Hace meses, preguntado sobre la situación de la seguridad y el crimen organizado en las ciudades, dije que si en todos los otros campos de la gestión pública se había avanzado algo o mucho en el siglo XXI, en este se había retrocedido significativamente; por ello, tenía que primar en el Ministerio del Interior (Mininter) un profundo sentido de urgencia.
Usé reiteradamente la metáfora de un paciente en cuidados intensivos y que nuestra primera misión tenía que ser que no se nos muera. Es decir, que la situación no se desboque y se vuelva incontrolable, como lo es ya en varios países de América Latina. Ofrecimos que en los primeros meses debíamos sacarlo de cuidados intensivos y pasarlo a cuidados intermedios; una situación grave aún, pero ya con un camino de salida a mediano plazo. Una en que la preocupación del paciente y la familia continúa siendo comprensiblemente grande; pero en la que los médicos creen haber encontrado la manera de salvarlo y devolverle, paulatinamente, calidad de vida.
Creemos haber cumplido con ese primer objetivo. El Programa de Recompensas que encontramos con 22 personas buscadas tiene al momento de escribir estas líneas 1.006 requisitoriados, habiendo ya detenido a 112 (sube semana tras semana). Las potencialidades de este programa son enormes y tenemos el compromiso de tener no menos de 5.000 a la mitad del gobierno, de los cuales 1.500 estarán ya detenidos. Ojo que estamos hablando de la escoria de la sociedad: feminicidas, violadores de niños, sicarios, narcotraficantes, extorsionadores y otras joyitas.
Otra herramienta extremadamente potente vienen siendo las megaoperaciones contra el crimen organizado. Hace diez años la extorsión a los negocios y el sicariato como forma de darle “credibilidad” a las amenazas no existían en nuestro país. Hoy asolan toda la costa y amenazaban con hacerse fuertes en otras regiones. Rompiendo la inercia de los años previos hemos realizado al día de hoy 41 megaoperaciones con 477 detenidos; y están en etapa final de preparación seis muy importantes, cuyos resultados serán conocidos todos antes de que termine enero del 2017. Hay decenas más en fases intermedias.
Algunos creen que una megaoperación es una redada en el barrio. Todo lo contrario, son meses de trabajo de inteligencia policial, a la que se incorporan fiscales especializados en crimen organizado y que, una vez que tienen todo el muñeco armado, piden al juez la autorización para las detenciones, los descerrajes y los decomisos. Cada operación tiene su día D en el que participan de 300 a 500 policías y decenas de fiscales. En base a los resultados obtenidos, me atrevo a decir que, al final del 2017, el crimen organizado estará en visible retroceso en varias ciudades.
En paralelo, en estos meses, en el marco de las facultades delegadas, estamos produciendo profundos cambios tanto en el Mininter como en la Policía Nacional (PNP). Tenemos ya una nueva estructura orgánica para ambos (la de la PNP, en base a una magnífica propuesta organizativa que ya se venía preparando en la institución y que coincide con los objetivos que nos hemos planteado). Igualmente, se ha hecho una importante reestructuración de la pirámide institucional, totalmente distorsionada en los años previos, que recargaba las estructuras de dirección en perjuicio de las operativas.
También se han fortalecido significativamente y dotado de mayores herramientas todos los órganos anticorrupción. Se está modificando la carrera, la formación y la disciplina de la policía, apuntando hacia la especialización, la meritocracia, la probidad y el acercamiento a la comunidad. Además, se viene dando un conjunto de normas destinadas a fortalecer la capacidad de actuación del sistema penal frente al delito; y otro que busca cambiar situaciones sociales o económicas que favorecen involuntariamente al delincuente.
Somos plenamente conscientes de que todo lo anterior no impacta aún en la vida cotidiana de las personas y que, con justa razón, se reclama que las calles siguen siendo muy inseguras. Es que, aunque parezca paradójico, es relativamente más fácil acabar con las bandas del crimen organizado que con el delincuente de oportunidad en las calles. Este último escoge a la víctima, el lugar y la hora. Para ganarles necesitamos mucho más patrullaje, alerta temprana y respuesta rápida. En estos primeros meses, hemos sembrado para cambiar hacia adelante esa situación.
El patrullaje integrado con los serenos, que había sido abandonado por completo al final del gobierno anterior, se da ahora en casi 1.000 vehículos. Además, entre nuevos y repotenciados, se contará con casi 4.000 vehículos adicionales. La novedad es que todos van a ser monitoreados satelitalmente para garantizar que patrullen.
Nos comprometemos, asimismo, a revolucionar las comisarías garantizando una mejor atención al público y una mayor eficacia. Los comisarios van a ser seleccionados, capacitados y evaluados en función de objetivos claramente definidos.
A su vez, Barrio Seguro, el programa de atención integral del Estado en barrios críticos, que ya funciona en El Porvenir, La Esperanza y Florencia de Mora en Trujillo, así como en Barranca y Chincha, se irá extendiendo paulatinamente hacia los 100 barrios más inseguros del país. Por todo ello creemos que al fin del 2017 deberá sentirse ya un cierto alivio en las calles.
Más allá de eso nos hemos comprometido a logros muy concretos para la mitad del gobierno. Nos hemos autoimpuesto el reto de ser medidos por indicadores producidos por terceros ajenos a nosotros. Así, será la evolución de las cifras del INEI la que diga si hemos cumplido. Ya he expuesto en varios foros cuáles son esos indicadores y las metas que nos proponemos (estarán pronto en la web). Es que la seguridad no viene como resultado de iniciativas individuales, discursos grandilocuentes o promesas imposibles. Solo avanzaremos a ella con una política pública institucionalizada, persistente en el tiempo y con metas e indicadores verificables.
No puedo terminar estas líneas sin decir que lo más doloroso de estos meses ha sido acompañar los velorios de los policías muertos en cumplimiento del deber o ver sufrir a los heridos del horrendo accidente de hace pocos días.
Por ello, en su nombre convertiremos la PNP en la mejor institución pública para el bicentenario. Un reto tremendo, pero no imposible. Si lo logramos, habremos cumplido el sueño de PPK, expresado en su discurso inaugural, de que la gente pueda caminar tranquila por parques y avenidas.