En 1991, luego de la Guerra del Golfo Pérsico, en Israel se dictó la Ley de Protección Civil, en la que se establece como obligación que toda nueva construcción incluya un cuarto de seguridad blindado o búnker ante el inminente peligro de un bombardeo sobre el país.
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Unas de las primeras indicaciones que le brindan a un extranjero que se encuentre de visita en el país hebreo es dónde se encuentra el búnker de la casa que está rentando, la institución que visita o el más cercano construido en la vía pública.
Estos refugios son parte de toda una cultura de la prevención que regularmente se ve acompañada de simulacros para que la población esté siempre alerta. Cada israelí sabe cuánto tiempo tiene para llegar a su refugio desde que comienzan a sonar las sirenas en su zona.
Por ello, cuando las alarmas se activaron la mañana del último sábado, la peruana Erika Miltier pensó que se trataba de un nuevo simulacro. Sin imaginar que estaba iniciando una de las peores tragedias sufridas por el país a manos de la milicia palestina de Hamás.
“Tengo que advertirte que la llamada se puede cortar en cualquier momento, si suena la sirena debo dejar el teléfono y correr al refugio”, advierte Erika al iniciar la conversación telefónica con El Comercio.
Nacida en el Perú, madre de tres hijos y esposa de un ciudadano israelí, Erika y su familia se establecieron en Israel hace 12 años. Actualmente viven en el kibutz Gat, ubicado al sur del país y a solo 30 minutos de la frontera con la franja de Gaza, desde donde se iniciaron los ataques del fin de semana.
“Esto es una película de terror. Una de esas películas que cuando las ves piensas que están exagerando. Acá no importa la nacionalidad, quien vive en Israel está sufriendo de esto. Estés en el sur o en el norte, esto afecta a todos. Todos tenemos conexiones con alguna víctima o con la mamá, la prima o el tío (de la víctima). Además están los soldados involucrados, golpea a todo el país”, asegura.
- ¿Cómo vivieron el inicio de los ataques?
El sábado la mayoría se levanta de la manera más floja posible porque es el día del descanso. A las 6:15 de la mañana comenzaron a sonar las sirenas, por ser tan temprano yo no terminaba de comprender qué pasaba, imaginaba que era un simulacro para estar preparados. Incluso dudé en levantarme y esconderme en el bunker porque no había habido noticias previas o conflictos para estar prevenidos. Finalmente corrimos al refugio con mi esposo, mis hijos y hasta nuestro perro. Poco después entendimos que no era ningún simulacro. Rompimos en llanto porque se escuchaba una sirena tras otra.
- ¿Sabían lo que sucedía en el exterior en esos momentos?
Entre sirena y sirena volvíamos a casa para ver la TV. Y ahí comenzaron a llegar las noticias, las primeras fueron sobre la masacre que sucedía en la fiesta psicodélica. No podías procesar nada, no te daba tiempo de pensar. Yo incluso pensaba que estaba en una pesadilla, que aún no me había despertado. Pero no era así. Por WhatsApp los amigos de mi hijo le comenzaban a escribir sobre lo que pasaba en la fiesta y él me iba informando. Luego comenzó a llegar más información por TikTok, por WhatsApp, llegaba mucha información muy rápido.
- ¿Cuánto tiempo duró el caos ese primer día?
Aún dura. No sé hasta cuándo será o cuándo saldremos de este impacto. Todos los que vivimos en Israel estamos rotos por lo que pasa. Como madre estoy devastada, cada hora sale un nuevo reporte de víctimas, se informa de un nuevo muerto que pensabas que no iba a estar en la lista. Tengo un hijo de 21 años y ya ha perdido a cuatro de sus amigos, dos eran compañeros de colegio que estaban en la fiesta y otros dos eran soldados. Además tiene un grupo de amigos en el frente de batalla. Mi hijo ya ha cumplido su servicio militar y ahora se preparaba para estudiar, pero vamos a ver (si lo llaman al frente) porque no se sabe en esta situación. Mi esposo ya está allá, trabajando en el servicio. Todos están en el ejército ahora. Entre las mamás nos intentamos consolar, visitamos a los que han tenido una pérdida. Es un luto para todos, el ambiente es triste. Por más que el israelí es fuerte y patriota, la tristeza es extensa esta vez.
- Entiendo que la defensa civil le pidió a la población tener los refugios abastecidos para poder pasar hasta 72 horas en ellos, ¿han recibido esa indicación?
Así es, esa noticia se conoció por la noche e inicialmente nos asustó un poco el tema. Dieron la orden de abastecernos porque existe la posibilidad de que no haya electricidad ni agua por 72 horas, además están las indicaciones de mantenernos alertas y dentro de casa. Pero acá la gente no entra en pánico sino mas bien se organizan para cada uno agarrar lo que le corresponde. Además del voluntariado, hay voluntarios para todo, desde recoger ropa y víveres para los soldados hasta gente que se ofrece a cuidar las mascotas de los soldados que deben ir al frente de batalla.
- ¿Qué sucede con el trabajo, cómo se manejan estos días en los que deben quedarse en casa?
Todo depende de tu trabajo. Mayormente el Estado te paga por estos días que no trabajas, pero depende de la compañía. En otros casos cuando acaba la guerra existe un seguro que te paga por los días -o parte de ellos- en los que no puedes trabajar.
- ¿Qué pasó por su mente cuando el gobierno anunció estar en estado de guerra?
Acá desde que eres madre de un hijo varón sabes que crecerá y servirá a su país. Ninguna mamá quiere mandar a su hijo al ejército y mucho menos a una guerra, pero por otro lado el pueblo israelí existe por los soldados que pelean por su país. Y los chicos están preparados para eso, tienen una formación asombrosa. Entonces si bien te da pena, en el fondo sabes que son personas preparadas cumpliendo su labor.
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La tragedia, que hasta el momento ha dejado por lo menos 1.200 muertos, causó consternación y desesperanza en buena parte de la población. Tal es el caso de Urpi, una peruana que vive en la ciudad de Rehovot, en el centro del país, un lugar que en principio podría sonar lejano a la zona de conflicto pero aquí cabe recordar que cruzar todo Israel en auto toma apenas tres horas.
Debido al golpe emocional que le han provocado los trágicos eventos Urpi nos pidió enviar su testimonio mediante una carta en lugar de ofrecer una entrevista. A continuación, su misiva:
Llegué a Israel a principios de los noventa, cuando uno llega a Tierra Santa como católico se vive como una bendición, como un sueño cumplido, tener contacto con Jerusalén fue simplemente mágico. Pero a medida que pasan los años uno se va dando cuenta que esta tierra está llena de dolor e injusticia, de gente muy buena y gente que está llena de odio. Viví las horrendas intifadas, los atentados terroristas sangrientos -que me recordaron los años de violencia y terror sufridos en el Perú-, las incursiones en territorio ocupado y los terribles “daños colaterales". He visto cómo el fanatismo carcome a la sociedad en ambos lados. Con mi familia hemos corrido a los refugios desde que llegué aquí, en sendos conflictos y enfrentamientos. Al otro lado no hay refugios y si los hay es solo para los dirigentes del terror.
Pero la verdad es que después del lo que se vivió el sábado 7 de octubre no he parado de preguntarme qué estamos haciendo mal, qué están haciendo mal los dirigentes de ambos pueblos, por qué sigue este derramamiento de sangre de personas inocentes, me cuesta mucho creer que todo estará bien. Los que tenían que proteger a los ciudadanos no están, nunca están y de Dios tampoco hay noticias . Les fallaron y les siguen fallando a su gente , personas que ya no tienen lágrimas porque el dolor las ha consumido todas.
La guerra es, como dice la canción de Mercedes Sosa, “un monstruo grande y pisa fuerte toda la pobre inocencia de la gente".
En las elecciones mi voto siempre fue para la izquierda por que de algún modo sentía que ellos representan una ventana para la paz, para la convivencia para los dos pueblos, y no dejaré de hacerlo, aunque muy en el fondo no sea optimista al respecto.
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A diferencia del kibutz de Gat, en el moshav de Shokeda, ubicado 40 minutos más al sur, no hubo tiempo para que suenen las alarmas.
Lo que despertó a la población la mañana del sábado fueron los estallidos de misiles, los disparos desde helicópteros y las indicaciones de los soldados que pasaban alertando a las familias para que se resguarde en sus refugios. Una de esas familias era la de Patricia Bensimon, una peruana que desde 1997 vive en Israel y desde el 2018 en dicho moshav.
“No sonó la sirena, todo fue sorpresa. Nos levantamos con un millón de misiles, helicópteros, disparos. No entendíamos qué pasaba, solo corrimos al búnker. Nos pidieron cerrar las puertas, ventanas. Fue terrible. Es muy duro de explicar”, cuenta a El Comercio mediante una llamada telefónica.
- ¿Qué sucedió después?
En ese momento no podíamos salir a ninguna parte. ni del búnker ni de la casa. Los terroristas entraron a un moshav que está junto al nuestro, a solo dos minutos. No entendíamos qué pasaba pero pasamos cuatro horas encerrados en el búnker. Escuchábamos sirenas, seguidas de disparos desde helicópteros.
- ¿Cuándo lograron salir de ahí?
Después de cuatro horas, mi hermano, que vive en el mismo moshav, nos dijo que vayamos a su casa, que era seguro moverse. Así que le pedí a mi esposo ir porque su casa es más segura. Pedimos permiso (a los soldados) para salir de una casa a la otra, para todo necesitábamos pedir permiso porque la alerta era máxima. Ni bien salimos sonó otra vez la sirena y solo vimos humo alrededor. Llegamos donde mi hermano y pasamos ahí el día.
- ¿Qué pasó el domingo?
Despertamos y en el búnker no había señal, ni de internet ni de celulares. Salimos a la casa para ver qué pasaba y entendimos que debíamos irnos de ahí. A mi esposo lo llamaron al ejército y tuvo que acudir en nuestro auto. Así que no sabía bien cómo irme.
- ¿Cómo hicieron?
Esa misma tarde el primo de mi esposo me llamó para decirme que podía recogerme junto a mis hijos. En ese momento aún había terroristas alrededor, pero solicitamos permiso a los soldados que cuidaban el perímetro y nos pudo recoger.
- ¿Cuántos hijos tiene?
Tengo dos hijos pequeños.
- Luego de que fueron evacuados, ¿a dónde los llevaron?
El primo de mi esposo nos llevó a su casa en Berseeba. En el camino le pedía que acelere, que no pare en ningún momento. Yo temblaba, pero no podía llorar porque no quería que mis hijos me vieran así.
- ¿Ahora están en un lugar seguro?
Sí, mi suegro nos recogió de Berseeba y nos trasladó a otra zona segura. No pudimos sacar nada de nuestra casa, pero gracias a Dios la gente es muy solidaria y nos dieron ropa a los tres, además de artículos de aseo personal.
- ¿Cómo está la situación en Shokeda?
El lunes salió más gente y quedaron muy pocas, pero sí hay gente ahí aún. Sobre todo adultos mayores.
- ¿Qué futuro ve usted después de una experiencia así?
Espero que cambie todo lo que pasa ahí. Llevo cinco años viviendo en esa zona y cada año hay guerra, pero la que hay ahora es abominable. Cómo puedes explicar que decapiten a bebés, que lleven ancianos y niños dentro de jaulas para animales. Quienes hacen eso no tienen alma.
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