Al imaginar a su hija navegando por las oscuras aguas del río Amazonas y luego sumergiéndose en ellas hasta agotar sus últimas fuerzas por salvar su vida, vuelve el dolor para Mónica Prieto, madre de la joven María Camila Velandia, estudiante del colegio English School. Ella tuvo que soportar la agonía de un juicio que parecía interminable y que estuvo atravesado, incluso, por una pandemia.
Le contó a este diario que la vida de su hija terminó en una salida pedagógica el 2 de octubre de 2014. Hoy solo desea que lo que pasó no vuelva a ocurrir y por eso emprendió una causa para que los responsables, incluido el English School, respondieran ante la justicia. Ha sido duro recordar una y otra vez la tragedia que partió su vida en dos.
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Todo comenzó con la planeación de un viaje pedagógico vivencial al Amazonas, organizado por el colegio.
Tras al menos siete reuniones, según lo expresado en el juicio, la seleccionada fue la empresa de turismo Bluefields, que se mostró ante la institución con un cúmulo de beneficios para liderar este tipo de travesías, entre esos, 18 años de experiencia. Eso les dio algo de tranquilidad a los padres, quienes, por supuesto, se quedan en vilo cuando sus hijos salen a este tipo de experiencias. Prieto dice que el plantel fue el que escogió y que, en ese proceso, los padres no tuvieron voz.
A su vez, esta empresa estaba facultada para subcontratar los servicios turísticos en la zona con operadores activos en el Registro Nacional de Turismo (RNT), como el Hotel Alto del Águila, donde se estaban hospedando los estudiantes, y la empresa Transportes Amazónicos S. A., encargada del traslado fluvial de estos.
Aunque pensaron que había sido la mejor elección y el coordinador de la excursión, Manuel Andrés López Sánchez, de Bluefields, tenía todo bajo control, una extraña decisión cambió el rumbo de aquel día. Los estudiantes ya no saldrían desde Puerto Nariño hacia la reserva de Marashá, en el Perú, a las 4 de la mañana, sino a las 3.
La tragedia
Incluso el personal informado sobre el cambio del itinerario había advertido que a las tres de la mañana la navegabilidad por el río Amazonas representaba un riesgo por la poca visibilidad. Aun así, López habría tomado la decisión de salir una hora antes, según se conoció en el juicio.
Esta orden fue recibida y llevada a cabo por Mateo Franco, director logístico de Bluefields, a cargo del grupo al que pertenecía la joven María Camila Velandia.
Fue él quien les informó sobre el cambio a los grupos, al proveedor de las embarcaciones, Segundo Solarte, y al conductor de la lancha, Éver Sinaragua.
Entonces los 26 estudiantes zarparon hacia su destino a las tres de la mañana ignorando que era un horario restringido para la navegación.
Sinaragua era el piloto de la lancha 9 de la empresa Transportes Amazónicos S. A. Bajo su responsabilidad estaban 26 personas entre estudiantes, profesores y personal de Bluefields.
Era una embarcación pequeña con capacidad para transportar 25 toneladas y no tenía permiso para navegar entre las 6 de la tarde y las 6 de la mañana. “No desarrollaba labores pesqueras, no trasladaba enfermos ni tampoco desarrollaba activad económica alguna”, explicó el juez.
La empresa transportadora tampoco había tramitado ante la capitanía del puerto de Leticia alguna autorización para navegar bajo esas condiciones a destinos nacionales o internacionales. Ellos sabían que esta era imposible de obtener porque no era permitido.
La lancha tampoco tenía el sistema de luces blancas, verdes y rojas que se exigen en materia de seguridad para que sea visible y segura la navegación. “Incluso se supo que Éver Sinaragua condujo la embarcación mientras cargaba un faro con el que buscaba tener algo de visibilidad”, dijo el juez.
De su licencia se supo que fue expedida para desempeñarse como aprendiz o ayudante de piloto, es decir, no cumplía con los requisitos para navegar en embarcaciones menores, salvo que fuera el acompañante de un piloto o un capitán.
“Para estas embarcaciones se requieren al menos dos tripulantes y había solo uno”, añadió el juez.
Errores
Durante la investigación se pudo establecer que la embarcación en la que se transportó a María Camila Velandia había sido modificada. Se le instaló un techo rígido en vez de una carpa, y allí los estudiantes colocaron sus maletas.Esto produjo una afectación en el centro de gravedad, haciéndola inestable. “También imposibilitó a Sinaragua de hacer alguna maniobra que permitiera evitar la colisión con la otra embarcación peruana de la empresa de Transporte Fluvial Flipper”, explicó el juez.
Todo esto hizo que aquel día terminara en tragedia.
Cuando Éver Sinaragua visualizó un buque con rumbo opuesto no supo cómo reaccionar. En vez de disminuir la velocidad realizó maniobras bruscas.
Chocaron con una embarcación peruana y la lancha en la que iba María Camila se volteó. “Otros estudiantes quedaron en el agua malheridos. Ellos lograron agruparse, salir por sus propios medios y la ayuda de los tripulantes de otra lancha. Solo después detectaron que María Camila no estaba. Otros la encontraron flotando en el río”, narró Prieto sobre de la muerte de su hija.
“Salvaron a todos menos a mi hija. Ni los tres profesores del colegio ni los guías de Bluefields se preocuparon por buscarla. Le quitaron la oportunidad de ser rescatada con vida. Como mamá no entiendo cómo el colegio y la empresa se jugaron la vida de más de 20 niños al navegar a horas prohibidas”.
La decisión final
El 16 de septiembre se llevó a cabo la audiencia del sentido del fallo por la muerte de María Camila Velandia en la salida pedagógica con su colegio English School.El contratista de las lanchas, Segundo Solarte; el guía de Bluefields, Mateo Franco, y el lanchero Éver Sinaragua fueron condenados por el delito de homicidio culposo, mientras que la profesora y coordinadora de la salida, Martha Elena Quintero, fue absuelta de los cargos.
La familia de la joven entiende que el caso representó mucho trabajo para la Fiscalía y el Juzgado de Leticia. “Agradecemos muchas cosas, pero otras que no se tuvieron en cuenta son fundamentales. Apelaremos en lo que respecta a la absolución de la profesora pues representa un muy mal precedente. Nuestra única esperanza es que por lo menos la pérdida de María Camila se traduzca en protección para los estudiantes y debe empezar necesariamente por los colegios, si no es lo mismo que enviarlos con extraños y desconocidos”.
El sentido del fallo reconoció que la joven perdió su vida en circunstancias prevenibles, que ella era menor de edad y estaba en manos de los adultos quienes tenían el deber de cuidado y asumían voluntariamente su protección, que recibieron las advertencias y las desconocieron. “Decepciona que la posición de garante les corresponda a todos menos a la profesora del English School.
Según esto, cuando entregamos nuestros hijos en las salidas pedagógicas nos responden todos menos el organizador del viaje. ¿Si le entregamos nuestros hijos a un colegio y luego no tienen responsabilidad, deberían los colegios promover salidas pedagógicas? ¿Qué diferencia hace una excursión de una salida pedagógica si solo responden los de logística o el transportador?”.
Mónica afronta día a día la ausencia de su hija, sentarse a la mesa y divisar una silla vacía. Extraña sus besos, sus abrazos, su cariño. “Solo pienso en que la entregué con vida y me la devolvieron muerta y, sobre todo, que nunca tuve la oportunidad de despedirme de ella”.
El 19 de octubre se conocerá la pena final.
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