Este miércoles son las elecciones presidenciales en Siria y todo apunta a que Bashar Al Asad será reelegido una vez más. En las urnas, el actual mandatario conseguiría una notoria ventaja sobre los otros dos candaditos -Abdulah Saloum Abdulah, exviceministro de Asuntos Parlamentarios, y el opositor Mahmud Marai-, y repetiría así la rotunda victoria del 2014 (88% de los votos).
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Lo que llama la atención es que su victoria desentona con la terrible situación política, social y económica que se vive en Siria, un país golpeado por una guerra civil de 10 años que ya ha dejado más de medio millón de personas muertas y desaparecidas, según los cálculos conservadores.
La pregunta cae por su propio peso: ¿cómo se mantiene en el poder en medio una cruenta guerra civil? La respuesta: las elecciones resultan una farsa.
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“Lo primero que hay que anotar es que estamos hablando de una hipodemocracia”. El periodista español experto en Medio Oriente Javier Martín propone acercarse a esta situación partiendo por definir un concepto clave.
“Me refiero a los países que aparentemente son democráticos, pero que en realidad no cumplen con los estándares -explica-. Eso pasa en Argelia, Egipto y en la propia Siria, en donde lo normal es que los procesos electorales estén amañados”.
Lo que buscan este tipo de gobiernos, usualmente autoritarios dirigidos por militares, es “revestirse de legitimidad” y ser aceptados por la comunidad internacional. Pero, en realidad, dice el corresponsal jefe de la agencia Efe en Medio Oriente y el norte de África , constituyen una dictadura.
En ese contexto, añade Martín, la cultura democrática es muy frágil, producto de un círculo vicioso compuesto por el desconocimiento y un poder que se esfuerza por causar ese desconocimiento.
Al respecto del amaño de los votos, el periodista y analista internacional Carlos Novoa apunta que esto se puede confirmar al observar a los otros candidatos a la presidencia. En sus orígenes también hay pistas. “Todos están ligados al régimen. Por un lado, está un exviceministro y, del otro, un líder de oposición consentido por el régimen”.
Como si fuera poco, Novoa precisa que son muy pocas las personas que participan de la votación. “Las elecciones no representan a todo el país, solamente a la parte que controla el oficialismo de Al Asad, que es cerca del 40% del territorio”.
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¿Por qué es tan baja la asistencia a las urnas? Martín explica que dos son los factores principales. El primero es la guerra interna.
“Los que podrían votar no lo van a hacer porque, por lo menos cuatro provincias en donde se calcula que viven 8 millones de personas son zonas kurdas y de la oposición, quienes todavía están en guerra”.
Novoa complementa: “Y hay que recordar que Siria tiene diez millones de refugiados, 10 millones de personas que no van a votar”.
El segundo factor que menciona Martín es que la mayoría de ese 40% está integrado por burócratas del Estado y trabajadores relacionados al gobierno. Él comenta:
“Imagínate que en Siria haya un millón de funcionarios. Eso quiere decir que cada uno de ellos tiene una familia, una mujer e hijos, votos seguros a favor del régimen porque si no, se les dice que al entrar otro presidente van a perder su trabajo”.
Así es que se puede entender que los presidentes de la región ganen los comicios de forma avasalladora. “Son elegidos con 5 millones de votos en países de 40 millones”, sentencia Martín.
REVOLUCIONES IMPOPULARES
Si la situación en Siria solo sabe empeorar desde hace más de una década es, entre otras razones, por la desidia de la comunidad internacional. Novoa sostiene esa tesis que se explica al notar que el régimen sirio tiene el apoyo de Rusia y China, miembros del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas.
“Y, al mismo tiempo, Estados Unidos, Inglaterra y Francia no han querido hacer mayor hincapié en solucionar los conflictos tanto porque tienen otros problemas como porque, de una u otra manera, hay una especie de repartición de territorios: el 40% controlado por el gobierno y el resto por varias facciones”, anota.
Pero si bien el camino para mejorar la calidad de vida de los sirios y sacar al país adelante podría pasar por la ayuda de otros países, replicar la suerte de proteccionismo que Estados Unidos aplicó a Afganistán no tendría buenas consecuencias. Para Martín, lo único que generaría esa acción neocolonialista es generar más resistencia, muchas veces armada.
A todo este desbarajuste habría que sumar el fracaso de la Primavera Árabe en Siria. Además de que cualquier intento de cambio fue aplastado por la dinastía Al Asad, Martín sostiene que nunca fue un movimiento popular, que el pueblo jamás se levantó para subvertir sus condiciones de vida.
¿Cómo se explica ello en un país en el que, según cifras del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados de marzo pasado, más de 13 millones requieren asistencia humanitaria y protección, mientras que el 90% de la población vive en la pobreza? Ni hablar de los 6.7 millones de desplazados.
“Salir del umbral de la pobreza es imposible -dice Martín-. Y, a pesar de que son pobres, tienen más que perder que ganar con una revolución. Nadie quiere arriesgarse a que piensen que son opositores y terminar en la cárcel o sin la posibilidad de encontrar trabajo y morirse de hambre”.
En Siria, según el experto español, la capacidad de mejorar no existe. “Así y todo, sí existe una capacidad de empeoramiento, por increíble que parezca”.
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