A unos 900 kilómetros de las costas de América, las islas Galápagos, una de las reservas naturales más importantes del planeta, es otra vez motivo de controversia.
A finales de mayo, el ministro de Defensa de Ecuador, Oswaldo Jarrín, anunció que Estados Unidos se ocupará de la ampliación del aeropuerto de la isla de San Cristóbal, que es parte del archipiélago, considerado por la Unesco Patrimonio Natural de la Humanidad.
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Según el ministro, el enclave, dada su estratégica posición geográfica, se utilizará como parte de un acuerdo entre ambas naciones de cooperación en materia de narcotráfico y seguridad marítima.
“Yo he mencionado que las islas Galápagos son para Ecuador como nuestro portaviones, es nuestro portaviones natural, porque nos asegura permanencia, reabastecimiento, facilidades de interceptación y está a 1.000 kilómetros de nuestras costas”, indicó entonces.
Las declaraciones generaron una sonada controversia en el país andino, que comenzó por el tema ambiental y continuó con lo político.
“No es un portaaviones natural”
Grupos ambientalistas, por una parte, alegaron que la ampliación del aeropuerto podría tener un impacto negativo sobre las especies que habitan las islas, muchas de ellas únicas en todo el planeta y en un débil equilibrio biológico.
Por otro lado, los opositores al gobierno de Lenín Moreno tacharon la decisión de “inconstitucional” y acusaron al Ejecutivo de intentar convertir a las Galápagos en una “base militar de EE.UU.”.
“Galápagos NO (sic) es un ´portaaviones´ para uso gringo. Es una provincia ecuatoriana, patrimonio de la humanidad, suelo patrio”, escribió en su Twitter el expresidente Rafael Correa, antiguo mentor y ahora crítico furibundo de Moreno.
Mientras, la congresista por Galápagos, Brenda Flor, recordó el impacto que tuvo en una de las islas el uso como base por parte EE.UU. durante la II Guerra Mundial y negó que fuera un lugar apropiado para los aviones militares.
“Por ninguna razón se puede considerar a Galápagos como un portaaviones natural, ya que esa no es su característica intrínseca. Galápagos nació desde la naturaleza como un laboratorio vivo y único que debemos proteger”, dijo la asambleísta.
La controversia llegó incluso hasta el Congreso, que decidió llamar a una audiencia a Jarrín y al titular de Ambiente Marcelo Mata para que explicaran el alcance de la cooperación con Estados Unidos en las Galápagos.
El ministro de Defensa, sin embargo, reiteró este lunes este lunes que no habrá una presencia permanente de Estados Unidos en las islas, por lo que desestimó que pudiera considerarse una “base militar”.
“Será un avión, una vez al mes, no más de tres días, para situaciones de emergencia o reabastecimiento, especialmente en las noches. No habrá un destacamento permanente, no habrá una base”, indicó, según informa el diario local El Universo.
Sus declaraciones, sin embargo, no calmaron la tormenta política y una protesta tuvo lugar este lunes en la capital.
Un ecosistema único
Las Galápagos, un archipiélago formado por más de un centenar de islas, islotes y formaciones rocosas son consideradas por los biólogos como un ecosistema único.
Fue uno de los lugares a los llegó Charles Darwin en uno de sus míticos viajes en el siglo XIX a bordo del Beagle para formular sus conocidas teorías sobre la evolución de las especies.
El archipiélago es hogar de un conjunto de raras criaturas, que van desde tortugas gigantes, iguanas y hasta un tipo de león marino o cormoranes no voladores que no se han visto en otras partes del planeta.
Sin embargo, el equilibrio de su fauna se encuentra en riesgo desde hace años, debido a la introducción de especies que no existían (como hormigas de fuego, cabras y moras) y la realización actividades que han puesto en riesgo la vida de la flora y fauna autóctonas.
Hace años, Ecuador construyó un aeropuerto en la isla San Cristóbal para facilitar la llegada de visitantes y el transporte entre el archipiélago y el continente, una estrategia que fue cuestionada por grupos ambientalistas por el impacto que los aviones y el turismo podrían tener sobre el ecosistema de la isla.
De ahí que el anuncio a finales de mayo de nuevas reformas en el aeropuerto haya generado crítica de los defensores del medio ambiente.
Para la diputada Marcela Cevallos se trata de una cuestión “alarmante”.
Las autoridades, por su parte, aclaran que se trata de un acuerdo mediante el cual Estados Unidos reformará la estructura del aeropuerto a cambio de que sus aviones -que ya utilizan un aeropuerto de Guayaquil- puedan usar sus “instalaciones logísticas” para tareas antidrogas.
“Ellos mejoran las instalaciones y les damos la autorización de aterrizar para los dos aviones que salen de Guayaquil. No solo podrán aterrizar solo en Guayaquil, sino en Galápagos. Entra en vigencia en cuanto termine el mejoramiento de las instalaciones”, señaló Jarrín.
La Presidencia del Consejo de Gobierno de Galápagos, por su parte, rechazó también que se tratara de una base militar y aseguró que se tomarán las medidas necesarias para evitar el daño al ecosistema de la isla.
“Los objetivos de desarrollo de la provincia, en temas de infraestructura, educación, salud y productividad, se mantienen intactos y enmarcados dentro de un contexto de seguridad nacional, soberanía, paz y protección del Parque Nacional y su Reserva Marina”, indicó en un comunicado.
Una cuestión política
Para los críticos del gobierno, sin embargo, no se trata solo de una cuestión ambiental.
Algunos aseguran que la decisión forma parte de una política de mayor apertura del presidente Moreno hacia Estados Unidos y que tuvo uno de sus últimos capítulos en la entrega en abril pasado de Julian Assange a la justicia británica.
Moreno, que era seguidor de Correa, rompió con el legado de su predecesor una vez en el poder y ha promovido desde entonces un mayor acercamiento a Washington.
De hecho, sus opositores señalan que las presiones de Estados Unidos fueron las que lo llevaron a cancelar el asilo político al fundador de Wikileaks, quien vivió por más de siete años como asilado en la embajada de Quito en Londres.
Y es que desde 2008, Ecuador suspendió su colaboración en materia militar con Estados Unidos y se negó a renovar la autorización para la base militar que Washington mantenía desde hacía una década en la occidental localidad de Manta, tras considerar que violaba la soberanía nacional.
Una Constitución aprobada ese año introdujo la prohibición de bases extranjeras en el país o la posibilidad de que fuerzas de otras naciones utilicen las instalaciones militares nacionales, de ahí que algunos consideren en el uso de las Galápagos por parte de aviones de EE.UU. como “inconstitucional”.
Una década después, en 2018, el gobierno de Moreno anunció que permitiría nuevamente la “colaboración internacional” para la lucha contra el narcotráfico, a través del sobrevuelo de aviones de vigilancia estadounidenses en su zona pacífica, una de las rutas más activas del narcotráfico.
El gobierno de Moreno anunció, además, que su país volvería a participar a partir de ese año en el Ejercicio Multinacional de Maniobras Militares, unos juegos de guerra organizados por el Pentágono a los que Ecuador no asistía desde hacía 11 años.
Según las autoridades ecuatorianas, la vuelta a las maniobras militares busca “recuperar el espacio perdido” y el “nivel de entrenamiento” de las fuerzas nacionales.
Mientras, señalan que la apertura a los aviones de reconocimiento estadounidenses permite al país un mayor control sobre el crimen organizado, narcotráfico, tráfico de personas, pesca ilegal, contrabando, búsqueda de aeronaves y embarcaciones en apremio.
Pero estos argumentos no logran convencer a los críticos del gobierno y a los que temen por el futuro de uno de los lugares más asombrosos del planeta.