Nicaragua recibe el 2022 con Daniel Ortega aún más atornillado en el poder. El dictador centroamericano, que se autoinvistió el 10 de enero rumbo a su cuarto período consecutivo, desintegró a la oposición y ha provocado la salida de más de 100.000 personas que huyen de la persecución política o de las exiguas oportunidades que ofrece el país, el tercero más pobre de la región. A pocos meses de cumplirse el cuarto aniversario de las marchas de abril del 2018, el Estado de Nicaragua mantiene detenidas ilegalmente a 170 personas. Además, las familias de los más de 300 muertos a manos de los esbirros del régimen no consiguen todavía justicia ni reparación por estos crímenes atroces.
El 10 de diciembre del 2021, Nicaragua suscribió el Comunicado Conjunto entre la República Popular China y la República de Nicaragua sobre el Restablecimiento de Relaciones Diplomáticas, previo rompimiento de relaciones con Taiwán el día anterior, mediante un breve comunicado del Ministerio de Relaciones Exteriores de Nicaragua. La medida fue seguida de la confiscación del inmueble de la embajada y oficinas de Taiwán, “restituidas” a la China continental, “el único gobierno legítimo que representa a toda China” y del cual “Taiwán forma parte”, según reza el comunicado. Sin duda, una ficha en la gran estrategia de China alrededor de Taiwán, pero con sendas implicancias para la región.
Evan Ellis, profesor e investigador del colegio de guerra del Departamento de Defensa de Estados Unidos, publicó en “Global Americans” un artículo titulado “El giro de Nicaragua hacia China: ¿Qué significa para la región?”. En este, sugiere que “el resurgimiento de Nicaragua como actor económico y político –a pesar de los intentos de EE.UU. de aislarlo– reforzará la creciente corriente de regímenes populistas, izquierdistas y anti-estadounidenses en otras partes del hemisferio. Esta creciente lista ahora incluye a Venezuela, Cuba, Bolivia, Argentina, el Perú y posiblemente Chile”.
A finales del año pasado, la dictadura orquestó un proceso electoral trucho marcado, según encuestas independientes, por un 80% de ausentismo. El repudio al oficialismo y la sombra de los siete candidatos presidenciales, que el dictador tiene apresados desde mayo del 2021, fueron los triunfadores no oficiales de estos comicios ‘engaña muchachos’, cuyos resultados han sido rechazados por las principales democracias del mundo.
Para José Miguel Vivanco, director de Human Rights Watch, “la incapacidad de la OEA y de la región de frenar estos abusos de Ortega constituyen un claro diagnóstico sobre la falta de convicciones democráticas firmes, especialmente en países como México y Argentina”. El gobierno de Andrés Manuel López Obrador, solapado detrás del principio de soberanía y no injerencia en los asuntos internos, arropa a Ortega en su violación grave y sistemática de los derechos humanos en Nicaragua, mientras que los Fernández se han mostrado ambivalentes y contradictorios en sus votaciones en la OEA y opiniones públicas. Con gran expectativa, se aguarda el posicionamiento oficial del gobierno de Gabriel Boric, presidente electo de Chile, con la esperanza de que sea una postura de condena a la revolución sandinista que “se fue pudriendo por dentro”, como él mismo ha manifestado en su cuenta de Twitter.
Ortega dirige Nicaragua hacia un derrotero que no debe pasar desapercibido por la comunidad internacional. Un Estado autoritario y violador de los derechos humanos, apadrinado por la República Popular de China, pero en el corazón de América Latina, pareciera la trama de un cuento chino. Pero no lo es.