La noticia impactó dentro y fuera de Venezuela: el primer semestre cerró con un crecimiento del 12,3% en su Producto Bruto Interno (PBI). Tras nueve años de infierno económico, precedidos de una década a la deriva provocada por el socialismo del siglo XXI de Hugo Chávez, aquello sonaba a saneamiento y recuperación, sobre todo porque la estimación procede de un organismo independiente, el Observatorio Venezolano de Finanzas (OVF).
Como si de un milagro se tratase y en medio de la gran crisis mundial, el martillo de la inflación y la invasión de Ucrania, las cifras macroeconómicas parecen acompañar las constantes arengas triunfales de Nicolás Maduro, apoyadas en el alza de la producción petrolera, el mayor gasto del gobierno y el final de la hiperinflación.
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La realidad, como casi siempre en Venezuela, es muy distinta. El primero en advertirlo fue el economista y diputado opositor José Guerra, que forma parte del OVF. “El cohete del crecimiento económico que dijo Maduro no pasó de ser un traqui traqui (pequeños petardos pirotécnicos) mojado. Hay crecimiento, pero débil, y la economía entre 2012 y 2022 perdió el 79% de su tamaño”, advirtió el experto, que también ha trabajado en el Banco Central de Venezuela.
La previsión para 2022 es que la economía venezolana crecerá entre el 5% y el 8%, pero que lo hará de una forma irregular en diferentes sectores y, sobre todo, que será difícil de mantener en el tiempo.
“Para recuperarse de una caída del casi 80% no hay que crecer un 80%, como parecería. Hay que alcanzar un crecimiento acumulado del 400% para subir de 20 a 100 nuevamente, lo que tomará muchos años”, advierte a LA NACION el experto económico José Cordeiro.
Y todo eso para regresar a los niveles de 2013, cuando Maduro accedió a la presidencia del país petrolero. “Claro que hay un poco de crecimiento ahora, pero eso no es nada comparado con la tragedia generada por este desgobierno. Con el precio del petróleo a 100 dólares por barril es normal que haya un pequeño crecimiento de la economía venezolana que depende tanto del petróleo, aunque también han destrozado esta industria”, constata Cordeiro, sabedor de que antes de la llegada del “comandante supremo” al Palacio de Miraflores, Petróleos de Venezuela (Pdvsa) producía tres millones de barriles de oro negro, cuando ahora se sitúa en una sexta parte, algo más de medio millón de barriles según distintas fuentes.
“El otro factor que ha ayudado a la economía venezolana es la flexibilización cambiaria, que se pueda utilizar el dólar que antes no sólo estaba prohibido, también penalizado. No se trata de una dolarización oficial, porque no están incluidos los ingresos, que es mucho más importante”, precisa Cordeiro, uno de los grandes expertos que participó en el proceso de dolarización de Ecuador.
“Si comparas con el punto crítico de la economía en 2018, no hay duda de que la economía venezolana ha recuperado terrenos y estabilidad. Pero está muy lejos de su punto de partida. Se requiere resolver infraestructuras y petróleo para rescatar terrenos perdidos”, concluye Luis Vicente León, presidente de Datanálisis.
“Hay un crecimiento, no se niega, pero no le llega a todo el mundo: no impacta a todos los sectores, ni tampoco llega a todo el territorio”, matiza Asdrúbal Oliveros, director de EcoAnalítica. Oliveros sostiene que el país no se enfrenta a un espejismo, pero que este crecimiento tan desigual se debe a que casi la mitad de la población no se beneficia de la “mejoría” económica “porque sus sueldos son muy precarios y por lo tanto no pueden acceder al mercado”.
La desigualdad que apunta Oliveros también es geográfica: nada tiene que ver Caracas y su famosa burbuja económica, la de la los casinos, bodegones de lujo y Ferraris, con el interior del país.
El vaso medio lleno
El gran debate sobre la resurrección de la economía venezolana, en contraste con la crisis mundial, está sobre la mesa. Los más optimistas o cercanos al poder aseguran ver el vaso medio lleno, mientras la gran mayoría solo perciben unas gotas en el vaso vacío.
“Venezuela avanza en un proceso de transformación económica, donde el principal protagonista es el pueblo. Se reencontró consigo mismo, luego de ser sometida a las más crueles sanciones”, se justificó el “conductor de victorias” en una conexión televisiva. El giro dado en 2018 con la imposición de medidas liberalizadoras aprovechó también el impulso de la sociedad y esa especie de dolarización de facto para salir del atolladero entre apagones constantes, escasez de alimentos, desabastecimiento de combustibles y el éxodo masivo de los venezolanos.
Para redondear el optimismo gubernamental, la vicepresidenta Delcy Rodríguez aseguró que el comercio nacional ha crecido por encima del 86% y que entre enero y marzo se han ingresado 147 millones de dólares en exportaciones.
La duda del futuro
¿De qué depende entonces que esta mínima mejora prosiga este año o se desvanezca en medio de la crisis internacional? León lo tiene claro: “Si bien las proyecciones del PBI se mantienen positivas, la variabilidad de las mismas es muy elevada, hasta con un crecimiento explosivo de dos dígitos si se aprueban las licencias petroleras. La flexibilización petrolera es otra emergencia, internacional y nacional, en medio de una crisis energética mundial”.
La clave está en las negociaciones que mantienen Washington y Caracas, que se iniciaron en marzo a los pocos días de la invasión rusa de Ucrania. Ambos gobiernos han autorizado a la multinacional estadounidense Chevron y a Pdvsa que discutan sobre las licencias petroleras, paralizadas por las sanciones aplicadas contra la dictadura chavista.
“Estas negociaciones son el factor fundamental para rescatar la actividad económica en el país y abrir la posibilidad de que regrese al mercado petrolero formal. Ojalá que puedan llegar a un buen término, pues el otro escenario es demoledor”, sentencia Luis Vicente León.
Las remesas que llegan del exterior también pueden sumarse al viento a favor. EcoAnalítica calcula un repunte del 35% tras la pandemia, lo que supondría alrededor de 2500 millones de dólares procedentes de los siete millones de emigrantes repartidos por medio mundo.
Por Daniel Lozano
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