La renuncia de Theresa May como líder del Partido Conservador el viernes 7 de junio parece marcar el final de todas las esperanzas por alcanzar un compromiso en torno a los términos de la salida de Gran Bretaña de la Unión Europea (UE). El ‘brexit’ ha iniciado un nuevo y turbulento capítulo con líneas de batalla trazadas entre la línea dura del ‘brexit’ y los ‘remainers’ [que buscan permanecer en Europa]. Aunque May permanecerá como primera ministra durante unas seis semanas más, su sueño de lograr que todas las partes estén en línea con su acuerdo ha terminado en lágrimas. La tarea del próximo líder es desalentadora: tratar de romper el ciclo autodestructivo que afecta a la política británica en la cuenta regresiva hacia el ‘brexit’ el 31 de octubre.
Los principales partidos políticos están cada vez más divididos entre los que apoyan un ‘brexit’ “duro” o sin acuerdo y aquellos que están desesperados por permanecer dentro de la UE. Como descubrió May, no hay un punto medio moderado. Esta dura conclusión caló después de las elecciones al Parlamento Europeo del mes pasado, y más recientemente, en una elección local en la ciudad de Peterborough el jueves 6 de junio, cuando el opositor Partido Laborista apenas pudo contener un desafío del Partido del Brexit liderado por el ‘archibrexiter’ Nigel Farage, una figura muy divisoria en la política británica. El mes pasado, el Partido del Brexit ganó casi un tercio de la votación del Reino Unido en las elecciones europeas, generando apoyo a su demanda de que Gran Bretaña abandone la UE sin un acuerdo. La proporción de votos de Farage fue casi equivalente a la del Partido Laborista y a la de los demócratas liberales a favor de permanecer en la UE. Los conservadores ocuparon el cuarto lugar.
El resurgimiento de Farage refleja la ira que sienten aquellos que votaron por el ‘brexit’ y aún esperan que suceda casi tres años después del referéndum. Como las negociaciones en Westminster y Bruselas han fracasado, la UE ha retrasado dos veces la fecha límite para la salida. Alimentándose de esta frustración entre los partidarios del ‘brexit’, el partido de Farage se hizo de miles de votantes conservadores desilusionados en las elecciones europeas. Una hazaña que el partido puede repetir en una elección general, afirma Farage: “No nos tienen miedo. Están absolutamente aterrorizados de nosotros”.
Quienquiera que asuma el cargo de primer ministro debe intentar recuperar a estos votantes, al tiempo que desarrolla el apoyo para un acuerdo revisado de ‘brexit’ en el Parlamento. No será fácil. Los laboristas se están preparando para llamar a un voto de no confianza en el nuevo líder antes de que el parlamento cierre por el verano, con la esperanza de forzar una elección. En el clima actual, esto es algo que ningún nuevo líder conservador querría. El favorito actual para ganar el concurso de liderazgo es Boris Johnson, quien, junto con Farage, encabezó la campaña para el ‘brexit’ en el 2016. Johnson cree que puede lograr un mejor acuerdo con la UE. Sin embargo, la UE ha sugerido hasta ahora que el acuerdo de retiro no está en discusión. Está dispuesta a renegociar la declaración política no vinculante sobre las relaciones futuras, pero no el “acuerdo de divorcio”, que incluye el plan muy disputado para evitar el retorno de una frontera física en Irlanda. Si no fuera posible lograr más concesiones, Johnson ha insinuado que no tendría más remedio que abandonar la UE en octubre con una ruptura total.
Mientras que los conservadores pueden verse obligados a convertirse en un partido a favor del ‘brexit’ duro para defenderse del desafío de Farage, Jeremy Corbyn, líder del Partido Laborista, enfrenta un problema diferente. Los oficiales del partido quieren que él llame a un segundo referéndum y que apoye de todo corazón la campaña por la permanencia. Corbyn, un euroescéptico de toda la vida, ha sido durante mucho tiempo ambivalente con respecto al ‘brexit’ –lo que ha resultado en que muchos “remainers” dejen el Partido Laborista desunido para unirse a los demócratas liberales–. Después de las pérdidas en las elecciones europeas, sus críticos dicen que se necesita un cambio de dirección. Sin embargo, un segundo referéndum (que ofrece una opción entre un ‘brexit’ y un “no acuerdo”) puede no ser la solución mágica que el Partido Laborista espera. Cualquiera que sea el resultado, es probable que la campaña sea vitriólica, agresiva e incluso más divisoria que la anterior, con la fuerte posibilidad de que el resultado sea aun más enfáticamente a favor del abandono.
La conclusión inevitable, entonces, es que Reino Unido sigue siendo un país profundamente dividido y en un punto muerto sobre el ‘brexit’. El problema está empujando tanto a los conservadores como a los laboristas hacia los extremos opuestos del debate, alejándolos del terreno central que May intentó y no logró ocupar. La escena está preparada para un enfrentamiento entre las facciones principales en los próximos meses. La gran pregunta es: ¿qué lado triunfará, y si el Reino Unido seguirá siendo miembro de la UE a finales de este año?