“Chávez es más futuro que cualquier otra cosa”. Nicolás Maduro se ha puesto una vez más al frente de la reivindicación de la figura del “Gigante de América” y “Mesías de los Pobres” en vísperas del cuarto aniversario de su “siembra”, que se conmemora mañana. Y lo ha hecho por “amor”, palabra clave en la propaganda y la iconografía revolucionaria, y también por necesidad: el proceso bolivariano vive hoy el desamor de Venezuela, su peor momento histórico.Seguir a @Mundo_ECpe !function(d,s,id){var js,fjs=d.getElementsByTagName(s)[0],p=/^http:/.test(d.location)?'http':'https';if(!d.getElementById(id)){js=d.createElement(s);js.id=id;js.src=p+'://platform.twitter.com/widgets.js';fjs.parentNode.insertBefore(js,fjs);}}(document, 'script', 'twitter-wjs');
En los manuales del chavismo se insiste que la mejor defensa es un buen ataque, en esta ocasión en dos tiempos: reacción-acción. En la primera, el oficialismo se defendió en enero pasado con la campaña “Aquí no se habla mal de Chávez”, coincidiendo con la presentación de la serie de televisión El comandante, producida por el pensador venezolano Moisés Naím. La orden fue tajante, tanto para dirigentes como para militantes: debían participar en la cruzada y denunciar a quien se atreviera a criticar al presidente fallecido en 2013, víctima de un cáncer que fue tratado en Cuba, y también a su legado revolucionario.
En la segunda, cinco semanas después, la consigna ha cambiado: “Aquí amamos a Chávez”, un intento de profundizar en el culto al caudillo, que mezcla en una misma pócima la fidelidad ideológica con los guiños mágico-religiosos en busca de proporcionar legitimidad a sus herederos.
Y cómo no amarlo, explica uno de ellos, Diosdado Cabello , si “entregó su vida para los pobres. No nos van a sacar al comandante del corazón, escuálidos (opositores), ni hoy ni mañana ni nunca, dentro de 100 años seguiremos hablando de Chávez”.
Las encuestas, en cambio, desdicen al líder militar de la revolución y vicepresidente del Partido Socialista Unificado de Venezuela (PSUV): apenas el 17% de los venezolanos consultados por Datin Corp dice amar a Chávez, mientras que más del 50% confiesa que ni lo ama ni lo odia.
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Otro estudio, realizado por Datanálisis, sostiene que Chávez mantiene un 50% de popularidad, lo que significaría una pérdida de 21 puntos en relación a la obtenida hace cuatro años. Mucho peor la tiene su sucesor, Nicolás Maduro, con apenas un 18% a su favor, en un continuo y sostenido retroceso.
“Chávez es una especie de James Dean o Marilyn Monroe, se mantiene una foto joven, bonita, espectacular y exitosa”, resume Luis Vicente León, presidente de Datanálisis.
El chavismo ha tirado de nuevo la casa por la ventana, cada vez más estrecha, a la hora de confeccionar el programa del cuarto aniversario de la “siembra”. Conferencias, actos, inauguraciones, exposiciones como Chávez, soldado hecho pueblo y hasta el estreno en Telesur del documental Chávez infinito, realizado por la cineasta argentina María Laura Vásquez. Desde el lunes hasta el 5 de abril también se festejará un acto al día, con las fechas más importantes del último año de vida del líder.
“Las dificultades que estamos afrontando son parte de la decisión y la voluntad de ser libres. Chávez recuperó la idea de socialismo, nos entregó otra vez la utopía de la humanidad”, resume el historiador Pedro Calzadilla, miembro del Centro de Altos Estudios del Pensamiento Hugo Chávez, quien se ufana de que fuera su líder “la figura más peligrosa de los últimos años para el imperialismo y el capitalismo”.
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El chavismo sabe que su creador es y seguirá siendo su principal sostén, de ahí el empeño de profundizar su culto. La iglesia de la revolución tiene incluso sus propias capillas, como la que se levanta en Caracas a 200 metros del Cuartel de la Montaña, donde descansan los restos del presidente. Ese punto de encuentro para los creyentes es San Hugo Chávez del 23 (en referencia al barrio revolucionario del 23 de Enero, donde está situada), donde rezan el conocido “Chávez nuestro que estás en los cielos”.
Las honras a Chávez han devenido así en una especie de culto sincrético que los dirigentes oficialistas no dudan en llevar a la práctica, incluso interpretando sus propios mandamientos: amar a Chávez sobre todas las cosas, no tomar el nombre de Chávez en vano, santificar las fiestas revolucionarias y honrar a tu “padre”, algo que Nicolás Maduro ha repetido todos los días desde que asumió la presidencia hace cuatro años.
Y en esta suerte de evangelización forzada al pueblo venezolano, el chavismo tiene incluso demonios y diablos: el imperio y los opositores. También hay ángeles caídos del cielo, como los chavistas disidentes de Marea Socialista; antiguos ministros (Giordani y Navarro), y generales críticos, como Miguel Rodríguez Torres, Clíver Alcalá y Raúl Isaías Baduel, que continúa en la prisión militar de Ramo Verde pese a haber cumplido su pena de casi ocho años de cárcel, ahora bajo cargos de conspiración para derrocar al gobierno.
Como dijo en su momento Michele Ascencio, la investigadora haitiana-venezolana fallecida en 2014, en un mensaje que ganó actualidad: “El uso de las creencias religiosas del chavismo es una forma de hacer política. El reto es convertir al ciudadano en devoto”.
Fuente: LA NACIÓN, GDA
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