Nada más entrar en el patio de su casa, cerca de Raqa, Warda Al Jasem corre hacia su viña y la riega: desde que huyó de los combates en el bastión yihadista, salvar sus uvas era su obsesión.
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Hace más de un mes, mientras las fuerzas antiyihadistas avanzaban en Jazrah, en la periferia oeste de Raqa, en manos del grupo Estado Islámico (EI), Warda, de 50 años, decidió dejar su casa con su familia por miedo a los combates.Desde entonces, ella y su marido, refugiados en Al Andalos, una localidad a 25 km al noreste de Raqa, no han dejado de pensar en sus parras.“He vuelto por mi viña, he vuelto para regarla”, explica Warda a la AFP. Ha venido con sus vecinas para su barrio, arrebatado al EI a principios de junio, pero por poco tiempo.Castaña y de ojos azules, con su velo negro de bordado granate cubriéndole la cabeza, Warda contempla la parra de la que cuelgan racimos amarillentos y de hojas secas.Gran parte de la uva no ha sobrevivido a la falta de agua pero algunos racimos siguen verdes. “Murieron de sed”, lamenta. - 'La viña tiene sed' -Su marido, enfermo del corazón, no pudo acompañarla. “Desde que nos fuimos de aquí, todo lo que quería era conocer la suerte de la viña. Cada día repetía 'la viña tiene sed, hay que regarla'”. La mujer, de talante determinado, remueve la tierra con una pala y, con un cubo, la riega para tratar de salvar cuanto se pueda. El simple hecho de regar le devuelve la sonrisa, invitando a sus amigas a cosechar la uva que ha quedado intacta.Tras recoger algunas cosas de casa, rellena una botella de plástico de fuel de un bidón encontrado en el patio.La casa de Warda ha salido indemne de los enfrentamientos, pero la de su vecina Maryam Mustapha, una calle más allá, no corrió la misma suerte.Al llegar a su vivienda, ve a los combatientes de las Fuerzas Democráticas Sirias (FDS) -la alianza kurdoárabe que combate al EI- tumbados en el patio.Dentro, la ropa de su familia está toda desperdigada y la lavadora, rota. Ni rastro de la vajilla. El salón está irreconocible: ni televisión, ni jarrones ni divanes.- 'Todo está roto' -“He vuelto a mi casa y solo he encontrado destrucción”, dice Maryam a la AFP, tocada con un pañuelo de colores, todavía conmocionada. “Todo está roto o me lo han robado”.A su lado, los combatientes de las FDS aseguran que la casa estaba así cuando llegaron la víspera. “Yo no acuso a nadie”, se defiende Maryam.Ella también trata de recuperar sus cosas: abayas de color naranja y azul, un chal blanco de lana, los zapatos de sus hijas y algunos juguetes.Dado que bajo el mandato del EI las mujeres tenían prohibido llevar ropa de colores -la abaya y el nicab negro estaban obligados-, Maryam siente un afecto especial por estas prendas. “Me gustaría llevármelas”, confía.“Hay gente que muere en sus casas, mientras que nuestros hijos están sanos y salvos”, comenta, pensando en la guerra que acontece a unos kilómetros de allí. “Hay que dar gracias a Dios. Todo puede arreglarse”.
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