La crisis política y social que vive Chile desde hace dos semanas llevó al presidente Sebastián Piñera a suspender las cumbres del APEC y la COP25, eventos internacionales que Santiago iba a acoger en las próximas semanas.
El Comercio conversó al respecto con el politólogo chileno Marco Moreno, Director de la Escuela de Gobierno y Comunicaciones de la Universidad Central de Chile, quien señala que la cancelación de las cumbres APEC y COP son un golpe importante para la imagen del país y, sobre todo, para el ego del presidente.
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Asimismo, el experto añade que la salida de Piñera no es la solución, sino un diálogo efectivo entre todos los actores de la crisis.
—¿Cómo afecta a la imagen de Chile la cancelación de estos eventos?
No estaban las condiciones materiales ni tampoco el estado de ánimo en la ciudadanía como para que se realicen estas dos cumbres. Sin duda es un golpe importante para la imagen del país, pero sobre todo para el ego del presidente, y a su propio liderazgo que él había intentado construir sobre todo en los temas medioambientales.
—¿Cómo está quedando la imagen de Chile internacionalmente tras las continuas protestas?
Esta idea que el propio presidente había esbozado de que Chile era un oasis en una América Latina convulsionada, como dijo hace apenas dos semanas, evidentemente queda absolutamente en entredicho porque no había logrado satisfacer mínimamente la correlación entre esa imagen que él planteó y lo que estaba ocurriendo efectivamente en el país.
Esa imagen de que Chile era el país modelo de América Latina, de que había hecho las cosas bien de acuerdo a los dictámenes de los organismos multilaterales, como el FMI y el Banco Mundial, quedan en entredicho. El propio modelo chileno, asentado en la base del modelo neoliberal de una economía abierta, del consumo y el crecimiento, no es suficiente para llevar bienestar a las personas. Esa es la evidencia más clara de estos días de convulsión en Chile.
—¿Por qué aún las protestas no cesan? El cambio de gabinete, al parecer, ha sido insuficiente...
El gobierno llega tarde a todas las decisiones importante que debiera haber tomado, lo que pone en evidencia lo que se había advertido hace mucho tiempo, que es un gobierno con baja capacidad para gobernar, para enfrentar crisis políticas. Y se demuestra en que llega tarde en echarse para atrás en el alza del pasaje del metro, en anunciar una agenda social que no ha tenido el impacto esperado y llega tarde con el cambio de gabinete sobre el que se habían cifrado muchas expectativas.
El cambio de gabinete no era suficiente para resolver el problema, porque las demandas son muy difusas, los malestares que se expresan en la calle todavía no se concretan en problemas que puedan ser abordados en políticas públicas. Eso tiene que hacerlo el gobierno, pero el gobierno todavía no ha logrado instalar un proyecto de cómo salir de la crisis y esa falta de orden lo hace más complejo. Tanto el gobierno como los otros actores de esta crisis no están articulándose detrás de su objetivo.
—¿Y qué resuelve el problema? ¿La salida de Piñera?
El intento de acusarlo constitucionalmente no tiene probabilidades de prosperar hasta ahora, según nuestros mecanismos constitucionales. Se requieren dos tercios de los votos en el Senado para aprobar una eventual acusación constitucional. La oposición tiene 23 votos y requiere 28, y es muy difícil que cinco senadores oficialistas voten en contra de su propio presidente. Si bien la salida de Piñera ha formado parte de un discurso, no ha logrado prender y tendría que haber una presión social mucho más alta.
El vacío de poder puede ser peor a la situación que ahora tenemos. Por ello, creo que hay que trabajar en tres direcciones: Primero, el tema de restablecer la confianza; segundo, la legitimidad de las instituciones hoy por hoy bastante depreciadas; y tercera, el diálogo político. Para eso se requiere que el gobierno entienda que por ahí va la salida, no es solamente ofrecer un conjunto de medidas que solo apuntan al bolsillo. El bolsillo de la gente no es lo único que tiene movilizada a la población, sino es el malestar y rechazo a muchos años de no haberse hecho cargo de los problemas más profundos que tiene la sociedad chilena.
—Pero son problemas estructurales que no se van a resolver en un corto plazo…
Tal cual. Es posible que el gobierno insista en un paquete de medidas que apunte a estas cuestiones centrales que se expresan hoy día en la demanda. El gobierno ha dado 16 medidas, algunas requieren proyectos de ley y otras se pueden aplicar por ordenanzas, pero no son las más estructurales que la gente quisiera que se revisaran, como por ejemplo, el sistema de pensiones o el sistema de salud, que requieren medidas de largo plazo. Por ahora tienen que concentrarse en restablecer el orden público, que es lo que complica el poder llevar adelante esta agenda de medidas.
El gran desafío del gobierno es tratar de bajar la presión, porque la indignación no es suficiente. Se requiere que la indignación tenga una conducción para que pueda expresarse en un conjunto de medidas que puedan llevar a los cambios que la gente espera. La cólera y la indignación no son productivas porque no van a generar cambios. Los cambios solo van a darse en la medida que haya un diálogo y acuerdo entre los actores para buscar una solución.
—Y ese diálogo es el que no se ha dado…
El presidente, como la mayoría de presidentes en Latinoamérica, sigue en una lógica de hiperpresidencialismo en donde no quieren renunciar a muchos de sus espacios y de su protagonismo. Piñera tiene un estilo de hiperliderazgo, que está en todos los temas, que opina y toma posición sobre todas las cuestiones sectoriales que lo lleva a sobregirarse más de la cuenta.
El presidente tiene que darse cuenta que tiene que ocupar una segunda línea. Él es parte del problema y no lo ha querido entender así porque está aún en un proceso de ceguera situacional, de encasillamiento. Y por otro lado, la oposición, los actores económicos y sociales tienen que entender que esta es una salida con todos, y no una salida solo por el lado del gobierno, que ya ha demostrado que no es capaz de ofrecer una conducción efectiva de la crisis.