Hay un error muy común que cometen políticos, analistas, opinólogos e, incluso, docentes. Y es el pensar que las palabras socialismo, comunismo y marxismo se refieren a lo mismo. Existen importantes diferencias entre estos tres términos. La idea central del comunismo (la implantación de la propiedad común) es muy anterior al marxismo y el marxismo no es la única expresión colectivista que se ha dado en la historia. No obstante, esta corriente ideológica es fundamental en la actualidad para comprender lo que entendemos como socialismo.
La idea de propiedad colectiva no es un invento del comunismo. Es un concepto anterior a este. La ciudad de Esparta en la antigua Grecia, los escritos de Platón, obras de la Edad Moderna como “Utopía” de Tomás Moro, ya nos hablaban de la propiedad colectiva. Sin embargo, es con François Babeuf, durante los años de la Revolución Francesa, que se comienza a configurar la idea comunista moderna. No solo porque se apropia de la idea de propiedad común e igualdad, y distorsiona esta del ideario platónico y el cristiano, sino también porque es el primero que, de alguna manera, propugna la lucha de clases, idea que posteriormente es desarrollada por el marxismo (cuya meta final es la de alcanzar la sociedad comunista).
Ahora bien, si hablamos de socialismo, hablamos –en sencillo– del camino que se debe tomar para llegar a esta utópica sociedad igualitaria (comunista). Pero el camino no es uno solo. Tenemos, en ese sentido, desde corrientes moderadas que aceptan el juego democrático (socialdemocracia y progresismo) y corrientes que propugnan la lucha de clases como única vía para llegar a este destino (marxismo puro, marxismo-leninismo o maoísmo, entre otras corrientes), y que, eventualmente, pueden usar la democracia como vía para llegar al poder y después no soltarlo. Esto concuerda perfectamente con aquella famosa frase de Vladimir Ilich Ulianov (o Vladimir Lenin) que señala que “salvo el poder, todo es ilusión”.
No se pueden negar las buenas intenciones de los seguidores de las ideas de igualdad absoluta entre los hombres a lo largo de la historia. No olvidemos que el nacimiento del socialismo moderno es una respuesta desesperada a una evidente situación de injusticia y abuso que se veía en el siglo XIX por parte de los capitalistas. Pero es una respuesta más pasional que racional y que va en contra de aquella condición intrínseca al ser humano, que es la evolución. Incluso socialistas reformistas como Lasalle y Bernstein identificaron esta condición y criticaron el determinismo marxista y el valor absoluto del factor económico en la sociedad que Marx pretendía dar. Es por ello que el socialismo calza muy bien en aquella frase que señala que “el camino del infierno se encuentra empedrado de buenas intenciones”.