En momentos en los que la intolerancia y el fanatismo amenazan los cimientos de nuestra convivencia, así como el progreso alcanzado por la humanidad, observamos con preocupación cómo se ciernen respuestas a la barbarie que solo contribuirían a exacerbarla.
Estoy convencido de que otro tipo de camino es posible, uno que llame a la concordia, a la reconciliación, a la paz y a la acción en defensa de lo que compartimos, nuestros valores trascendentes de la humanidad y la casa común.
Desde América puede emitirse un mensaje distinto: convivir en paz es posible, podemos demostrar que ya lo hemos hecho y que es la mejor alternativa. No en vano albergamos inmigrantes de todo el mundo, diversidad cultural, de razas y religiosa.
He conocido la experiencia del IDI, el Instituto de Diálogo Interreligioso de Argentina. Nació en el 2001, tras una declaración en contra de cualquier forma de fundamentalismo y terrorismo firmada por el cardenal Bergoglio, hoy el Sumo Pontífice, junto a representantes del Centro Islámico de la República Argentina, la Asociación Mutual Israelita Argentina y la Delegación de Asociaciones Israelitas Argentinas.
Las lecciones del IDI nos iluminan. Hoy es posible expandirlas al resto del continente. Por ello, este 7 y 8 de setiembre, en el Vaticano, de la mano del papa Francisco y su equipo, reuniremos a religiosos de las Américas, de todos los credos, junto a representantes de los países miembros de la OEA, académicos e intelectuales, para forjar una plataforma de diálogo hemisférico que coloque primero siempre a la gente y a todas las cosas que nos unen, que son más que aquellas que nos separan.
Quienes lideran este esfuerzo desde sus propias religiones se ven también expuestos a ataques de diferente tipo, hasta quienes los han calificado de traidores por generar coincidencias entre las tres comunidades religiosas, en una acción que obviamente trasciende una visión parroquial y apunta a una cosmovisión colectiva donde se pone a la humanidad primero.
La celebración del Diálogo Interreligioso de las Américas se transforma en una iniciativa que busca unir a tres religiones –el catolicismo, el judaísmo y el islam– en temas que son comunes a todas las religiones, más allá de las visiones absolutistas de minorías.
Pero el diálogo no es solo sentarse alrededor de una mesa y tomar un café para sacar la foto y cada uno se va para su casa. Dialogar, como nos enseña el IDI, es ponerse en los zapatos del otro, en los intereses del otro y buscar entendimientos que nos proyecten juntos hacia un futuro común.
Los diálogos fallan, por lo general, cuando no están orientados a resultados y cuando quienes los conducen no tienen la confianza de todas las partes. En este caso, los líderes religiosos que participarán en el Vaticano junto al papa Francisco han demostrado que están dispuestos a trabajar en busca de una identidad común de la humanidad más allá de sus propias religiones.
Mirar hacia el pasado de forma obstinada es algo que empuja las identidades fundamentalistas, es algo que debemos dejar atrás para concentrarnos en nuestro futuro común y el de las próximas generaciones.
La plataforma a ser creada en el Vaticano no busca desarrollar una interminable discusión teológica que puede tener un interés filosófico superior, pero escasamente práctico. Se trata de trabajar con lo que tenemos en común, con los valores que son parte indisoluble de las Américas, como la paz, la defensa de las libertades para todos, los derechos humanos, la inclusión social, para que las oportunidades de progreso no sean solo para los privilegiados sino para todos los americanos.
En nuestra región, Colombia está abriendo un camino de esperanza hacia la paz y así acabar con un conflicto desgarrador que lleva más de medio siglo. El triunfo de la paz y la reconciliación en Colombia tendrá un efecto benefactor en todo el continente.
Por su parte, Venezuela deberá necesariamente pasar por un camino de reconciliación para dejar atrás este período de crispación, de polarización, de falta de respeto a los derechos básicos de su gente. Es imprescindible evitar la violencia en Venezuela, descomprimir la situación, darle al pueblo su voz y que soberanamente decida su futuro.
Es fundamental que los actores políticos y sociales de nuestro continente generen instancias de diálogo como mecanismo de resolución de los problemas y conflictos que nos afectan. Tiene un valor regional pero también global, como ejemplo a seguir.
El diálogo que iniciamos ahora y la red regional que instalaremos puede colaborar en generar una sensación térmica favorable en esa dirección tan necesaria. Caminar juntos por el camino de la reconciliación es difícil, hacerlo en las Américas es posible.