hay muchas de estas dinámicas que son trasnacionales”, dice a BBC News Brasil Dawisson Belém Lopes, profesor de política internacional y comparada en la Universidad Federal de Minas Gerais e investigador senior del Centro Brasileño de Relaciones Internacionales.
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“A fines de la década de 2000, el mapa de América Latina se tiñó de rojo. Lo curioso es que, a fines de la década de 2010, fue todo lo contrario: (Mauricio) Macri ganó en Argentina en 2015, hubo un juicio político contra Dilma Rousseff en 2016 y, con algunas otras victorias, el mapa se volvió azul ”, recuerda el académico.
“Me parece que estamos ahora en un momento de aparente reversión de esa corriente, pero con mucho equilibrio todavía. No creo que podamos hablar de una ola roja. Pero el giro a la derecha ciertamente se ha estancado”, dice.
Ahora, dice Belém Lopes, el continente está dividido entre países gobernados por la derecha -como Brasil, Colombia, Uruguay, Paraguay y Ecuador- y los de izquierda -como México, Argentina, Perú, Bolivia, Venezuela, Nicaragua y otros-.
Pero el próximo año, este equilibrio de fuerzas tendrá dos momentos decisivos: las elecciones presidenciales en Brasil y Colombia.
En Brasil, el expresidente Luiz Inácio Lula da Silva lidera las intenciones de voto muy delante del actual mandatario, Jair Bolsonaro.
En Colombia, cuyo actual gobierno, dirigido por Iván Duque (derecha), tiene bajos niveles de popularidad, el favoritismo para las elecciones de mayo de 2022 hasta ahora pertenece al izquierdista Gustavo Petro.
Estas elecciones, especialmente la brasileña, marcarán hacia dónde va la balanza en la región, dice Belém Lopes. “Si en Brasil la izquierda regresa al poder, entonces la balanza se inclinará hacia la izquierda; después de todo, solo Brasil es un tercio de América Latina, y en este momento está en manos de la derecha. La radiografía es actualmente de una división de fuerzas”.
Para Oliver Stuenkel, profesor de Relaciones Internacionales de la Fundación Getulio Vargas en São Paulo, la crisis económica provocada por la pandemia de covid-19 en el continente abre un hueco para la izquierda, “pero es una izquierda con profundas diferencias entre sí y en su visión del mundo”, dice a BBC News Brasil.
“Obviamente hay similitudes, como el énfasis en la desigualdad, en los servicios públicos y en un Estado más fuerte. Pero si se pasa del ámbito económico al social, las diferencias son grandes”, prosigue Stuenkel.
Cita como ejemplo las diferencias entre Boric -quien durante la campaña en Chile alzó pancartas a favor del matrimonio gay y la legalización del aborto- y otro líder de izquierda que ganó recientemente: el peruano Pedro Castillo, de posiciones conservadoras en temas relacionados con los derechos reproductivos de las mujeres o causas LGBT.
“En esas cuestiones es muy poco lo que les une”, apunta Stuenkel.
“Las diferencias son profundas, pero la izquierda se está renovando. En ese sentido, otra lectura es la de que Chile está un poco al frente (...) Mucho dependerá de cómo gobierne Boric. Él representa una nueva izquierda, pero si falla, esta nueva izquierda puede desaparecer”.
Boric, un exlíder estudiantil, tiene al Partido Comunista en su coalición, pero en la segunda vuelta por la presidencia tuvo que acercarse y hacer alianzas con figuras de centro de la política chilena para obtener más votos.
Ahora, en medio del proceso de construcción de una nueva Constitución en Chile, Boric tendrá grandes desafíos para poner en práctica su programa de gobierno, que incluye aumentar los impuestos a los más ricos y a las grandes empresas, poner fin al actual sistema de pensiones y crear un fondo universal para financiar la salud pública y privada.
Deberá hacerlo sin mayoría en el Congreso y en un país todavía bastante dividido.
Esto también representa algunos de los obstáculos a los que se enfrentan otros líderes de izquierda en el continente.
“Es una izquierda con una articulación más débil, no tiene esa cohesión de principios de la década de 2000”, analiza Dawisson Belém Lopes.
“Algunos filósofos hablaron (en ese momento) de un 'socialismo del siglo XXI', de un nuevo movimiento. Ahora no. Es un regreso a las composiciones amplias, a la socialdemocracia (...) Boric también tuvo que hacer este esfuerzo: ya no es el líder estudiantil de otros tiempos, es otra figura. Tuvo que entenderse con el centro de la política chilena. Es una izquierda que llega con menos impacto. Suele ser más institucional, convencional, no tan transformadora como al inicio de los años 2000”, evalúa.
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Además, Boric se esfuerza por diferenciarse de la izquierda bolivariana representada por Nicolás Maduro, quien comanda un gobierno acusado de detenciones arbitrarias y represión de la oposición.
En mayo, cuando Maduro celebró en Twitter el resultado de las elecciones locales de Chile (para distritos electorales, gobernadores y alcaldes) como un “contundente rechazo al neoliberalismo salvaje”, Boric respondió diciendo:
“Y también un mandato de respeto irrestricto a los derechos humanos. Algo en lo que tanto (el presidente chileno Sebastián) Piñera como usted no han estado a la altura”.
En Brasil, Lula ha sido acusado por su apoyo (o al menos por la ausencia de críticas) a la polémica victoria de Daniel Ortega en Nicaragua en noviembre.
“Hay muchas tendencias hoy. La izquierda que compitió con (Guillermo) Lasso, presidente de Ecuador (que gobierna desde mayo de este año), tenía argumentos indígenas y ambientales, así como Boric tiene argumentos vinculados a la economía verde. Allí hay una nueva izquierda, quizás más liberal en las costumbres, que se preocupa más por las libertades individuales, de prensa, de expresión. Las perspectivas colectivistas son dejadas de lado; lo contrario a Venezuela. Y los derechos civiles tienen un peso muy grande”, dice Belém Lopes.
La izquierda que ya está en el poder hoy enfrenta diferentes desafíos y críticas.
En México, Andrés Manuel López Obrador (AMLO) pasó meses minimizando la pandemia del covid-19 e incluso se opuso al uso de mascarillas. A principios de este año, el país tenía una de las tasas más altas de muertes por covid en todo el continente.
En Perú, el presidente Castillo, maestro con raíces en el sindicalismo, se hizo cargo del país en julio, luego de una serie de convulsiones sociales y políticas. Ya fue blanco de un pedido de juicio político que no prosperó en el Congreso.
En opinión de la revista británica The Economist, en un artículo publicado en octubre, Castillo tiene hasta ahora una gestión “definida por la inexperiencia y la indecisión política, por el extremismo y las luchas internas de sus aliados, y por un mandato débil”.
En Argentina, el gobierno de Alberto Fernández sufrió una amarga derrota en las elecciones legislativas de noviembre y, por primera vez desde 1983, el peronismo perdió el control del Senado del país.
A juicio de Belém Lopes, el debilitamiento de estos gobiernos no se debe a que sean de izquierda. “El tema fundamental es la pandemia, que ha afectado el capital político en todo el espectro, de izquierda a derecha”, analiza el investigador.
“En general, la gestión de la pandemia en nuestra región es considerada como una de las más desastrosas. El promedio de contagios y muertes es muy alto. Nuestras cifras son pésimas. Y todos los políticos han sido castigados por la mala gestión de la pandemia y sus efectos”.
Además, hay movimientos que rechazan lo que se considera “política tradicional”.
“Hablé recientemente con dos politólogos chilenos muy importantes, y la perplejidad más o menos generalizada fue que, por primera vez desde la vuelta a la democracia en Chile en la década de 1990, las coaliciones tradicionales de derecha e izquierda no tuvieron ningún protagonismo en el proceso (electoral)”, subraya Belém Lopes.
“La coalición encabezada por (la expresidenta) Michelle Bachelet y la coalición encabezada por (el actual presidente) Sebastián Piñera quedaron completamente al margen. Quien creció fue un militarista, pinochetista, y una izquierda insurreccional en su origen, las revueltas estudiantiles de 2011”.
Si bien ambos bandos se han acercado al centro para ampliar su electorado, “son candidaturas que, en su origen, desafiaron al sistema político electoral. Pero la tendencia ahora, por supuesto, es hacia la normalización. Dentro de esta lógica, (el derechista José Antonio) Kast está pensando en (las elecciones de) 2025”.
A partir de ahora, las miradas se centrarán en la capacidad de Boric para cumplir sus promesas. “Si logra implementar la mitad de lo que promete, se convertirá en alguien que defina e inspire a una nueva izquierda”, dice Oliver Stuenkel.
“Las expectativas son enormes. Pero Chile es una democracia superconsolidada, la más resiliente de América Latina junto con la de Uruguay, lo que facilita el trabajo de Boric. Es un país con una capacidad de discusión pública de altísimo nivel (...) Lo que distingue a una democracia de calidad es su mayor capacidad para resolver sus problemas de manera constructiva y su cultura de debate, y Chile tiene ese espíritu, a pesar de su desigualdad”.
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