Estamos cerrando un 2020 crítico para la educación, en el que los estudiantes han logrado solo algunos aprendizajes (un estudio en Chile afirma que la educación a distancia ha salvado máximo un 30%), y del que la política educativa puede llevarse muchos más. La pandemia ha hecho visibles varios problemas de la educación en el Perú, como la brecha digital en áreas rurales y remotas, la desvinculación entre familias y escuelas, y la carencia de competencias digitales de los docentes. Ahora bien, estos problemas han impulsado también experiencias de innovación de las que podemos aprender para el 2021.
La brecha digital fue el problema más resaltante. En escenarios rurales y remotos, donde solo el 1% de hogares contaba con Internet (vs. el 30,2% de hogares urbanos) y solo el 33% de estudiantes contaba con un dispositivo para uso escolar (vs. el 74% de urbanos), se tornó muy difícil la enseñanza a distancia. La estrategia multiplataforma Aprendo en Casa fue una respuesta efectiva para los primeros meses de la emergencia. Pero los estudiantes que no accedían a ninguna plataforma y quienes solo accedían a la radio fueron desertando de Aprendo en Casa conforme avanzó el año, pues la estrategia no se diversificó y la comunicación con los docentes era muy limitada. La evidencia indica que varias regiones incrementaron sus cifras de deserción escolar. Mientras, el Ministerio de Educación se enfocó en la compra de un millón de tablets, de las que han sido distribuidas menos de la mitad.
Pero cerrar la brecha digital no implica solo infraestructura tecnológica, sino también garantizar la viabilidad de los aprendizajes mediante herramientas digitales. Esto lo saben los profesores Guillermo Santos, de Nuevo Porvenir, Cajamarca, y Manuel Yalli, de Pomacancha, Junín. El primero reutilizó las laptops XO (del 2008) y desarrolló una plataforma ‘off-line’ para trabajar aprendizajes priorizados. El segundo gestionó con el Tambo de Río Molino el uso de Internet para sus estudiantes y la impresión de materiales para quienes no contaban con dispositivos. Ambos se desligaron de Aprendo en Casa por no ser vinculante, y enfrentaron la brecha digital con creatividad y gestión de alianzas.
Un segundo problema fue la debilidad del vínculo entre la escuela y la familia. En Lima, se popularizaron comentarios de padres y madres que, por primera vez, se involucraban en el aprendizaje de sus hijos. Mientras que en áreas rurales, varios padres priorizaron que sus hijos laboren en el hogar o en las cosechas por sobre las clases. Frente a esto, por ejemplo, la directora María Jesús, de Urubamba, Cusco, instauró reuniones por Zoom con madres, y la profesora Emilia Córdova, en Cabo Pantoja, Ucayali, continuó con su escuela de padres, trasladándola a espacios abiertos para hacerlos partícipes del progreso de sus hijos. Los escenarios educativos son tan diversos que, si bien las acciones de medición de la deserción escolar son útiles para la estadística, es necesario aplicar medidas focalizadas como las que han liderado estas docentes.
Por último, los docentes no estaban preparados para la transformación digital. En áreas urbanas, varios intentaron trasladar lo mismo que hacían al aula virtual. Mientras que en las áreas rurales los docentes improvisaron para intercambiar tareas por WhatsApp. La transformación digital implica diseñar una experiencia de aprendizaje para los estudiantes en el espacio digital que sea significativa y personalizada. Esto requiere formación, pero los institutos pedagógicos públicos no priorizan la integración de la tecnología a la práctica docente. Sin embargo, historias como la del director Javier Calle, en Chao, La Libertad, que creó una escuela digital de liderazgo para docentes destacados, demuestran que es posible formar competencias digitales con intervenciones focalizadas de mediano plazo.
En el 2021 tenemos el reto de recuperar los aprendizajes mediante modelos semipresenciales. Por lo tanto, es necesario articular las grandes políticas con programas focalizados en las zonas más vulnerables. Esto pasa por dar soporte y replicar experiencias innovadoras como las mencionadas. Por ejemplo, existen 12.095 escuelas multigrado unidocentes y 414 tambos que podrían vincularse, replicando la experiencia del profesor Manuel Yalli. Y, por supuesto, para lograrlo es necesario también el trabajo conjunto de las organizaciones públicas y privadas en pro del bienestar de los estudiantes.
Nota de la autora: Todas las historias de docentes están recogidas en +educacion.pe