Til Kocher. Cada noche antes de ir a la cama, la combatiente kurda Arin cuelga su Makarov, una pistola semiautomática de fabricación rusa, de una percha a la entrada de su apartamento en un pequeño pueblo de la frontera de Siria con Iraq.
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La pistola fue un premio por su éxito en el frente en la batalla por proteger áreas kurdas del noreste sirio. La situación no podría ser más diferente de lo que era la vida de Arin, de 27 años, un año atrás cuando trabajaba como enfermera en la ciudad alemana de Colonia.
“Esta es una guerra sangrienta”, dijo Arin, usando solo su nombre de combate, a la Fundación Thomson Reuters en el casi desierto bloque de apartamentos en Til Kocher, en el noreste de Siria.
“Pero necesitamos lucharla, necesitamos proteger a nuestras mujeres y niños y nadie nos va a defender”, afirmó.
Arin es una de las miles de jóvenes kurdas que tomaron las armas en los últimos dos años. Los kurdos, el grupo minoritario más grande de Siria, fueron abandonados a su suerte por las fuerzas del presidente Bashar al-Assad que luchan contra los milicianos de Estado Islámico que han tomado el control de extensas partes de Iraq y Siria.
Se estima que unas 7.000 mujeres se unieron a la Unidad Femenina de Protección, o YPJ, muchas como voluntarias, que fue establecida en el 2012 como parte de la Unidad Popular de Defensa (YPG), el ala dominante de lucha de los kurdos en la región norteña siria de Rojava.
Su objetivo es luchar contra cualquier grupo que amenace las áreas kurdas habitadas de Rojava y la YPG ha tomado el control de una gran parte del norte de Siria, predominantemente kurdo.
Si bien las combatientes mujeres son comunes dentro de las filas de las fuerzas kurdas, una unidad femenina es inusual para el mundo musulmán donde algunos tradicionalistas islámicos piensan que las mujeres no deben participar del combate.
Como los seguidores del Estado Islámico, muchos kurdos son musulmanes suníes pero este grupo de mujeres combatientes espera que su papel en el frente les ayude a lograr igualdad con los hombres.
COMBATIENTES FEROCES“Queremos dar el ejemplo para Oriente Medio y Occidente. Queremos igualdad de género para todos”, dijo una de las seis mujeres en la unidad de Arin, que viven en el mismo apartamento.
Al ser consultadas sobre sus nombres completos, las mujeres declinaron identificarse y prefirieron que se usara su nombre de guerra.
David L. Phillips, director de un programa sobre Construcción de la Paz y los Derechos en el Instituto de Estudios de los Derechos Humanos, de la Universidad de Columbia en Nueva York, dijo que estas mujeres estaban dejando una marca.
“Ellas son de los combatientes más feroces y efectivos. Muchas son viudas, y fuertemente motivadas en el campo de batalla por sus pérdidas personales”, comentó.
Human Rights Watch ha informado sobre graves abusos a los derechos humanos cometidos por el Gobierno sirio y combatientes de la oposición, y también dijo que los kurdos en partes del norte de Siria habían llevado a cabo arrestos arbitrarios y no investigaron los asesinatos y desapariciones de opositores políticos.
Arin, que nació y creció en Alemania, dijo que le regalaron la pistola después de que mató a 20 milicianos del Estado Islámico, ganándose la reputación entre sus colegas como una de las francotiradoras más peligrosas del grupo.
Nacida en Colonia de padres kurdos, Arin se graduó de la escuela de enfermería y trabajaba allí cuando comenzó el conflicto sirio con protestas contra el Gobierno que dieron paso a una guerra civil.
Unas 200.000 personas han muerto durante el conflicto de cuatro años, según Naciones Unidas.
“Tenía una buena vida, me gustaba vivir allá”, dijo Arin, vestida con un uniforme oscuro de camuflaje, pero sintió que tenía que hacer algo a medida que empeoraban las noticias.
“Recuerdo ver la televisión y ver a mujeres y niños masacrados por Daesh (Estado Islámico), y no pude soportarlo más”, agregó, usando un término visto como despectivo para el grupo extremista.
El año pasado viajó a Siria para unirse al YPJ y ahora lidera su unidad, que originalmente tenía 20 miembros, en su mayoría de Siria y Turquía. Solo siete han logrado sobrevivir.
Se mostró reacia a dar muchos detalles sobre las operaciones de combate del grupo o comentar sobre un vínculo entre el YPJ y el Partido de los Trabajadores del Kurdistán (PKK), una organización que lucha por los kurdos en Turquía y que es calificada como terrorista por Estados Unidos y la Unión Europea.
Cuando no están luchando, la unidad de siete mujeres intenta evitar el tema de la guerra. Cocinan y ríen como si estuvieran viviendo una vida común, pero su situación está lejos de ser normal.
Arin no ha hablado con sus padres desde que abandonó Alemania.
“No los llamo, es mejor así”, afirmó, añadiendo que tal vez lo hará algún día, cuando la guerra termine. “Mi vida está aquí ahora con estas valientes mujeres. Ellas son mi familia”, agregó.
Fuente: Reuters