Además de pérdidas humanas, la explosión ocurrida este viernes en pleno corazón de La Habana hizo saltar por los aires un pequeño pedazo de historia de la capital cubana.
Específicamente 143 años de historia, los que han transcurrido desde la construcción en 1879 del edificio de corte neoclásico y suntuosas curvas que alberga el hotel Saratoga.
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Este viernes, al menos 22 personas murieron y decenas resultaron heridas tras una fuerte explosión que causó grandes daños al hotel, uno de los más caros y exclusivos de la capital de Cuba.
De acuerdo con el gobierno de Cuba, “investigaciones preliminares indican que la explosión la provocó un escape de gas”.
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El origen de este singular edificio hay que buscarlo en la segunda mitad del siglo XIX, aún bajo dominio colonial español. Corrían tiempos de fiebre arquitectónica en La Habana, cuya ciudad amurallada se quedaba pequeña para una metrópoli en plena expansión.
“Las murallas se demolieron en 1863 y todos esos terrenos se vendieron a grandes empresas, por eso los edificios tienen una escala y un plano urbano diferente a la Habana colonial, a la Habana intramural”, explica a BBC Mundo Ruslan Muñoz, profesor de historia de la arquitectura de la Universidad Tecnológica de La Habana José Antonio Echeverría (CUJAE).
En la nueva zona, emplazada en el contorno del tradicional barrio de la Habana Vieja, explica, “se asentaron muchos teatros y hoteles fundamentalmente”.
Pero el Saratoga no era uno de ellos. De hecho, el edificio original ni siquiera tenía ese nombre.
“No surgió como un hotel. Inicialmente tenía tres niveles: su planta baja tenía función comercial y en sus pisos superiores habitaciones que se alquilaban”.
“Quizás por ahí le viene su vocación de hotel. Pero no se inaugura como hotel hasta 1933 y asume el nombre de Saratoga”, afirma.
La idea de transformar este edificio comercial y residencial en un hotel de lujo fue propiciada por el nuevo y flamante entorno de la zona: justo enfrente, a tan solo unas decenas de metros, en 1929 se erigió el imponente y emblemático Capitolio de La Habana.
Tras décadas de esplendor como uno de los hoteles de referencia de la próspera Habana de mediados del siglo XX, esta edificación vio cambiar su destino junto con el del resto del país con el triunfo de la Revolución cubana en 1959.
“En los años 60 y 70 el edificio perdió su condición de hotel, se quedó en estado ruinoso y se convirtió en casas de vecindad después de que varias familias lo ocuparan”, indica el profesor.
Fue otro suceso histórico, la caída del bloque socialista liderado por la URSS en 1991, el que contribuyó a la resurrección del Saratoga años después.
La gravísima crisis económica propiciada por la ausencia de su socio y valedor soviético, conocida como el Período Especial, llevó al gobierno cubano a abrir sus puertas al turismo en las dos décadas posteriores.
Así, en 2005 el hotel fue restaurado y remodelado para volver a alojar clientes en 96 habitaciones y suites.
“El Ministerio de Turismo ocupó el inmueble, las familias fueron realojadas y se sometió a un proyecto nuevo de ampliación a cargo del arquitecto Orestes del Castillo del Prado”, explica Muñoz.
El Saratoga, ya con seis plantas tras la ampliación, recuperó gran parte de su esplendor.
“Se convirtió en uno de los hoteles más importantes de ese sector de la ciudad porque tiene una ubicación privilegiada, en una zona muy céntrica y con vistas espectaculares” al Capitolio y, un poco más lejos, al Gran Teatro de La Habana.
Salas de negocios, bar con piscina en la azotea y un spa, entre otros servicios, situaron al hotel entre los de más alta categoría en la ciudad.
Entre sus huéspedes más notorios de esta última época destacan los cantantes Beyoncé, Jay Z y Madonna, así como el guitarrista Jimmy Page.
Tras cerrar sus puertas por la pandemia de covid-19 se llevaron a cabo trabajos de remodelación y planeaba volver a recibir huéspedes en breve.
En cuanto a su valor arquitectónico, destruido en gran parte por la explosión de este viernes, el profesor de la CUJAE considera que “no es una gran joya, pero tiene su elegancia”.
“El edificio en sí no es que haya resaltado mucho por sus valores arquitectónicos, realmente tiene más su valor artístico en su valor ambiental, ya que mantuvo una imagen homogénea en estilo y arquitectura con los edificios vecinos”, asegura.
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