“Me voy a jubilar con la consciencia tranquila y muy contento”, ha dicho el presidente mexicano, Andrés Manuel López Obrador.
Y entre sus razones para la satisfacción están una reducción de la pobreza de casi diez puntos, la estabilidad de la economía, la construcción de grandes obras de infraestructura como el Tren Maya y la proliferación de becas, créditos y subsidios para los mexicanos más pobres.
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Este 1 de octubre AMLO le entregará el bastón de mando a su aliada y amiga Claudia Sheinbaum: otra razón, dice, “para estar feliz”.
Lo hará después de múltiples despedidas que han evidenciado su enorme popularidad, que roza el 70% de aprobación, y la autocrítica exigua que hace de su sexenio.
“Es indudable que avanzamos en la revolución de las consciencias y se sentaron las bases para consolidar la nueva política denominada humanismo mexicano, que en esencia es reconocer y atender a los de abajo”, dijo AMLO en su última rendición de cuentas, el 1 de septiembre.
“Pero, aún con lo mucho que se ha logrado, todavía es notorio el atraso que padecemos por el largo y tormentoso periodo en que el gobierno estuvo en manos de oligarcas insensibles”, añadió.
Aunque no profundizó en lo que denomina las “asignaturas pendientes”, es claro que las hay, no solo porque México es todavía un país violento y desigual, sino porque la principal bandera del obradorismo —una política libre de corrupción y clientelismo— está por saldarse.
BBC Mundo contrastó los datos y consultó una decena de analistas de la política mexicana en busca de los grandes problemas pendientes en México.
Aunque hay otros que se quedan por fuera, como la resolución del caso Ayotzinapa —un “crimen de Estado” impune por el que hace diez años desaparecieron 43 estudiantes y 3 fueron asesinados— y la corrupción, estas son las tres asignaturas pendientes de AMLO que más consenso generan.
En las semanas previas a la transición presidencial México vivió una nueva crisis de violencia, sobre todo en el noroeste, donde dos facciones del Cartel de Sinaloa luchan por el vacío de poder que dejó el arresto de ‘El Mayo’ Zambada, un prominente narcotraficante.
AMLO dice que durante su sexenio bajaron los homicidios un 18%, los robos un 30% y los secuestros un 77%.
Para combatir el crimen, su gobierno remplazó a la policía federal por una Guardia Nacional, bajo control del Ejército, para depurar elementos de corrupción, y en su último mes reformó el Poder Judicial para intentar acabar con la impunidad.
“Ahora no se reprime al pueblo, no se ejecutan masacres, no se tortura, no se desaparece a nadie, no se tolera la violación de los derechos humanos y tampoco existe un narcoestado como el que se configuró en el sexenio antepasado”, dijo AMLO hace un mes.
En el fondo, su búsqueda fue acabar con la violencia a través de programas sociales para quienes en teoría están en peligro de ser reclutados por el crimen.
En su discurso, el mandatario destacó que la percepción de inseguridad bajó 15%.
Pero, si bien ha bajado, entre un 50 y 70% de los mexicanos aún dicen en encuestas que se sienten inseguros. Y los delitos de extorsión y violencia intrafamiliar se han disparado.
Las cifras de la seguridad fueron un principal tema de contención en este sexenio porque, con los mismos datos oficiales, unos ven reducción y otros aumento de la violencia, dependiendo del periodo que se analice o los tipos de delito que se contemplen.
En 2023, por ejemplo, se reportaron 30.523 homicidios, un poco menos que los años anteriores. Pero tener cada año la cifra de homicidios alrededor de los 30.000, que es también lo que se estima para 2024, convirtió a este sexenio en el más violento de la historia reciente.
La seguridad pasó de ser un tema de hechos a uno de estadística. Pero México, según varios estudios nacionales e internacionales, sigue siendo uno de los países más peligrosos del mundo.
“Seguimos sin tener un modelo de seguridad que funcione”, dice Salvador Camarena, columnista y periodista. “El Estado dejó algunas zonas abandonadas y seguimos pendientes del modelo que prometieron”.
Carlos Pérez Ricardt, profesor y politólogo, añade: “Lo que más le costó al final de su mandato fue no haber logrado demostrar que la política social es suficiente para reducir la criminalidad”.
Sheinbaum, la nueva presidenta, quiere aplicar algunas de las estrategias que sirvieron en su alcaldía de Ciudad de México (2018-2023), entre ellas altas tecnologías de cámaras y seguimiento, coordinación entre entidades y mejores procesos de denuncia e investigación del crimen.
La salud es otro tema polémico porque AMLO se lo toma a pecho, hizo varias reformas con resultados ambiguos y la comunidad científica ha tenido que entrar al debate político.
“Dije que iba a ser el mejor, que iba a ser como en Dinamarca. (Pero) No, no es como en Dinamarca, es mejor que en Dinamarca”, afirmó el presidente.
AMLO quiso reformar un sistema fragmentado, desigual y ausente para las mayorías con tres medidas clave: centralizando el sistema, creando seguros para los más pobres y volviendo a monopolizar la compra de medicamentos en el Estado.
Pero, entre la pandemia y lo que para muchos fue un plan mal diseñado, las reformas quedaron pendientes. “Las reformas eran necesarias, pero al final se perdió un sexenio en salud porque no hubo un plan de implementación”, dice Andrés Castañeda, experto en salud pública.
Y las cifras son, otra vez, un tema espinoso. AMLO cita el aumento de clínicas y doctores y la reducción de precios en el sistema público para los no asegurados. Sin embargo, datos de la Coneval, un centro de estudios estatal, reportan que la carencia de salud aumentó del 16% en 2018 al 39% en 2022.
Los mexicanos son todavía de las poblaciones que más gasta en salud, pero su Estado es aún uno de los que menos invierte en el sector, en comparación con los países latinoamericanos en la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE).
Además, México tiene una de las tasas más altas del mundo en mortalidad prematura potencialmente evitable y uno de los índices de gasto catastrófico —familias que deben gastar el 30% de su patrimonio en salud— más altos de la región.
“Andrés Manuel inició su gestión en salud cortando la corrupción en la compra de medicamentos y después reformó el sistema de salud pública dos veces para corregir errores del pasado; aún falta ver los resultados de esa segunda reforma, los datos actuales no permiten cantar victoria”, dice Vanessa Romero Rocha, abogada y analista política.
Hay quienes creen que las profundas reformas a la salud aún están por demostrar sus beneficios. Otros piensan que el daño es irremediable.
En cualquier caso, Sheinbaum ha prometido seguir con la senda pautada por su predecesor: consolidar la reforma al sistema de salud pública y aumentar la cantidad de consultorios en zonas remotas para así prevenir enfermedades crónicas.
Cinco de los 100 compromisos de AMLO cuando llegó al poder estaban relacionados con el medio ambiente: plantar millones de árboles, promover fuentes de energía sostenibles, restringir el uso de semillas transgénicas, prohibir el fracking y reducir el impacto ambiental del desarrollo turístico.
Aunque se avanzó en el tema de semillas y no se otorgaron licencia mineras, en el sector ambiental hay consenso de que “se perdieron 6 años”, no solo porque no se cumplieron la mayoría de estas promesas, sino porque el gobierno impulsó proyectos de enorme impacto ambiental.
Entre los más citados están la construcción del Tren Maya, que significó la tala de siete millones de árboles, el aumento de la producción petrolera y la remodelación y edificación de refinerías en todo el país.
“Ha surgido una corriente de opinión en contra del petróleo y de otras energías fósiles (…) pero debemos calcular bien los tiempos”, dijo AMLO en marzo.
Sheinbaum, que como científica dedicó su carrera al estudio de las energías contaminantes, ha dicho estar “comprometida con reducir las emisiones que provocan el cambio climático y con la protección del medio ambiente”.
Y ha citado como ejemplo lo que hizo en CDMX: promovió la construcción de plantas recicladoras y de energía solar, masificó el sistema de transporte en bicicleta y restauró ríos y lagos, con lo que se logró la reducción de más de dos millones de toneladas de dióxido de carbono al año.
La pregunta, como en casi todos los ámbitos en que se le compara con su antecesor, es si ahora va a poder hacerlo a escala nacional.
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