La situación en Irak es cada día más crítica. El avance de los militantes sunitas liderados por el Estado Islámico de Irak y el Levante, (ISIS por sus siglas en inglés), ya alcanza los extramuros de Bagdad, la capital del país. La pregunta que ronda es si el gobierno del primer ministro Nouri al Maliki terminará cayendo y si se puede producir una desintegración del país.
Muchos expertos aseguran que gran parte de la responsabilidad por la actual situación del país árabe está relacionada con la invasión de Estados Unidos en 2003.
BBC Mundo consultó a cuatro analistas internacionales sobre las razones de este levantamiento sunita, las posibles soluciones al conflicto y qué se puede esperar de la política exterior de las potencias mundiales.
La intervención desnudó las diferencias étnicasAriel González Levaggi
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Experto en Medio Oriente y director del Centro Argentino de Estudios Internacionales
La toma de Mosul y de otras importantes ciudades por parte de ISIS es un reto para el estado iraquí y para los fundamentos del Medio Oriente moderno.
Bajo el acuerdo Sykes-Picot de 1916, un tratado secreto entre Francia y Reino Unido, el imperio Otomano fue dividido en áreas territoriales de influencia entre franceses, británicos y rusos.
La mayoría de las delimitaciones actuales en Medio Oriente proviene de ese acuerdo firmado hace 98 años, definido y organizado por la diplomacia occidental y que ha dado lugar al Medio Oriente tal como lo conocemos.
Ahora, ISIS desea establecer un dominio islámico por toda la región cambiando las actuales fronteras –determinadas por los tratados de Sykes-Picot, la Segunda Guerra Mundial y el posterior proceso de descolonización.
Los insurgentes islamistas ahora han trazado un nuevo eje sunita desde al-Bab, ubicada a 40 kilómetros de Aleppo en Siria, hasta Faluya y Mosul en Irak.
El rediseño de escenarios en el Medio Oriente actual se basa en el uso del radicalismo islámico como ideología, así como en el apoyo económico de poderosos donantes en Kuwait, Qatar y Arabia Saudita, en la provisión de gran cantidad de armas por diversos medios y en el apoyo de tribus locales y exmiembros del partido Baath en Irak.
Pero la situación actual en Irak ha empeorado después de la intervención de Estados Unidos y las fuerzas internacionales en 2003, que dejó al desnudo diferencias preexistentes entre los grupos étnicos y las distintas comunidades religiosas.
Desde esta intervención militar, ningún gobierno iraquí ha logrado controlar todas las regiones ubicadas en el territorio.
Ahora, la situación de seguridad es desastrosa y toda la región sunita está bajo el control de ISIS, liderado por Abu Bakr al-Baghdadi, la nuestra “estrella” yihadista.
Asimismo, la expansión militar de ISIS ha impactado en tres poderes regionales: Turquía, Irán y Arabia Saudita. Tres países que están compitiendo por tener mayor influencia en la región.
Por ejemplo, Irán está muy preocupado por la posible creación de un nuevo territorio bajo el control de sunitas radicales. Por su parte, Turquía se siente amenazada de forma directa.
Solo Arabia Saudita se siente beneficiada con la situación, debido a que siente una mayor afinidad con la ideología de ISIS que con el gobierno iraquí.
Pero no solo estamos hablando de una redistribución del poder regional y sus posibles alianzas: esta crisis traerá un incremento de precios en el petróleo. El nuevo Medio Oriente está cobrando forma y lo que queda a la vista no es muy alentador.
Siria y Maliki, causas de la crisisGao Zugui,
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Instituto Internacional de Estudios Estratégicos, China.
Dos caminos condujeron a la actual crisis. Primero, en Siria las fuerzas del presidente Bashar al-Asad se han envalentonado.
Lo que era un choque entre el régimen y una moderada oposición se ha convertido en una confrontación tripartita entre el gobierno, la oposición y los comandos insurgentes como ISIS.
Y a medida que el gobierno sirio se fortalece, cada vez le quita más espacio y aire a ISIS, lo que ha obligado a este grupo a trasladarse hacia el norte de Irak.
El segundo camino que condujo a esta crisis fue que el primer ministro Nuri al Maliki -de origen chiíta- condenó al ostracismo a los sunitas iraquíes, lo que agravó el conflicto histórico entre ellos. Esto preparó el terreno para las actividades y objetivos de ISIS.
El ministro de Relaciones Exteriores de China, Wang Yo, realizó hace poco una visita a Irak, donde expresó su deseo de apoyar la estabilidad en la región.
Y después de que Maliki llegara al poder, el gobierno chino tenía puestas sus esperanzas en que él podría tomar las medidas necesarias para restaurar la tranquilidad en el país.
Sin embargo, pese a los pedidos para lograr la intervención de China ante la crítica situación, no creo que el gigante asiático vaya a ir por ese camino.
Esto no significa que China no esté preocupado por lo que está ocurriendo. Las tres compañías petroleras más grandes del país operan en Irak y tienen fuertes inversiones en la región. Lo que ocurre allí está golpeando los mercados orientales y lo único que desea el gobierno chino es que la situación se normalice lo más pronto posible.
No nos olvidemos, además, que China depende mucho de las importaciones del petróleo. Constantemente está monitoreando lo que ocurre en Irak y hasta ahora no ha ordenado retirar a su personal de las plantas.La arrogancia y la culpa de OccidenteAmir Taheri
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Autor y periodista nacido en Irán
Este debate no es realmente sobre Irak como país. El conflicto bélico de 2003 que terminó con el derrocamiento de Saddam Hussein no es tratado como un asunto de política exterior, sino como un asunto de política interna de Estados Unidos y Reino Unido.
Si usted está alineado a la izquierda, su opinión sobre la invasión será que resultó un “desastre”. Si desea reafirmar sus credenciales como miembro de la derecha, usted hablará que “las democracias occidentales liberaron Irak”.
Para el primer grupo, cualquier cosa que vaya mal en Irak - hasta el apocalipsis- será culpa del derrocamiento de Saddam. Para ellos, la invasión de Estados Unidos fue una versión del concepto cristiano del “pecado original”.
Para los otros, cualquier logro iraquí deberá ser registrado y clasificado hasta el final de los tiempos como un “triunfo de la democracia de Occidente”.
Esas dos visiones se hacen eco de los dos conceptos sobre los que Occidente ha basado su influencia en el exterior: la arrogancia y la culpa.
Y paradójicamente, estos dos argumentos, como hermanos siameses, están unidos por la cabeza, si no por el corazón. Ambos conceptos asignan a esos países occidentales un poder casi metafísico, para bien o para mal.
Ambas ideas transforman a los pueblos no occidentales en objetos, no sujetos, de su propia historia. O bien son habitantes de un “Elíseo” terrenal transformado en un infierno por la invasión, o bien un coro de suplicantes esperando por la llegada de las “máquinas de Dios” de Occidente que pongan fin a su sufrimiento.
Lo cierto es que el derrocamiento de Saddam Hussein fue el hecho más relevante en la historia reciente de Irak.
Sin embargo, los iraquíes deben considerarse, cuanto menos, como co-libertadores de su propio país, aunque al menos sea porque no eligieron pelear en defensa de su líder en el poder.
Desde 2003, los iraquíes han hecho buenas y malas acciones. En ambos casos, la guerra ha producido gran parte de esos hechos y el crédito o la culpa le toca en parte a los iraquíes. Quitarles su parte de responsabilidad sería deshumanizarlos.
Lo que alimenta el conflicto en el país árabe no es una guerra sectaria, pero sí es una guerra de sectarios, con una historia a cuestas que se remonta a 15 siglos atrás, mucho antes de que nuevos países como Estados Unidos y Reino Unido aparecieran en el mapa.
Dejemos que la izquierda y la derecha en Occidente se peleen sobre Irak como un tema de su agenda política interna. Sin embargo, un sobrio análisis requiere la premisa de la “navaja de Ockham” que dice que en igualdad de condiciones, la opinión más sencilla siempre es la más correcta.
Una multiplicación de explicaciones solo conduce a la confusión.
Es tiempo de dejar de echarle la culpa de todo a los estadounidensesElena Suponina
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Politóloga rusa y experta en Oriente
El número de extremistas que ha tomado control de múltiples ciudades en el centro de Irak en el último mes ha demostrado que no hay Estado iraquí como tal.
El expresidente de EE.UU. George W. Bush quiso construir un sistema democrático en el país. En lugar de esto, ahora Irak está al borde del colapso. El terror se ha vuelto usual. Las comunidades religiosas pelean entre sí y el primer ministro Nouri al Maliki, quien ha recibido el apoyo de Estados Unidos desde 2006, se ha convertido en un autócrata.
Una semana antes de la arremetida de ISIS, tuve una conversación con Atheel al-Nujaifi, gobernador de la provincia de Nínive. La capital de esta región es Mosul y fue el primer objetivo de ISIS que fue tomado con éxito. Al-Nujaifi tuvo que huir y, aunque pensaba que algo así podía ocurrir, nunca pensó que fuera tan pronto y tan rápido.
Y para él, la razón de estas acciones tan radicales ha sido la política de gobierno de Nouri al Maliki.
En los últimos meses, a las autoridades regionales de las zonas de mayoría sunita se les volvió cada vez más difícil contener los disturbios. Los yihadistas percibieron el malestar latente y tomaron estas zonas con mucha facilidad. De hecho, en varios lugares fueron incluso bienvenidos.
Para Estados Unidos, cuyas tropas invadieron el país en 2003 y permanecieron allí hasta 2011, los recientes hechos son un fallo terrible: su estrategia en el terreno probó estar equivocada. La invasión no alcanzó las expectativas.
Sin embargo, me gustaría subrayar un punto: no estoy de acuerdo con algunos expertos rusos que afirman que la idea de Estados Unidos con la invasión era sembrar el caos en Medio Oriente.
En mi opinión, nadie tiene el control de la situación en Irak. Y para EE.UU., este fracaso es un gran golpe a su reputación internacional.
Lo que sí es cierto es que, en los últimos dos años, los iraquíes han disfrutado de un mayor espacio de libertad. Las tropas extranjeras ya abandonaron el país. Y hay un territorio rico en petróleo y gas. Es tiempo de dejar de echarle la culpa de todo a los estadounidenses.
Los iraquíes son responsables de su propio país. Y no tienen que convencernos de que la única opción para Irak es tener a un tirano a cargo. Ellos deben tener su propia democracia: hay un camino para crear un Estado digno.
Solo basta mirar hacia el norte, donde los kurdos iraquíes construyen su futuro con éxito. Ellos han encontrado el modo de manejar su libertad.