Hasta hace poco, y durante décadas, el Sutep era el contrapeso más importante de cualquier gestión en el Ministerio de Educación. El gremio docente era capaz de remover ministros con una combinación de marchas, huelgas indefinidas y otras medidas de presión.
Esto viene cambiando. Hoy, quienes están detrás del intento de remoción del ministro Jaime Saavedra son ciertos negociantes de la educación. No han salido a las calles, se han reunido en salitas con congresistas y periodistas. Meses antes se reunieron con ciertos candidatos y financiaron sus campañas. Sin duda ha cambiado el poder y la forma en que se usa.
Hay mucho dinero en juego. El negocio de la educación mueve 5.000 millones de dólares, poco más de 2% del PBI de este país. Es uno de los negocios lícitos más grandes y lucrativos de la economía peruana.
La rentabilidad (utilidad neta/ingresos por ventas) de las universidades privadas en los ejercicios 2014 y 2015 ha sido comparable a la de las mineras. Solo la banca, la construcción y los hidrocarburos han tenido rentabilidades más altas. Y además se trata de uno de los sectores con mayores beneficios tributarios. Solo la agroexportación recibe más exoneraciones.
Que un negocio lícito sea grande y altamente lucrativo no tiene nada de malo. Que algunos rectores reciban salarios superiores a los de las mejores universidades del planeta, tampoco. El problema está en hacerlo a costa de los anhelos de miles de jóvenes y a costa también de los bolsillos de los contribuyentes.
Las altas ganancias podrían justificarse si el servicio que ofrecieran fuera de alta calidad. No es el caso. Según los censos universitarios, por cada 100 estudiantes, en 1996 las universidades tenían 14 profesores, en el 2010 solo tres. En los 14 años que trascurrieron entre ambos censos las universidades con fines de lucro proliferaron y la calidad de la formación universitaria se vio afectada.
La gente, claro, se ha dado cuenta del deterioro. En 1996, uno de cada cuatro estudiantes calificaba como buena o excelente la formación universitaria recibida, en el 2010 solo uno de cada nueve opinó favorablemente. Así, no es de sorprender que ocho de cada diez peruanos estén de acuerdo con la creación de una institución rectora como la Sunedu para el sistema universitario.
La Asamblea Nacional de Rectores fue creada hace medio siglo para un sistema muy diferente al que tenemos hoy; con pocas universidades y sin fines de lucro. Hoy está claro que la autorregulación no funciona. Urgen nuevas reglas de juego, como las que hoy tienen nuestros vecinos. Chile y Colombia ya cuentan con esquemas en los que hay rectoría de una entidad estatal, asesoría de un consejo supremo y organismos para el licenciamiento, la acreditación y el aseguramiento de la calidad. En todos ellos se respeta la libertad de cátedra y autonomía de las universidades.
La gestión del ministro Saavedra viene logrando resultados encomiables a partir de esfuerzos titánicos. El salario de los docentes aumentó más de 50% y estos aumentos fueron asignados sobre la base de méritos en evaluaciones que brillaron por su pulcritud y justicia. Los modelos de gestión escolar están mejorando con nuevas plazas para directores y una buena inversión en capacitación. La ejecución presupuestal ha alcanzado niveles a los que nunca se había llegado antes. La infraestructura educativa está mejorando con modelos innovadores de inversión, pública y privada.
Más importante, lo que sucede dentro del aula viene mejorando. Las intervenciones pedagógicas que se implementan han sido diseñadas recogiendo las mejores tendencias actuales en la investigación pedagógica mundial: extensión de la jornada escolar; programas de inglés, educación física y artes; expansión de la cobertura preescolar; acompañamiento pedagógico y refuerzo escolar.
Hay un equipo y un programa de trabajo, liderado por un ministro de clase mundial, que debe continuar. El paso siguiente es que las universidades reciban también los beneficios de las mejoras que ya se comienzan a ver en la educación básica regular. Jaime Saavedra no es imprescindible, pero es preciso reconocer que nadie ha hecho avanzar el sector como él. Su remoción sería una derrota para muchos, especialmente para los millones de peruanos que esperan y merecen una mejor educación, en todos los niveles.