“Despierta hijo”, repite un hombre en choque mientras arrulla el cuerpo inanimado de su niño en la localidad siria de Jindires, destruida este lunes por un devastador sismo.
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“Ya Allah, Ya Allah” [Dios mío], dice besando la frente de su hijo. “Me arrebatió el corazón”, suelta entre lloros.
Más de 40 casas se derrumbaron como un castillo de naipes en esta ciudad fronteriza con Turquía.
Con la ayuda de picos y de sus manos, los habitantes trataban de encontrar a algunos sobrevivientes entre los escombros. El material de rescate es escaso en esta localidad. También falta gente para ayudar.
“Toda mi familia está bajo los escombros. Mis hijos, mi hija, mi yerno, no hay nadie para sacarlos”, lamenta Ali Battal, con rastros de sangre en el rostro.
“Escucho a sus voces, están vivos, pero no hay nadie para sacarlos”, prosigue este sexagenario. Una bufanda de lana recubre su cabeza y lo protege del frío.
El sismo, cuyo epicentro se sitúa en Turquía, ocurrió en la madrugada. Los habitantes prefirieron quedarse al exterior por miedo a sentir réplicas y pese a los fuertes vientos de la tormenta.
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“¡Está vivo!”
En otra calle, un grupo de civiles y de combatientes logran sacar a un hombre entre las ruinas de un techo. Pensaban que estaba muerto. “¡Está vivo!”, gritan al comprobar que aún respira.
A unos metros, ante un edificio derrumbado, un joven carga su sobrino, de siete años, entre brazos. El niño y su hermana sobrevivieron, pero perdieron a sus padres y tres de sus hermanos.
“Ya no tienen ni padre ni madre”, dice el joven entre lágrimas. Él perdió su madre.
Los heridos se atienden en la calle o en los coches ya que los hospitales de la región se encuentran saturados.
Según un fotógrafo de AFP, 40 viviendas quedaron destruidas en esta localidad, bajo control de grupos rebeldes proturcos.
La red eléctrica ha sido cortada y los habitantes esperan uno tras otro frente a la única panadería que permanece abierta.
Según los Cascos Blancos, los rescatistas desplegados en las zonas bajo control rebelde en el norte de Siria, el balance del sismo en esta zona es de al menos 400 muertos.
“Nuestros hijos, nuestras mujeres, nuestros ancianos están bajo los escombros. Es una catástrofe”, lamenta Majed Nassari, golpeándose la cabeza con desesperación.
El hombre hace un llamado a la “conciencia del mundo” para ayudar a su localidad.
“Necesitaremos al menos un mes, incluso tres, para poder sacar a nuestros muertos de entre los escombros”, deplora.
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