¿Ser parte del problema o de la solución? ¿No es acaso una disyuntiva recurrente en nuestras vidas? Bueno, en la política ocurre lo mismo, así como en la gestión pública.
Como es agotador reiterar todas las semanas que estamos ante un gobierno fallido y con evidentes indicios de corrupción, y siendo que la solución a ese problema no va a provenir del propio régimen (olvidémonos de un Gabinete concertado con “el centro”, algunos técnicos de valía en sectores claves o con experiencia, un esfuerzo auténtico del presidente por liderar cambios reales y posibles o actuar con transparencia mínima, etc.), es en otro lado donde tenemos que encontrar las salidas al desastre en curso.
Una posibilidad es que la justicia haga su trabajo y ponga a raya a los indeseables que han sido designados por el régimen, pero cuyo día a día es medrar del Estado en la posición en la que se encuentran o tapar a los que lo hacen. Esta pasividad peca por exceso de confianza, supone asumir que policías, fiscales y jueces actúan todos con diligencia y apegados a la ley, o que los plazos van a cumplirse, etc.
La otra alternativa (de cierto modo, pasiva también) es esperar ese audio, ese video, esa prueba contundente que sea mostrada por un medio de comunicación que gatille la caída del Gobierno y que obligue a grupos políticos, como Acción Popular o Alianza para el Progreso, a bajarle el dedo al inquilino de Palacio, so pena de ser considerados cómplices de la corrupción en un año electoral como el que viene.
Pero hay un tercer camino, real, concreto y absolutamente posible (además de urgente y necesario), si es que en la oposición congresal hubiera un compromiso honesto en favor del país frente a todas las evidencias que a diario se muestran no solo de corrupción, sino de contrarreforma en sectores clave como educación, transportes, interior, justicia, energía y minas, e incluso en economía y finanzas (hasta hoy considerado una suerte de isla de responsabilidad tecnocrática) tras las últimas observaciones del Consejo Fiscal.
Frente al grave retroceso que ha experimentado el Perú durante los últimos meses y el enorme riesgo de un mayor deterioro, no debería haber cálculo político más que el de salvar al país de una caída irreversible. No puede ser que los ministros de las carteras antes indicadas sigan en sus puestos semana tras semana sin que la oposición consensúe una agenda política mínima. Ni siquiera hablo de los 87 votos para la vacancia. Es inaceptable e inmoral que la oposición permita que la mitad del Gabinete siga haciendo lo que le da la gana y aquí “no pasó nada”.
Señores de la oposición: “pónganse el alma”, sean parte de la solución. Es mi mejor deseo para este 2022. ¡Felices Fiestas!