Lo primero que golpea es el olor: acre, penetrante, nauseabundo. Después se ve la primera fosa: un hueco de un metro y medio de diámetro por metro y medio de profundidad.
Parece imposible que aquí, a las afueras de Iguala en Guerrero, México, alguien haya apilado 28 cuerpos en seis fosas como ésta, para luego quemarlos. Pero así lo hicieron.
A poco menos de 200 kilómetros al sur de Ciudad de México, hay cinco fosas, una detrás de otra, rodeadas por cintas amarillas de la Procuraduría.
Dos periodistas llegaron antes que nosotros y deambulan por el lugar. Luego arriban más.
Todos buscamos lo mismo: el sitio donde el sábado pasado fueron encontrados, apilados uno sobre otro y carbonizados, más de dos docenas de cuerpos.
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(Foto: BBC Mundo)
La pregunta, desde que se conoció la información, es si los cadáveres pertenecen a algunos de los 43 jóvenes estudiantes de la Normal de Ayotzinapa, que se encuentran desaparecidos desde el viernes 26 de septiembre.
Esa noche, la policía local de Iguala, junto a presuntos sicarios del grupo criminal Guerreros Unidos, atacó a un nutrido grupo de estudiantes que protestaban en las calles de la población. Seis personas murieron y desde entonces los 43 jóvenes no aparecen.
Pruebas de identificación
Lo que sí es prácticamente imposible es que alguien haya cargado tantos cuerpos hasta acá: una montaña en las afueras de Iguala, completamente cubierta de vegetación. El kilómetro final es un sendero estrecho y rocoso, por una empinada pendiente.
La única conclusión posible es que las 28 personas fueron obligadas a subir y acá mismo las mataron.
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(Foto: BBC Mundo)
Es la versión que -según Iñaky Blanco, procurador regional del estado de Guerrero- dio uno de los sicarios detenidos: que la noche del viernes 26 de septiembre, luego del tiroteo en el que murieron seis personas, policías locales y civiles arrastraron hasta este sitio a varios de los estudiantes para luego asesinarlos.
Sin embargo, el propio procurador -y otras autoridades- se muestra precavido con esta versión: dice que tomará al menos 15 días -quizá más- realizar las pruebas pertinente de identificación, incluyendo las de ADN.
Preguntas aún sin responder
Entretanto, los familiares de los 43 estudiantes desaparecidos desde ese viernes -y quienes ya proporcionaron muestras para las pruebas de ADN- se niegan a aceptar que los cuerpos encontrados en estos huecos pestilentes puedan ser los de sus seres queridos.
No les falta razón. La sola visión de este lugar, de las fosas marcadas con banderines de la Procuraduría, de los guantes quirúrgicos de los investigadores abandonados a la vera del sendero, es abrumadora.
Y pensar que 28 personas perdieron la vida en este sitio produce vértigo.
Por eso, padres, compañeros y familiares siguen luchando por encontrar a sus hijos, hermanos y compañeros con vida.
Para mañana, miércoles, están convocando a una protesta nacional. Dicen que quieren “paralizar México” hasta que el gobierno dé respuestas a sus preguntas.
¿Dónde están los 43 muchachos desaparecidos? ¿Cómo es posible que ocurriera algo semejante a sólo tres horas por carretera de Ciudad de México?
Y la gran pregunta para la que nadie parece tener una respuesta (ni periodistas, ni policías, ni los pocos vecinos que se atreven a hablar): ¿por qué?
¿Por qué un grupo de estudiantes de secundaria fueron atacados con tal sevicia y brutalidad por policías locales y sicarios?