Para quienes elegimos dedicarnos al sector público desde muy jóvenes, contar con maestros que nos guíen es fundamental. Ante la ausencia de una carrera pública, se vuelven imprescindibles los profesores universitarios que tienen posiciones en el Estado y que, desde ahí, saben inspirar a sus alumnos a seguir esa ruta. Conocen el camino y lo iluminan para nosotros. Muchas generaciones de alumnos tuvimos la suerte de tener a uno de esos maestros: Renzo Rossini.
Para un estudiante de Economía, el BCR es casi un santuario del manejo económico del país, y tener de profesor nada menos que a su gerente general era un lujo. Renzo sabía explicarnos cómo se aplicaban en la vida real todos los conceptos que aprendimos en los cursos formativos de la carrera. Gracias a él, pude reafirmar mi vocación y comprendí el impacto que puede tener un funcionario público comprometido con el interés común.
En sus clases, él hablaba de la erradicación de la pobreza extrema o de la sostenibilidad del medio ambiente cuando nos presentaba con entusiasmo los Objetivos de Desarrollo del Milenio. Hoy, quizá sean conceptos que se repitan a menudo, pero entonces no lo eran. No sé si alguna vez alguien se lo dijo, pero para un estudiante de 20 años, esa humanización de la política económica deja una huella de por vida.
Más de una década después, cuando tenía 32 años, fui nombrada directora general de Presupuesto Público bajo la gestión de dos mujeres, Claudia Cooper y Rossana Polastri. Tenía todo el apoyo de ellas, pero las críticas por mi juventud rondaban. Las mujeres me entenderán si me refiero a todas las veces que me interrumpieron al hablar o me trataron distinto algunos funcionarios –todos hombres– con los que me cruzaba. Renzo jamás.
En los espacios que compartimos, siempre me apoyó, a veces solo con su mirada, y gracias a él mi voz empezó a oírse. Cuando fui nombrada ministra, volvieron esas críticas. Una vez más, Renzo estuvo allí para trabajar como aliados, como pares. Diseñamos e implementamos instrumentos para proteger a la economía de los efectos del COVID-19. El Perú pudo tener una respuesta a esta crisis mundial debido a la solidez de nuestra economía.
Esta solidez es el resultado de muchas décadas de trabajo. Es también el claro ejemplo de que somos capaces de ponernos de acuerdo como sociedad en algunos principios básicos y preservarlos, sin importar quién gobierne. Y además, que podemos construir instituciones que sostengan esos consensos. Este proceso tuvo líderes que, con profesionalismo y ética, trabajaron incansablemente para sacar al país adelante. Los peruanos le debemos mucho a Renzo Rossini, quien fue un pilar de ese proceso.
Los próximos consensos urgentes del país, como la igualdad de oportunidades y el fortalecimiento de la democracia, necesitan más funcionarios como él. Felizmente, Renzo lo tuvo claro desde el principio y dedicó muchas horas de su vida a formar profesionales que sigan su rumbo. Lo daremos todo para no defraudarte, maestro.