La región de la montaña de Guerrero es la meca del cultivo de amapola, planta utilizada para elaborar heroína, en México y Chilapa su paso necesario para transportarla, una ubicación que convierte a este municipio en un polvorín que estalló hace dos semanas, cuando la ciudad estuvo sitiada por personas armadas durante cinco días.
Jornadas de pánico que arrancaron el 9 de mayo en las que “nadie podía salir” a la calle porque “los que salían los levantaban (secuestraban), los golpeaban o los extorsionaban”, asegura a EFE José Díaz Navarro, vecino del municipio.
En los últimos meses este maestro se ha convertido en experto en la geoestrategia de los cárteles de la droga que operan en la zona, Los Ardillos y Los Rojos, pues los primeros desaparecieron hace medio año a cinco de sus familiares y, ante la inoperancia de las autoridades, emprendió una investigación particular con la que averiguó “el 70 % de la película”.
Por ello sabe que no volverá a verlos y ya no los llama desaparecidos. “Lo que está desaparecida es la investigación”, cuenta en un restaurante de Chilapa frente a los familiares de otros desaparecidos, los que han hecho saltar las alarmas de la extrema violencia existente en el municipio.
Ahora hay catorce familias más que tras el sitio, el segundo producido en un año, denunciaron la desaparición de uno de sus seres queridos. Sin embargo, según Díaz, extraoficialmente son una treintena porque hay “muchos otros casos donde no existen las denuncias por temor”.
Díaz, quien actúa como portavoz de las familias, hace un diagnóstico claro de su caso, ampliable al problema actual: fue “un acto de venganza de Los Ardillos contra Los Rojos”, ya que “agarran a quien sea”, pues “lo que importa para ellos es dejar un mensaje con número de cuerpos, decapitaciones, desmembramientos”.
Y es que Chilapa está dominada por Los Rojos, esos a los que los habitantes prefieren no mirar. “Los grupos de hombres armados se han pasado aquí a todas horas del día, pero para evitar tener un problema con ellos pues cuando van pasando allá uno voltea acá”.
Pese a que se declaran ajenos a todo esto, añade Díaz, los narcos los están “etiquetando”. “Todos los de las otras comunidades son Ardillos y ellos nos denominan a todos los de Chilapa y estas comunidades de Rojos y hay muchos que no tenemos nada que ver”.
Esta clasificación también se está haciendo a nivel político, en plena campaña electoral, que se hace notar en las calles de Chilapa con las pegadizas canciones en coches con megafonía, como si allí no pasara nada.
“Ya se etiquetan que Los Rojos son del Partido Revolucionario Institucional (PRI) y Los Ardillos del Partido de la Revolución Democrática (PRD). Esta situación se está poniendo cada vez más difícil porque dentro de la política está operando el narcotráfico o la delincuencia organizada”, agregó.
ORIGEN DEL CONFLICTO
El origen del conflicto de Chilapa es su ubicación, abajo de la montaña guerrerense, donde se cultiva gran parte de la droga de moda en Estados Unidos, la heroína, producida a partir de la amapola.
Estudios de la agencia antidrogas DEA y datos de las propias autoridades mexicanas de decomiso de este opiáceo muestran un aumento notable de su consumo y, en consecuencia, una incremento del precio y de la producción en México.
Después de que la policía comunitaria llegara a Petaquillas, otro importante punto estratégico, Chilapa se ha convertido en el paso necesario de esta droga y, por lo tanto, en la plaza a conquistar para sacar la mercancía desde el sur, rumbo al norte.