Sebastián Piñera fue, sin duda, una figura clave en la historia reciente de Chile.
El político y empresario presidió el país sudamericano en dos períodos: desde 2010 a 2014, y de 2018 a 2022.
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Falleció este martes a los 74 años de edad en un accidente de helicóptero en el centro del país, confirmaron autoridades chilenas.
En sus ocho años de gobierno, caracterizados por continuos altibajos en su popularidad y una intensa conflictividad social, Piñera enfrentó todo tipo de retos.
Repasamos algunos de los momentos que marcaron sus dos etapas en el poder.
Piñera asumió la presidencia por primera vez en marzo de 2010, sucediendo a Michelle Bachelet.
Su victoria en las elecciones frente al candidato de la Concertación, Eduardo Frei, marcaron un punto de inflexión en la política chilena.
Supuso el fin de dos décadas de gobierno de esa coalición de centroizquierda que había ganado todas las elecciones desde el fin del régimen militar del general Augusto Pinochet (1973-1990) hasta entonces.
También fue el primer político de centroderecha en asumir la jefatura de Estado del país en 52 años.
Este hito supuso el comienzo de una nueva era en la que se alternaron en el poder líderes de diversas tendencias ideológicas, en lo que expertos consideran una muestra de la evolución del sistema democrático chileno hacia la madurez y la pluralidad.
El inicio de su mandato estuvo marcado por la recuperación económica de Chile tras el impacto que aún sufría desde la crisis financiera mundial de 2008, así como la reconstrucción en la zona central del país tras el devastador terremoto y tsunami de febrero de 2010.
Durante su primer gobierno, Piñera se enfocó en la recuperación económica, promoviendo inversiones y políticas destinadas a fortalecer la infraestructura y el crecimiento.
Chile creció a un promedio del 5,3% anual, dos puntos más en comparación con el gobierno anterior, si bien el entonces presidente recibió fuertes críticas por problemas persistentes como una alta desigualdad social y la escasez de financiación pública en el sector educativo, lo que provocó fuertes protestas estudiantiles.
Un derrumbe en la mina San José, en el centro-norte del país, en agosto de 2010 dejó atrapados a 33 mineros a 600 metros de profundidad.
El rescate requirió una larga y compleja operación de ingeniería que se prolongó hasta octubre de ese año.
Consciente de la magnitud del desafío y de la atención internacional que el caso había generado, el presidente movilizó todos los recursos disponibles, tanto nacionales como internacionales, para asegurar el rescate de los mineros.
El incidente fue un momento clave en el gobierno de Piñera, que había asumido el cargo solo cinco meses antes.
El gobierno se involucró a fondo en el rescate, una decisión que según expertos fue tanto humanitaria como estratégica.
El presidente visitó en varias ocasiones el lugar del accidente, donde prometió a los familiares de los mineros y a la opinión pública que el gobierno haría todo lo posible para salvar a los 33.
La operación de rescate, que culminó con éxito tras 69 días de esfuerzos, se transmitió en vivo para millones de espectadores en todo el mundo.
El manejo de la operación y su final feliz dieron un importante impulso a la popularidad de Piñera, que consolidó su liderazgo ante la opinión pública chilena y también vio reforzada su imagen en el ámbito internacional.
Por otra parte, el rescate también suscitó un debate más amplio sobre las condiciones de seguridad en las minas chilenas y la necesidad de reformas en la industria minera, uno de los pilares económicos del país.
Tras criticarse deficiencias en las regulaciones de seguridad laboral y la protección de los trabajadores, el presidente anunció medidas destinadas a mejorar estos aspectos.
El incidente se considera, hasta la fecha, el mayor y más exitoso rescate de mineros a nivel mundial, así como el más mediático.
Y, para Piñera, fue también el momento más dulce en sus frecuentemente convulsos 8 años de gobierno.
El actual presidente chileno, Gabriel Boric, se refirió a ese episodio durante el mensaje que pronunció este martes por la muerte de Piñera, a quien ordenó despedir con honores de funeral de Estado y con tres días de duelo nacional.
Boric dijo que uno de los momentos en que Piñera “buscó genuinamente lo que él creía lo mejor para el país” fue “cuando se la jugó con mucha decisión y audacia para rescatar a los 33 mineros de la mina San José”.
En octubre de 2019, ya durante el segundo gobierno de Piñera, Chile se vio sacudido por una ola de protestas y manifestaciones sin precedentes en su historia reciente.
Lo que comenzó como una protesta estudiantil se transformó en un clamor popular por un cambio fundamental en el modelo socioeconómico del país.
El conocido como “estallido social”, un período de agitación en el que un sector de la sociedad -sobre todo jóvenes- tomó las calles para exigir profundos cambios estructurales, fue el mayor desafío para el presidente en sus dos etapas.
Las manifestaciones por el aumento en las tarifas del metro de Santiago evolucionaron hacia un movimiento más amplio que cuestionaba la desigualdad, el alto costo de la vida, la privatización de servicios esenciales, el sistema de pensiones y la Constitución vigente desde la dictadura.
El gobierno de Piñera respondió con la declaración del estado de emergencia, toques de queda y despliegue de fuerzas del orden, desatándose largos y violentos enfrentamientos que dejaron 34 muertos y miles de heridos y arrestados.
Piñera fue ampliamente criticado en Chile por su respuesta inicial a las protestas, que incluyó esta afirmación rechazada por líderes políticos y miembros de la sociedad civil: “Estamos en guerra contra un enemigo poderoso, implacable, que no respeta nada ni a nadie”.
En un intento por aplacar las protestas, Piñera anunció una serie de reformas que incluían un aumento del salario mínimo y de las pensiones, la estabilización de las tarifas eléctricas y cambios en el sistema de salud y educación.
Muchos, sin embargo, vieron estas medidas como insuficientes y tardías, y la popularidad del presidente se situó en mínimos.
Organizaciones internacionales como Human Rights Watch y la Comisión Interamericana de Derechos Humanos denunciaron el uso excesivo de la fuerza por parte de las fuerzas de seguridad bajo su gobierno, al que exigieron garantizar el respeto a los derechos humanos.
Políticamente, el “estallido social” impulsó un proceso constituyente que culminaría con un plebiscito en octubre de 2020 donde una abrumadora mayoría de chilenos votó a favor de redactar una nueva Constitución, un asunto que hoy permanece inconcluso.
En todo caso, el legado de Sebastián Piñera quedó profundamente marcado por el esta ola de protestas que se inició en 2019 y su figura quedó inevitablemente asociada a un período de profunda división social y política en Chile.
A nivel latinoamericano, los mandatos de Piñera también estuvieron marcados por acuerdos y disputas con países de la región.
Durante su primera presidencia, firmó en 2012 con sus pares de Colombia, México y Perú el acuerdo marco que dio nacimiento oficial a la Alianza del Pacífico, en una cumbre que lo tuvo como anfitrión en el desierto de Atacama.
Esa unión para avanzar en la integración económica entre los países y abrirse a Asia fue vista como una iniciativa favorable al libre mercado y libre comercio en una región donde abundaban los gobiernos de izquierda.
Piñera también fue el primer presidente pro témpore de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (Celac), que fue constituida en 2011 en la Venezuela del expresidente Hugo Chávez como una unión regional sin Estados Unidos ni Canadá.
Esa fue una señal de que, pese a las grandes distancias ideológicas que tenían, Piñera lograba entendimientos con Chávez.
Cuando el líder socialista venezolano murió en 2013, Piñera lo definió como “un hombre profundamente comprometido con la integración de América Latina”.
Pero Piñera también sostuvo como presidente litigios con países vecinos.
Con Perú se trató de una demanda que este país presentó ante la Corte Internacional de Justicia de La Haya en 2008 contra Chile, durante el primer mandato de Michelle Bachelet, por la delimitación de una frontera marítima.
El caso se zanjó en enero de 2014 con un fallo que tanto Piñera como su entonces homólogo peruano, Ollanta Humala, consideraron razonable.
Bolivia también presentó durante la presidencia de Evo Morales en 2013 una demanda contra Chile en La Haya por una salida al mar, que finalmente fue rechazada.
No obstante las fuertes diferencias que ambos tuvieron, Morales expresó este martes sus condolencias por la muerte de Piñera, con quien dijo haber trabajado “codo a codo en varios temas”.
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