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Brasilia, DPA
Irrupción huracanada, ascenso meteórico y caída abrupta. La lideresa ambientalista Marina Silva se convirtió hoy en la estrella fugaz de las elecciones generales brasileñas al quedar excluida de la segunda vuelta de los comicios el próximo 26 de octubre.
El ingreso triunfal, apogeo y ocaso de la candidata del Partido Socialista Brasileño (PSB) ocurrió en tan solo 46 días, periodo que transcurrió desde su postulación “casual”, derivada de la trágica muerte del candidato socialista Eduardo Campos, hasta el rotundo fracaso vivido hoy en las urnas.
En el ínterin, la ambientalista llegó a obtener el 34% de las intenciones de voto de cara a la primera vuelta, lo que representaba un empate con la presidenta y candidata a la reelección, Dilma Rousseff. Y en la simulación de un eventual balotaje entre ambas, Silva, en su mejor momento, llegó a aventajar en diez puntos porcentuales a la presidenta.
Pero hoy la “candidata por azar” logró un escaso 21% de los votos válidos, porcentaje similar al que obtuvo en las pasadas elecciones del 2010, cuando sorprendió al quedar tercera en la disputa electoral junto al minúsculo Partido Verde (PV).
Tras abandonar el partido ecologista, la ex militante del Partido de los Trabajadores (PT) y ex ministra de Medio Ambiente fundó su propia agrupación política, Red Sostenibilidad (Rede), la cual hace exactamente un año y dos días fue rechazada por la suprema corte electoral y no pudo disputar las presentes elecciones.
Según analistas, entre los factores que explican el efímero estrellato de Silva en la contienda están los duros ataques que le propinaron el PT y el Partido de la Social Democracia Brasileña (PSDB), cuyo candidato, Aécio Neves, disputará el balotaje con Rousseff.
En medio de una “sangrienta” disputa electoral, el PT -en el cual Silva militó durante dos décadas- lanzó rumores que atemorizaron al robusto electorado de baja renta al decir que ésta pretendía reducir el alcance de programas sociales como el Beca Familia, que atiende a unos 56 millones de brasileños.
Asimismo, la candidata que se atribuye encarnar lo que llama la “tercera vía” en oposición a la polarización PT-PSDB que domina Brasil desde hace 20 años, se vio en franca desventaja respecto a sus adversarios en lo que respecta a recursos financieros, logística e infraestructura.
Mientras Rousseff, en base a alianzas selladas con varios partidos menores, contó con un tiempo de casi 12 minutos diarios de televisión durante la propaganda electoral gratuita -que se trasmite en cadena nacional- para “golpear” a Silva y mostrar los avances de su gobierno, la ambientalista solo tuvo poco menos de dos minutos para intentar rebatir las críticas y presentar un proyecto de gobierno sin pasado, basado en la ilusión de lo que podría venir.
Otro elemento que le jugó en contra fue la rectificación de un sensible pasaje de su programa de gobierno, realizada horas después de su presentación oficial.
El texto presentado el 29 de agosto defendía la legalización del matrimonio entre personas del mismo sexo y fue celebrado en forma instantánea por colectivos vinculados a los homosexuales.
Sin embargo, menos de 24 horas después del anuncio, el PSB divulgó una errata en la que se excluyó la palabra “casamiento” y la cambió por un compromiso de “garantizar los derechos oriundos de la unión civil entre personas del mismo sexo”. Esto, a diferencia del matrimonio, no altera el estado civil de las personas implicadas y por tanto merma algunos derechos.
También aceleró su derrumbe la insistencia de Silva en no compartir mitines con candidatos socialdemócratas que habían sellado alianzas políticas con Campos a nivel de los estados. La ambientalista llegó a rechazar ofertas de apoyo de candidatos a gobernadores del PSDB e incluso prohibió que fotografías suyas figuraran junto a la de esos candidatos.
Con esto, Silva perdió claras oportunidades de tener más visibilidad y sembró resquemores entre políticos socialdemócratas, con quienes a partir de ahora, si decide apoyar en la segunda vuelta a Neves, deberá convivir.
Difícil augurar qué resolverá hacer a partir de ahora la siempre imprevisible Silva, quien salió del amazónico -y miserable- estado de Acre, en el norte de Brasil, para convertirse, tras difíciles años en los que padeció hambre y enfermedades graves, como contaminación por mercurio, hepatitis, malaria y leishmaniasis, en una de las figuras más notorias del ámbito político nacional.