El presidente de Estados Unidos, Donald Trump, agitó el mundo en 2017 con una política exterior desconcertante, caracterizada por una aparente desconfianza ante los foros y acuerdos multilaterales y una retórica belicosa hacia un puñado de países, como Corea del Norte, Irán, Venezuela y Cuba.
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Trump rompió en sus primeros once meses en el poder los esquemas tradicionales de la política exterior estadounidense y los reemplazó por una mezcla de nacionalismo y militarismo que desorientó a los aliados de EEUU y envalentonó a sus rivales.Los contornos de la doctrina de Trump fueron tomando forma a lo largo del año y dieron contenido al lema “Estados Unidos primero”, que Trump había enarbolado durante su campaña electoral.Sus elementos principales parecen ser “la protección de las fronteras estadounidenses, la defensa de la soberanía por encima de los acuerdos multilaterales y un importante impulso a las Fuerzas Armadas”, explicó a Efe un experto en política exterior en la American University de Washington, Gordon Adams.Esa filosofía implica “un firme rechazo al liderazgo de Estados Unidos, a la acción multilateral y a la promoción de la democracia” que caracterizaron, en mayor o menor medida, la estrategia diplomática estadounidense desde la Segunda Guerra Mundial, agregó.Trump corroboró esa tendencia en su primer discurso ante la Asamblea General de la ONU en septiembre, con una exaltada defensa de la soberanía nacional frente a las interferencias externas.Pero, mientras promovía esa idea, Trump condenó duramente a los “regímenes rebeldes” del mundo y amenazó con “destruir totalmente” a Corea del Norte e intervenir militarmente en Venezuela.Su escalada retórica con el líder norcoreano, Kim Jong-un, tuvo al mundo en vilo durante casi todo el año, y sus fuertes amenazas no disuadieron a Pyongyang de continuar sus ensayos de misiles.“El tiempo dirá si las duras palabras de Trump atraen la atención global a las amenazas comunes y ayudan a resolverlas, o si simplemente aumentan las tensiones y la probabilidad de guerra”, dijo a Efe un profesor de política y derecho internacional en la Universidad Atlántica de Florida, Jeffrey S. Morton.Si el presidente estadounidense Theodore Roosevelt (1901-1909) recomendaba “hablar suave pero llevar un gran garrote”, Trump “habla alto y lleva un trabuco”, algo que mantiene al mundo en un constante estado de alerta, según opinó Adams.Durante su primera gira extranjera, en mayo, Trump dejó perplejos a sus aliados europeos al no reafirmar el compromiso estadounidense con el artículo 5 del tratado de la OTAN, que contempla la defensa mutua en caso de ataque, aunque después intentó corregir ese error.Trump también expresó su desdén por otras dos grandes estructuras multilaterales: el Acuerdo de París contra el cambio climático y el pacto nuclear alcanzado en 2015 con Irán y otras cinco potencias.Al anunciar en junio su retirada del pacto climático, Trump aisló a Estados Unidos de un abrumador consenso internacional y, al amenazar en octubre con abandonar el acuerdo nuclear iraní si no se corrigen sus “defectos”, puso en riesgo el futuro del pacto.Poco antes de acabar el año, Trump disparó la tensión en Oriente Medio al reconocer a Jerusalén como capital de Israel y ordenar que se traslade allí la embajada estadounidense, una medida que complica el futuro de Washington como mediador entre israelíes y palestinos.Trump también indignó al mundo árabe con su veto migratorio a los ciudadanos de seis países de mayoría musulmana, que entró en vigor pese a varios litigios en los tribunales de EEUU.En Latinoamérica, Trump ha combinado un desinterés general por el continente con una actitud hostil hacia los inmigrantes y los pactos comerciales, que ha debilitado la tradicional alianza con México.En el caso de Cuba y Venezuela, “las políticas de Trump han estado más guiadas por objetivos punitivos de corto plazo que por una estrategia de cambio político a largo plazo”, argumentaron los expertos en la región Christopher Sabatini y William Naylor en un ensayo publicado en noviembre en la revista “Foreign Affairs”.Además de entorpecer los viajes y el comercio con Cuba, Trump se dejó llevar por la línea dura del anticastrismo en su reacción a los “ataques sónicos” contra diplomáticos estadounidenses en La Habana, al dejar bajo mínimos su embajada en la isla y expulsar a 17 funcionarios cubanos de EEUU pese a las dudas sobre lo ocurrido.Trump citó las violaciones de derechos humanos en Venezuela y Cuba como justificación para sus sanciones, pero ese argumento suena “poco sincero” cuando se compara con su silencio ante los abusos en “Filipinas, Rusia o Turquía”, indicaron Sabatini y Naylor.De continuar en 2018, la doctrina de Trump “acelerará el reequilibrio del poder global” a favor de “potencias emergentes como China, la India, Irán o Rusia”, a medida que el mundo “deja de buscar liderazgo” en un Estados Unidos desinteresado en el plano multilateral, pronosticó Adams.