La cárcel de las Islas Marías, en el océano Pacífico, fue por más de un siglo uno de los lugares más temidos en el imaginario de los mexicanos.
En el tiempo que operó, entre 1905 y 2019, albergó unos 45.000 presos.
Los últimos 624 reos salieron en un operativo que comenzó el 8 de marzo y que duró un día y medio.
El presidente de México, Andrés Manuel López Obrador (AMLO), anunció el cierre de la isla-prisión durante su discurso de 100 días de su gobierno, el 11 de marzo.
BBC Mundo tuvo acceso durante una inédita visita de medios de comunicación a las instalaciones de esta prisión, a unos 120 kilómetros de San Blas, en la costa del estado de Nayarit y a unos 170 de Mazatlán, de donde salen las embarcaciones por ser una base de la marina.
Fue establecida en 1905 por Porfirio Díaz, quien gobernó México bajo un régimen militar por más de 30 años en dos periodos, entre 1877 y 1911.
La prisión se estableció en María Madre, la más grande de las cuatro hermosas islas de un archipiélago en donde abunda la vida silvestre.
A pesar de lo temida que era, en distintas etapas de su existencia “la cárcel tuvo distintos grados de represión y reos de distinta peligrosidad”, explica Diego Pulido Esteva, historiador del Colegio de México.
En la isla también hubo mujeres reclusas, aunque siempre el número fue mucho menor al de los hombres.
Al principio llegaron personas que habían cometido delitos reincidentes, como robo, circulación de moneda falsa o la “vagancia”, cuenta Pulido, autor del libro “Las Islas Marías: historia de una colonia penal” que estudia las primeras décadas de su existencia.
Dice que en ese tiempo los reclusos eran el resultado “más de prácticas policiales que judiciales: muchas veces se les enviaba ahí sin mediar sentencia. Por ejemplo, en 1931, de 803 colonos, solo 39 tenían condena judicial, los demás habían sido remitidos de mantera arbitraria”.
Más adelante, con las reformas al código penal en 1929 y 1931, empezaron a enviar a presos de alta peligrosidad. También se enviaba a presos políticos. No sólo en el conocido como “porfiriato”, sino también en la época postrevolucionaria, fueron enviados allí comunistas y cristeros.
Presos en “semilibertad”
En las Islas Marías muchos vivieron en semilibertad, es decir, confinados a la isla, pero sin estar tras las rejas y trabajando al aire libre en las distintas empresas que allí había, entre ellas una camaronera o un aserradero en las últimas etapas.
También algunos vivían con su familia, por lo que hubo etapas en la que en la isla había cientos de niños, hasta unos 600. Las familias podían quedarse por periodos de semanas o meses de visita.
Pero en las últimas etapas las familias fueron disminuyendo. En el desalojo final salieron siete familias, en las que había cinco niñas y cinco niños.
Uno de los cuatro complejos que se cerraron este mes era un centro de alta seguridad. Ahí, en celdas de escasos metros cuadrados vivían confinados los presos de dos en dos. Apenas cabía una litera metálica, dos bancos y una letrina.
En este espacio, los presos apenas podían recibir un poco de sol en un espacio enrejado al que podían salir si su comportamiento era considerado bueno.
Comían en unas mesas que estaban justo afuera de sus celdas y donde el olor a excremento, aún después de una semana de que sus últimos habitantes fueran desalojados, es penetrante.
Todos los reos que llegaban a las Islas Marías pasaban por ahí al menos 30 días antes de ser clasificados para alguno de los otros complejos.
“Los muros de agua”
Entre los presos más célebres que pasaron por la isla María Madre está el pensador José Revueltas, que se inspiró en sus dos estancias (entre 1932 y 1935) en la cárcel, donde fue enviado por comunista, para escribir su novela “Los muros de agua”.
Precisamente ese nombre eligió el gobierno de AMLO para llamar al “centro de educación ambiental y cultural” que planean establecer en la isla tras el cierre de la prisión.
El escritor recibe tributo también con un mural que muestra su cara y su obra y una placa con un fragmento escrito por él.
“Las noches de la isla son palpitantes y llenas de misterio. Del océano salen sombras oscuras y cálidas, que se detienen en el aire adhiriéndose a los hombres y penetrando en sus sueños. Entonces aparecen mareas difusas, llamamientos que vienen de muy lejos y referencias interiores que vuelven el espíritu hacia sus propis orígenes”.
“Nadie puede resistir el influjo y se experimenta la necesidad de ir hacia el mar, desde la playa, como hacia un viejo dios, no para oír palabras ni rumores, sino para no oír nada, y quedarse en la oscuridad, donde cielo y agua se adivinan, también, todos los recuerdos, el amor ausente, la vida infructuosa, las anhelos sin utilidad y los esfuerzos sin gloria”.
Entre las presas más conocidas está la “madre Conchita”, como era conocida la monja Concepción Acevedo. Estuvo en la prisión entre 1929 y 1940 acusada de ser la autora intelectual del asesinato en 1928 del entonces presidente electo, Álvaro Obregón.
Entre los cientos de historias que se funden con la leyenda, hay está materializada en el panteón.
El “Sapo” era el supuesto asesino confeso de más de 150 personas. Llegó a Islas Marías en 1960 y ahí se acercó a la religión gracias al sacerdote Juan Manuel Martínez conocido como “Trampitas”.
Irónicamente el “Sapo” fue asesinado por otros reclusos cuando se había convencido de ser bueno y ya no portar machetes o puñales.
El religioso se sintió culpable al grado de pedir que, a su muerte, fuera enterrado junto a su amigo.
Ahora sus tumbas yacen en la isla una al lado de la otra.
Motín en el 2013
En uno de los episodios violentos más recordados de la isla está el motín de febrero de 2013 en el que los presos se rebelaron porque eran tratados mal, siendo la comida y el agua insuficientes y de pésima calidad. Murieron cinco presos y un custodio, según las autoridades.
También hay decenas de historias de intentos y probables fugas. Una de las más sonadas fue en 2011 cuando seis presos de entre 28 y 39 años improvisaron una balsa con bidones de plástico y madera y consiguieron alejarse casi 30 kilómetros de la isla, pero fueron recapturados.
También hay historias sobre los “remontados”: los reos que decidían irse a vivir a las zonas salvajes de la isla para escapar de la autoridad. Algunos, dicen los custodios, “remontaban” cuando les llegaba el momento de salir libres. Dicen que querían seguir viviendo en la isla.
“Modelo de reinserción”
La directora del penal, Gabriela Cerón, asegura que el centro contaba con las certificaciones más altas y que era un modelo de reinserción social.
Aunque varios empleados entrevistados por BBC Mundo dijeron que muchos reos que vivían en semilibertad no querían irse de Islas Marías a penales cerrados, la directora mantiene que “se fueron dispuestos a lo que sigue. Comprometidos con lo que las islas les dio, una situación distinta con un trato de respeto y por eso se fueron seguros de lo que quieren, que es su libertad”.
También hay quienes consideran que el cierre del penal es una medida errónea. Entre ellos están Verónica Rivera Camacho, profesora del Centro de Ciencias Sociales y Humanidades de la Universidad de Guadalajara, que dice que ahí se lograba una buena reinserción social.
Los reos de las Islas Marías “ya tenían una disciplina como cualquiera de las personas libres. Se levantaban temprano, se bañaban, desayunaban y salían de casa a trabajar, después a la escuela y otras actividades formativas dentro de la isla. No nos costaba trabajo recomendarlos a una empresa para que les dieran empleo”, dijo en octubre pasado al semanario Zeta quien también fue funcionaria del sistema penitenciario por casi dos décadas.
De los últimos 624 presos en Islas Marías, “19 ya salieron libres y más de 100 personas podrían salir en los próximos meses”, explica a BBC Mundo Sergio Martínez Castuera, coordinador general de las prisiones federales en México.
Dice que se están analizando los casos que podrían obtener un indulto del presidente con méritos como buena conducta o que sus delitos no hayan sido tan graves y hayan ya pasado buena parte de su condena.
Acepta que en los últimos tiempos, después del motín, las condiciones en Islas Marías mejoraron y la reinserción de los presos era alta.
Y que muchos preferían vivir en semilibertad, cerca de la naturaleza y realizando trabajo físico, “completamente diferente al gris de las paredes de otros centros federales”. Pero asegura que al penal donde fueron trasladados, el de Coahuila, tiene muy buenas condiciones y que estarán separados del resto de la población.
Dice que parte de la decisión se tomó por los altos costos de Islas Marías.
Tenía pocos presos (cuando su capacidad era para 5.000) y el costo por cada uno era muy elevado, alrededor de 2.800 pesos al día por preso (unos US$146), asegura.
“Además tenemos que ver el aspecto moral: aquí vendrán niños y jóvenes que aprovecharán el contacto con la naturaleza. Si educamos a los niños vamos a tener un país mejor. Es lo que quiere el presidente. Educa al niño para que no tengas que castigar al hombre”, dice.
Desde el 2005 AMLO había dicho en campaña: “Es extraordinario, es simbólico que las Islas Marías se conviertan en una isla para los niños”. Y esa frase está ya pintada en un mural en el auditorio del penal.
En el muro contrario se está terminando de plasmar la imagen de AMLO.
Pero ahora las Islas Marías ya no tienen ningún reo. Algunos gatos que estaban acostumbrados a que les dieran comida maúllan en su ausencia.
Los 400 empleados que trabajaban para el penal están en espera de ser reubicados a alguna prisión, esperando que sea “la más cercana a su lugar de origen o donde lo soliciten”, como les ha prometido Francisco Garduño Yáñez, comisionado del sistema penitenciario nacional.
Otros, que son felices en la isla, podrían quedarse trabajando para la secretaría del Medio Ambiente, que próximamente tomará el control del lugar.
En lo que todos los expertos coinciden es que, con el cierre del penal de Islas Marías, termina una etapa en el sistema penitenciario de México. Y la última isla prisión del continente americano.