Daniel Lozano/ La Nación/ GDA
Hampa gana por goleada.“ El editorial del diario Tal Cual resumía esta semana, con un símil futbolístico aprovechando el Mundial en Brasil, el sentimiento de los venezolanos ante la violencia desbordada que sufren a diario.
“Es evidente que el equipo de los malandros, asesinos, delincuentes y afines le está metiendo una goleada al gobierno de Nicolás Maduro, como también se la metió al gobierno de Hugo Chávez. En materia de seguridad ciudadana, como en casi todo lo demás, la revolución es un rotundo fracaso”, añadió el periódico del intelectual progresista Teodoro Petkoff.
El látigo permanente de la inseguridad provocó que Caracas tenga su propio muro de los lamentos, una pared imaginaria por la que resbala un mar de lágrimas todos los días: la morgue de Bello Monte. Éste es el epicentro del terremoto de violencia, que, al dar la razón a Tal Cual, convirtió a Venezuela en el segundo entre los países más salvajes del planeta: casi 25.000 homicidios el año pasado, según fuentes independientes.
El balance de los primeros meses de este año confirma cifras parecidas. Solo en Caracas alrededor de 2000 cadáveres ingresaron en la morgue de enero a junio.
En Bello Monte, se huele la muerte, la misma que ayer atrapó de madrugada a cuatro jóvenes en una fiesta en Catia, un barrio popular al oeste de Caracas. Fue una nueva masacre, de esas que llenan noticieros en otros lugares del mundo, pero que en Venezuela forman parte de lo cotidiano.
Las llamadas fiestas de negocios, en esta ocasión en una casa abandonada, se cobraron muchas vidas en los últimos meses. Una modalidad de rave a la criolla y muy bestia: las propias bandas las organizan, instalan luces, sonido y realizan negocios durante la celebración, desde vender drogas hasta la compraventa de armas. Después suelen llegar el desenfreno y la sangre.
Desde la llegada de Chávez al poder, Venezuela vive una escalada continua de muerte: de los 4000 asesinatos de 1998 (año de las primeras elecciones ganadas por el “comandante eterno”) hasta los 21.692 de 2012 y los 24.763 del año pasado, según fuentes independientes.
En Caracas, la realidad duele. Y es tan dura que el país ya no encuentra más sinónimos para sus delincuentes, por mucho que rebusque en el diccionario: malandros, choros, azotes, antisociales, bichos, hampones.
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