El genuino pesar que tantos sintieron con su temprana e inesperada partida lo expresaba también Andrés, uno de los ilustradores gráficos y caricaturista de El Comercio, despidiéndose de su director con una imagen al mismo tiempo esperanzadora, un barco perdiéndose en el horizonte dejando atrás una gruesa huella y una leyenda hecha poesía: “Tal vez dejemos de ver al barco, pero sobre el mar quedará su estela”. A un año de su partida, esa estela sigue no solo allí donde fue a trabajar por última vez, sino en todo lugar por donde Fritz Du Bois alguna vez pasó.
Fritz era un apasionado en todo lo que hacía, y en su quehacer nunca cayó en la complacencia o la resignación. Desde muy joven sirvió al Perú, y por más de seis años, desde 1990, ayudó a transformar la economía enferma de un país que todos daban por fallido. El esfuerzo y la dedicación a los detalles acompañaron siempre a su manera inteligente y estratégica de acometer la complejidad de cada reforma. ¡Cómo haría falta alguien como él hoy que vemos fracasar intentos de introducir tímidos cambios o llevar adelante promisorios proyectos para cimentar progreso!
No existe gobierno en el Perú que no haya cedido a la tentación del populismo, pero mientras existieron hombres como Fritz, la tentación siempre encontró un gran escollo. Solo así se entiende cómo es que se pudo tener éxito. Su contribución fue vital en la redacción del capítulo económico de la Constitución de 1993, como también lo fue su obsesión por eliminar trámites inútiles inventados a escala industrial por ministerios y entidades del Estado. Tal fue el caso del Instituto de Comercio Exterior, desactivado con rapidez y eficacia bajo su mando.
Muchos fuimos conscientes de los peligros y retrocesos a los que está expuesta toda reforma. Se puede contar siempre con la oposición militante de los pocos grandes perjudicados por cada cambio, mas no se puede esperar que los millones de beneficiados por tales cambios se organicen para defender reformas estructurales. Esta fue la razón principal detrás de la creación de un pequeño grupo que desde fuera del Estado defendiera el tránsito hacia una verdadera economía de competencia y libre mercado. Así nació el Instituto Peruano de Economía, del que Du Bois fue impulsor y posterior gerente.
La incursión de Fritz en el periodismo fue casi natural y surgió de sus contribuciones en defensa pública de los principios de la libertad económica. Por ello aceptó con entusiasmo trabajar en la sección de Opinión de El Comercio, con su entonces director Alejandro Miró Quesada Cisneros, y posteriormente como director del diario “Perú 21”.
Vendría luego la difícil y fundamental decisión de la familia poseedora del Diario de dejar, por primera vez en su historia, la dirección de El Comercio en manos de un profesional ajeno a los Miró Quesada. No se equivocaron al designar a Fritz Du Bois. Con su dirección periodística, el Diario tomó nuevos bríos, y la inagotable dedicación al trabajo, junto con el firme y a la vez afable estilo de su nuevo director, no tardó en entusiasmar y ganar el afecto de toda la plana periodística. Fritz había alcanzado el doble logro de convertirse ya no solo en el defensor de la libertad económica, sino también ahora de algo aun más valioso: la libertad de expresión.