La humanidad comparte un deseo: que el COVID-19 deje de ser una amenaza. Mientras aguardamos ese momento, aseguremos a las generaciones más jóvenes un mundo mejor que el que existía cuando la pandemia llegó para llevarse a millones de vidas y dejar más atrás a quienes ya estaban atrás.
El plan pos-COVID-19 debe colocar en el centro de sus prioridades a las víctimas invisibles de la pandemia: chicas y chicos a quienes el coronavirus alejó de las aulas y sus amigos, dejó en la orfandad, reveló la dureza de las diferencias sociales cuando conectarse a una clase fue imposible y expuso más a la violencia familiar.
Respondamos a problemas como la desconfianza en torno a las vacunas, la salud mental, la pobreza y la brecha digital. Perú ostenta uno de los mejores calendarios de inmunización de la región. De poco servirá la inversión en adquirir vacunas y cadenas de frio, e implementar equipos de vacunación, si un sector de la población rechaza la inmunización.
No pasemos por alto que tres de cada diez niños, niñas y adolescentes (33,6%) presentan dificultades socioemocionales, y que este indicador se incrementa a siete de cada diez (69,4%) entre jóvenes cuyos cuidadores tienen signos de depresión (“Salud Mental en Niñez y Adolescencia en el Contexto de la COVID-19”, elaborado por el Ministerio de Salud). Es hora de priorizar la inversión en servicios de salud mental dirigidos a la niñez y adolescencia en las comunidades y las escuelas.
“El COVID-19 afecta a todos, pero no a todos por igual”, es la frase que mejor gráfica cómo se vive la pandemia en Perú. Las familias cuyos ingresos dependen de trabajos informales han sido las más golpeadas. Como consecuencia, la pobreza de la niñez y adolescencia en el país se habría incrementado de 2,9 millones en el 2019 a 4,1 millones en el 2020. Generar puestos de trabajo formales para sus padres, y el acceso a servicios y programas sociales, es clave.
La pandemia plantea el reto de la educación a distancia y evidencia la urgencia de cerrar la brecha digital para evitar que quienes no pueden conectarse dejen de estudiar, cambien las clases por el trabajo o pasen a engrosar la fila de los NINI. El Perú pos-COVID-19 debe llevar la tecnología a todas sus comunidades y desarrollar las habilidades digitales de estudiantes y docentes. La educación virtual no reemplaza a la presencial, pero es un valioso complemento.
Hace 75 años, cuando nació Unicef, el mundo vivía la posguerra. Ayudamos a las naciones del mundo a reconstruirse. Hoy, encontramos el reto la reconstrucción en todos los continentes. No hay hogar en el mundo que no tema que el virus toque su puerta. Como entonces, aquí estamos, dispuestos a seguir trabajando con el Estado, la sociedad civil, las iglesias y el sector privado por un Perú y un mundo mejor para cada niña, niño y adolescente.